Pbro. Eduardo Hayen Cuarón, director de Presencia
Un hombre travestido entra al baño público de mujeres en la Cineteca Nacional y un par de mujeres policías lo sacan del baño, con violencia, según declaró esa persona en redes sociales. Luego hace un escándalo en las afueras de la cineteca por la violación a sus supuestos derechos, y el video en redes sociales se hace viral.
Finalmente la cineteca emite un lamentable comunicado pidiendo disculpas a la persona afectada y afirmando su postura a favor de la no discriminación y por los derechos de igualdad de género. En Facebook las reacciones a este comunicado oficial fueron, en su inmensa mayoría, de agradecimiento y apoyo a las mujeres policías que hicieron su trabajo; y en repudio a la institución por no demostrar ninguna preocupación por la seguridad de las mujeres y las niñas.
El sentido común en todos los tiempos dice que los hombres nacemos varones o mujeres. Nadie nace en un cuerpo equivocado. Las personas somos de uno u otro sexo; así lo dice la evidencia y la ciencia. Sin embargo hay personas que experimentan incomodidad con la sexualidad biológica de su cuerpo y dicen que se perciben como del sexo contrario. Esto se llama disforia de género.
La anorexia es algo similar, por la que algunas personas se auto perciben con cierto grado de obesidad pero que, en realidad, no lo tienen. Éstas personas necesitan el tratamiento adecuado para que la percepción que tienen de ellas mismas sea el que corresponde a la realidad.
Las personas con disforia de género deben de ser tratadas con respeto y compasión, ya que se trata, por lo general de vidas donde ha habido mucho sufrimiento físico y emocional. Por parte de todo discípulo de Cristo estas personas nunca deben recibir odio, sino amor y respeto.
Sin embargo una situación de disforia de género no convierte automáticamente a una persona en sujeto de derechos de lo que estas personas no son. Una persona no puede decir que tiene derecho a manejar un avión solamente porque se percibe así misma como piloto aviador, cuando no lo es. Un niño de diez años no tiene derecho a consumir bebidas alcohólicas en un bar hasta que tenga la edad requerida. Una persona que se imagina ser del sexo biológico contrario no tiene derecho a utilizar baños públicos que no correspondan a su sexo real.
Parte de la función de un gobierno es crear un entorno seguro para las familias, especialmente para los menores de edad y para las mujeres, y hacer que la sociedad se rija por la verdad de la naturaleza humana, las sanas costumbres de la mayoría y por lo que dicta el sentido común.
En los países donde ha habido sanitarios para personas con disforia de género han ocurrido con más frecuencia los abusos sexuales a las mujeres. Si las leyes permiten que no haya distinciones sexuales en los baños públicos, cualquier persona que se auto perciba del sexo contrario –y para ello no es necesario estar travestido–, basta que lo exprese verbalmente, podría entonces utilizar los baños que desee. Esto sería complacer al 0,010 por ciento de la población –es la estadística de la población trans– para afectar injustamente el sentido común y las costumbres de más del 99,9 restante.
Es lamentable el comunicado de la cineteca nacional. La mayoría de los mexicanos no podemos dejar de ser fieles a la verdad: hombre y mujer los creó. No debemos perder la razón y el sentido común cediendo a las presiones de la ideología de género. Los católicos hemos de tener respeto y misericordia ante quienes manifiestan disforia de género. Pedirles que utilicen los baños públicos que corresponden a su sexo biológico no es discriminarlos, sino ayudarles a que vivan en la realidad.
La voluntad de una minoría no debe prevalecer sobre la verdad en que vive la mayoría. Es necesaria la resistencia a través de la exigencia a las instituciones públicas y privadas, para que no permitan estas conductas que violentan el derecho a la intimidad personal y la sana convivencia social.