Pbro. Alberto Castillo/ Formador del Seminario
De cuando Cristo ha encomendado a Pedro el cuidado de sus hermanos hasta nuestros días, en sus más de dos mil años de fundación, 266 papas ha tenido la Iglesia. No son muchos y, sin embargo, uno de ellos, Francisco, ha estado en nuestro Seminario de Ciudad Juárez. Un sucesor de Pedro, cabeza visible de la Iglesia, entre tantos rincones del mundo, entre tantas casas de formación sacerdotal esparcidas en los cinco continentes, ha elegido esta para venir a visitarnos.
Sé que al tocar el tema de que el papa estuvo en el Seminario, puedo escribir un artículo con anécdotas sobre los preparativos y el desarrollo de actividades del día. Me disculpo por no escribir algo así. De hecho, existe ya un libro memorial, enriquecido con fotografías y publicado por nuestro Seminario. Hoy escribo en otro tono, quizá menos anecdótico y más madurado por la reflexión a través de los pasados nueve años.
Para un lugar como el Seminario, donde se cultivan las vocaciones al ministerio sacerdotal, la visita del Papa es mucho más que su sola estancia en nuestras instalaciones. El que haya estado aquí ratifica el amor de Cristo, a través de su Vicario en la tierra, por los jóvenes que hoy en día se animan a seguir el llamado de Jesús al sacerdocio. Siento además, que he de leer su recorrido juarense como una cuidadosa y consciente selección indicativa de acentos pastorales a tener en cuenta, tanto para la formación de los seminaristas, como para la vida presbiteral.
Me enseña ya con su venir de lejos hasta esta frontera para visitar los márgenes del mundo, las orillas existenciales; en el aeropuerto he podido contemplar la alegría infantil de los cientos de monaguillos que le cantaban al darle la bienvenida. Pienso en su escucha real, genuina, atenta y su presencia compasiva ante los adultos, hombres y mujeres, del Centro de Readaptación Social. Me mueve también su interés por nuestro mundo maquilador, por los trabajadores y empresarios, la justicia social y la dignidad de la persona frente al esclavizante activismo o utilitarismo.
El Papa, sobre todo, ha celebrado la Eucaristía con y entre nosotros. No podemos olvidar la visible unidad y colaboración impulsada por Cristo que en esa Misa hemos palpado. El mensaje a los migrantes, a las víctimas de la violencia, a un pueblo de Juárez que necesita pedir el don de las lágrimas para reedificarse de manera auténtica y profunda desde el llamado que Cristo le hace como Iglesia y sociedad.
Por eso, al recordar la visita del Papa, ciertamente me quedo con el impacto de su trato sencillo y cercano con el que lo he visto andar y orar en el Seminario. Más, con estas líneas, he querido decir que a su paso por nuestra casa ha dejado la huella de todo su recorrido por la ciudad, heredándonos un mensaje actual y perenne que han de integrar a su vida quienes aquí cultiven su corazón de pastor para nuestra querida Diócesis de Ciudad Juárez.
El Papa ha comenzado la homilía en El punto citando a San Ireneo: “la gloria de Dios es la vida del hombre”. Que el Señor nos permita vivir el Seminario, experimentar allí la vida que de Dios nos viene, formar nuestros corazones a imagen y semejanza del Buen Pastor de quién Francisco hace nueve años nos ha dado testimonio.