En el marco del evento vocacional diocesano “Loco Encuentro con Cristo”, presentamos algunas reflexiones de sacerdotes y maestros en torno a la elección de proyecto de vida, que pueden ayudar a los jóvenes que se encuentran en este periodo importante de sus vidas.
Presencia
“En el camino de la vocación, siempre es necesario ampliar los horizontes para escuchar la voz de Dios que nos invita a un camino siempre novedoso y único que nos hará plenamente felices”.
Así lo explica el padre David Hernández, promotor vocacional de la diócesis local, quien comparte con Periódico Presencia algunas reflexiones que pueden ayudar a los jóvenes a construir un camino vocacional, a hacer un proyecto de vida que los lleve a la plenitud.
En esta entrevista ofrece consejos para detectar signos vocacionales, así como qué hacer y qué no hacer para cuidar la elección vocacional.
1.¿Qué es lo importante a considerar en una elección vocacional?
Uno pudiera hacer una elección chafa si se limita solo a lo que a uno le gusta o para lo que uno es bueno. En el camino de la vocación siempre es necesario ampliar los horizontes para escuchar la voz de Dios que nos invita a un camino siempre novedoso y único que nos hará plenamente felices.
Lo primero que debe hacer uno, ante una decisión tan trascendental, es orar. Ponerse frente al Señor con el corazón en la mano y preguntarle ¿Qué quieres de mí?, para luego escuchar su respuesta. Para escucharlo con claridad es necesario buscar un acompañamiento adecuado, ya sea con algún sacerdote, religiosa o agente pastoral, propiamente el promotor vocacional diocesano o de congregación, para que pueda compartiendo las dudas e inquietudes que se puedan tener, se comience un camino de discernir la propia vocación que viene de Dios.
La oración y los sacramentos son punto clave para un buen discernimiento. Sin embargo, la tentación es pensar que el discernimiento es un camino para tomar una decisión y no lo es.
Así, una vez que se haya tenido un proceso de discernimiento, llega la hora de vivir la decisión vocacional, sea para entrar al Seminario, a la congregación o iniciar un noviazgo. No obstante, cualquiera de esas opciones no implica que el desenlace sea ordenarse sacerdote, consagrase como religiosa (o) o formar un matrimonio, pero ayuda a tener un discernimiento más profundo y consciente de la propia vocación.
2.¿Cómo la fe (y la Iglesia) ayudan a los jóvenes en su elección vocacional?
La Iglesia aporta las diversas cercanías que ayudan a los jóvenes en su elección vocacional.
La primera cercanía es con Jesús, en la oración eucarística, en la celebración de la eucaristía o en la oración personal, pues es Él es el que llama
La segunda cercanía es la parroquia. Porque ayuda a que el joven se abra a ver la realidad que vive con otros ojos. Es la comunidad parroquial, comunidad de los convocados, que se convierte en madre que engendra y da a luz a todas las vocaciones. Allí los jóvenes pueden tener el contacto con su párroco, con matrimonios y otros jóvenes que buscan sinceramente a Dios. Y es donde debe existir un equipo de pastoral vocacional que pueda ser un soporte que anime a discernir la vocación.
La tercera cercanía es la Pastoral Vocacional Diocesana. Que es una dimensión dentro de la comisión diocesana de Vocaciones y ministerios. Se encarga de prever procesos de acompañamiento gratuito a los jóvenes con inquietud a la vida sacerdotal, religiosa, misionera o matrimonial.
En nuestra Diócesis la oficina se encuentra en las instalaciones del Seminario, en un horario de atención de 9 am a 1 pm, pero se pueden agendar citas por la tarde. Su servidor, como promotor, tiene esa encomienda de escuchar, canalizar (en el caso de las jóvenes) y acompañar el proceso de discernimiento inicial en vista de un proceso más profundo de discernimiento en el Seminario o en alguna Congregación.
La cuarta cercanía es el acompañante espiritual, que viviendo su propia vocación pueda ayudar en la aventura vocacional a los jóvenes. De modo que sea un compañero de camino que anime a los acompañados a percibir los signos de Dios en sus vidas.
- ¿Cómo detectar los signos de la vocación? (al sacerdocio, a la vida consagrada, a la soltería, al matrimonio) -Consejos prácticos-
- Me llama la atención o siento una inquietud en el interior por cualquiera de las vocaciones.
