Lo que van a leer a continuación no es un asunto agradable aunque si es muy importante y cotidiano. Las mujeres que llegan a los Centros de Ayuda a la Mujer (CAM) nunca llegan con una bonita historia, diariamente las voluntarias acogen a mujeres llenas de desesperación cargando tragedias que pueden involucrar una o varias de las siguientes realidades: violación, violencia, abuso y maltrato de todo tipo incluyendo el sexual, abandono y/o rechazo por parte de sus padres o parejas, falta de educación, servicios o dinero.
Mujeres que por diversas circunstancias literalmente enfrentan situaciones de vida o muerte, viviendo momentos de angustia y abandono que las llevan al punto en el que están dispuestas a dar muerte a su bebé, muchas veces presionadas por sus parejas o padres para tomar esa decisión, y en casi todos los casos por una falta de acompañamiento solidario de sus más cercanos.
Las voluntarias en los CAM están dispuestas a acoger, a encontrar a esas mujeres que están viviendo quizá la experiencia más desgarradora y traumática de su vida. La condición de querer abortar o haber abortado es una de las periferias existenciales a las que se refiere el Papa Francisco cuando invita a todos los católicos a emprender caminos hacia el hermano que sufre.
Consolar, confortar, dar alternativas, mostrar empatía y acompañar en su realidad a una mujer embarazada y desesperada con apoyos concretos, información, gestos y oración, se convierte en una buena noticia, la solidaridad y el amor se manifiestan en ese encuentro entre personas que puede cambiar la vida de una madre y de su bebé.
Entre las muchas injusticias que sufre la mujer latinoamericana está la falta de apoyo solidario de la sociedad y de los gobiernos a las embarazadas para que puedan proteger su vida y la de su bebé, así como a aquellas que sufren el trauma post aborto. Organizaciones no gubernamentales desde la sociedad han surgido para asumir subsidiariamente lo que debería ser atendido por el Estado.
En el reciente Encuentro Latinoamericano de CAMs realizado en San José, Costa Rica participaron personas que ayudan a las mujeres en 19 países, el intercambio de testimonios de distintas naciones del continente fue muy emotivo, lo mismo que los espacios de oración, adoración eucarística y eucaristías que fueron compartidas por los participantes.
El aborto se ha convertido en un “crimen categorial”, de tal manera que solo se hace referencia a él como un “acto” despegado de su naturaleza, así se expresa como “terminar o interrumpir el embarazo”, sin hacer referencia al ser humano a quién se le arranca la vida. Esto provoca una especie de adormecimiento de las conciencias que terminan minimizando esta práctica terrible y que muestra el poco valor que damos a la dignidad y a la vida humana en nuestra época.
Otra manera de abordar el tema soslayando su dimensión criminal, es plantearlo en una grotesca perspectiva comercial, hecha más evidente con los videos del tráfico de órganos que realiza Planned Parenthood, la principal organización internacional dedicada a promover la práctica de “terminar el producto”, y que ahora sabemos utiliza los restos de los bebés para venderlos precisamente como “productos”.
Convertir al aborto en una “categoría” nos lleva a una espiral de muerte que relativiza cualquier vida o respeto por la naturaleza, pero también evita que se atiendan las verdaderas causas de las tragedias que envuelven a muchas mujeres. La promoción del aborto se convierte así en una pantalla para que a las mujeres ni se les defienda, ni se les de justicia, ni se les apoye.
La violencia paraliza, inhibe y deshumaniza, y más cuando es ejercida contra los más indefensos, sean marginados, excluidos, ancianos, mujeres o bebés por nacer. Por eso es necesario que los ciudadanos además de seguir apoyando a estas mujeres, presionen a los gobiernos para evitar las condiciones que llevan a algunas de ellas a situaciones extremas que terminan afectando a toda la sociedad.