Ana María Ibarra
“Igual que el primer año, recibí este treinta aniversario como una bendición. No lo puedo ver de otra manera. Cada día es una bendición, pero viviendo este ministerio, es una celebración especial. Una elección a la que a mi nada más me toca responder. Y van treinta años”.
Así se expresó el padre Amadeo Ruíz, párroco de Todos los Santos, quien el pasado 18 de marzo conmemoró, al lado de su comunidad parroquial Todos los Santos, tres décadas en el ministerio sacerdotal. Camino vocacional
En entrevista con Presencia, el padre Amadeo recordó que él no se visualizaba sacerdote, sin embargo, a sus 16 años, su párroco -en Guanajuato, de donde es originario-, comenzó a enviarlo a estudiar al Seminario.
“Empecé en la parroquia como adorador nocturno siendo niño. Dejé la escuela en cuarto año de primaria. Desde los once años comencé a trabajar. Ya más grande empecé a viajar a cualquier parte del país por trabajo, pero regresaba cada mes”, recordó el sacerdote.
S u párroco no quitaba el dedo del renglón y seguía insistiendo con el joven Amadeo. Incluso le informó de un Seminario donde lo recibirían sin estudios.
“Las novias eran muy bonitas y el trabajo que hacía me gustaba mucho. Seguía sin visualizar el sacerdocio”, señaló.
Fue en su estancia en Tijuana donde conoció a dos seminaristas que hacían promoción vocacional y decidió a ir a charlas vocacionales, teniendo en aquel entonces casi 25 años.
“La siguiente reunión sería el pre Seminario y fui. Tuve una entrevista con el director espiritual del Seminario Menor. Ya había terminado la primaria con el sistema abierto. El padre me dijo que estudiara la secundaria y quizá en algún Seminario me aceptarían, si no, pues entonces que estudiara la preparatoria y habría más posibilidades”, recordó el padre Amadeo.
Para entonces, el joven Amadeo tenía una relación formal con una joven y una oferta para ir a trabajar a Estados Unidos. Pero él decidió regresar a su lugar de origen para hablar con su párroco.
Vocación adulta
Su siguiente destino fue la Ciudad de México a trabajar y a buscar el Seminario para vocaciones adultas, sin embargo, nadie le daba razón.
«Finalmente encontré Seminario. Eran vacaciones y pregunté por el padre Agustín, me dijeron que estaba enfermo y que no recibía a nadie, pero sí me recibió. Estaba enfermo en cama, platicamos y me dijo que me esperaba en agosto. Fue fácil”, señaló.
Cuando regresó a su casa, tenía una carta del padre Agustín pidiéndole que le escribiera para confirmar su entrada al Seminario y que el ingreso sería el 16 de agosto, ya que empezaría a cursar la secundaria.
“No le escribí, sino que fui al Seminario. De ahí en adelante fui como llevado en brazos. Una formación con generosidad, una gracia. Dos años antes de terminar me encargaron impartir clases de latín y griego, una experiencia muy interesante”.
A la par de su formación, hacía trabajos en el Seminario, desde ordeñar una vaca, instalar pisos, administrar la construcción del Seminario, preparación de los jardines, entre otras actividades.
Comprometido con Ciudad Juárez
Desde sus años de estudio, comenzó a visitar Ciudad Juárez siendo don Manuel Talamás quien lo recibió y con quien se comprometió para prestar su ministerio en esta diócesis.
“El Seminario de Cristo Rey tiene el propósito de formar sacerdotes para las diócesis más necesitadas. Salimos a misiones y a las diócesis que íbamos platicábamos con el obispo y al regresar al Seminario nos preguntaban si nos habíamos comprometido. Antes de venir a Juárez estuve en tres diócesis, pero no me comprometí con ninguna”, recordó.
Fue con la diócesis de Ciudad Juárez con la que decidió comprometerse.
“Me llamó la atención la variedad en la población, que esta diócesis no cobraba ningún servicio que ofrecían las parroquias y, primero que todo, el modo de don Manuel. Tenía muchísimas cualidades y siempre una visión de Iglesia que me dejaba admirado”.
Fue don Manuel quien le sugirió que comenzara a pedir los ministerios.
“El único padre que conocía era el padre Fernando López, de Guadalupe, en el Valle de Juárez, y él me dijo: Si Dios te llama, aunque el obispo no quiera, te vas a ordenar; si Dios no te llama, no te vas a ordenar, aunque el papa quiera. Por eso para mí es una bendición el sacerdocio y ahora, con 30 años, con mayor razón”, expresó.
El padre Amadeo llegó a Ciudad Juárez siendo diácono, y el entonces obispo Don Renato Ascencio tuvo sus reservas para ordenarlo sacerdote, ya que no lo conocía.
“Don Manuel me recibió, don Juan Sandoval autorizó mi ordenación diaconal, cuando llegué no había obispo y había muerto el padre Fernando. Fue una enseñanza. Se abrieron puertas y finalmente fui el primer sacerdote ordenado por don Renato”, recordó.
Pbro. Amadeo Ruiz Moya
*Nació en Ortega, Municipio de San Luis de la Paz, Guanajuato.
*Estudió en el Seminario de Cristo Rey y Santa María de Guadalupe, Obra Nacional de Vocaciones Adultas. Centro de investigación filosófica Tlaloc A C. (Texcoco)
* Ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1995 en la Catedral de Ciudad Juárez por Don Renato Ascencio León.
* Director espiritual en el Seminario Conciliar de Juárez de 1994 a 1998.
* Director del Curso Introductorio en el Seminario de Texcoco de 1998 al 2000
* Prefecto del Curso Introductorio Seminario Conciliar de Ciudad Juárez 2000.
* Párroco de San Juan Apóstol del 2002 al 2008
* Llegó como párroco a Todos los Santos el 22 de septiembre del 2008
En frase…
“Siento un agradecimiento enorme a esta comunidad diocesana. Algo característico de Ciudad Juárez es la hospitalidad, ojalá nunca pierdan esa virtud”.
Pbro. Amadeo Ruiz