- Insatisfacción por los propios proyectos o estudios, que aunque hago lo que hago no me siento pleno.
- Que me mueva el corazón o me incomode algún pasaje vocacional de la Palabra de Dios. De manera que al escucharla en la Eucaristía o en Hora Santa o en alguna predicación, sienta que Dios me habla a mí.
- Que al contemplar la realidad que vivimos, sienta el impulso de querer cambiar algo o de anunciar la alegría del Evangelio.
- Al convivir con el párroco, alguna religiosa, misionero, matrimonio, me cuestione ¿y si fuera como él? ¿y si fuera como ella? ¿y si fuera como ellos?
- Muchos llamados comentan que han sentido como “un fuego que arde en el interior”, cuando Dios los llama a una vocación particular y eso también puede ser un signo.
- Que percibas como Dios se hace presente en lo cotidiano de la vida. Que en las cosas que haces sientas la presencia de Dios o tu pensamiento se eleve.
- Soñar. Siempre cuando uno tiene un anhelo se imagina, se percibe
4.¿Cómo se puede arruinar una vocación -al Seminario, al matrimonio, a la vida consagrada-? Y ¿cómo se puede cuidar la respuesta al llamado?
Cuando uno deja a Dios de lado, primer protagonista de la vocación porque es Él quien llama, tenemos muchos problemas. Sea cual sea la vocación, cuando se deja de lado la oración, los sacramentos y en el corazón se empieza a llenar de otras cosas que no corresponden a la vocación específica, es muy fácil perderse.
El papa Francisco nos ha insistido mucho en no dejarnos mundanizar y una tentación de nuestro tiempo es ver el camino del Seminario o de la vida consagrada como una autorrealización o una profesión. No. La vocación es un llamado y se debe vivir en calidad de agradecimiento, de don, de encuentro, no de merecimiento ni mérito.
El dar “permisos” en el discernimiento, de aceptar unas cosas y otras no, va creando un clima de doble vida que se vuelve insostenible y termina por perder al joven o a la joven en vocación, no solo en el sentido sexual-afectivo, sino en cualquier ámbito.
El contexto cultural que vivimos pareciera que atrinchera contra las cuerdas a todos los jóvenes y los empuja a vivir de manera efímera, hedonista, superficial, relativa, materialista, entre otras corrientes, que van minando el propio camino vocacional cuando no se tienen bien fijos los ojos en Jesús.
En este sentido, el ocio y la adicción a los contenidos digitales pueden determinar una decisión de abandonar el camino de discernimiento. La pérdida de tiempo, la procrastinación y la falta de disciplina pueden generar, en contraste con la formación, una crisis en el joven que lo lleve a decidir abandonar el Seminario o la congregación.
Como siempre se ha dicho, “en tiempos de tormenta, no tomar decisión”, porque nos vamos a equivocar. Siempre en las crisis, recomiendo a los jóvenes y a los seminaristas que busquen acompañamiento, ser escuchados por el formador o el promotor, no precipitarse y echarse a la borda por alguna situación familiar o por presión social.
En el mejor de los casos, la buena salida de un joven del Seminario o de la vida religiosa es cuando descubre que no es su vocación. En paz y con agradecimiento deja el camino para responder en otro. Sin embargo, el tiempo invertido en el Seminario o en la congregación nunca es un tiempo perdido, siempre y cuando se viva en la clave de la transparencia y la decisión tomada haya sido discernida, orada y acompañada.
Así pues, el fenómeno de la deserción del camino de discernimiento en el Seminario o en la vida consagrada, es reflejo de una realidad aun más compleja, que viene a manifestarse en la presión social, familiar, cultural, religiosa o personal. Para que la vocación sobreviva a estos mares ideológicos violentos y los estilos de vida mundanizados, el joven o la joven deben vivir íntimamente en relación con Jesús, en la escucha de su Palabra, en la vivencia de los sacramentos, con el acompañamiento de sus formadores, en relación con la comunidad del Seminario o la congregación, viviendo cada momento a su tiempo y lugar, en el acompañamiento psicológico y en la apertura al Espíritu que empuja a caminar en sendas de vida eterna.