José Mario Sánchez Soledad/Autor

El impacto de las Leyes de Indias
El proceso de población del territorio hispanoamericano se llevó a cabo mediante una serie de disposiciones legales que emanaba la Corona en el transcurso del desarrollo de la conquista y la colonización. En 1573, Felipe II mandó a recopilar normativas aisladas e incorporar otras en un código jurídico, valiéndose para ello, de los nuevos conocimientos adquiridos por sus redactores a través de las experiencias del Consejo de Indias (en América) y de las ideas renacentistas urbanas procedentes de los textos de Vitrubio y Alberti, produciendo así, un tratado conocido como “Ordenanzas de Descubrimiento y Población”. (Inicio del capítulo, publicado en la pasada edición)
Segunda parte
Aun siendo de origen una comunidad agrícola, con una misión rodeada de partidos y rancherías, las “Leyes de Indias” impactaron la construcción de lo que hoy es el centro histórico de Ciudad Juárez, Chihuahua.
La Misión de Guadalupe de los Indios Mansos del Paso del Norte fue el primer edificio construido en la ciudad. El templo cuenta con su atrio delimitado, enseguida se encontraban los edificios asistenciales y frente a la iglesia se separó terreno para el zócalo o plaza mayor. Este predio de inicio no contaba con vegetación o construcción alguna y era un espacio multiusos para llevar actividades ecuestres, corridas de toros, establecimiento de mercados, u organización de procesiones religiosas, exactamente como lo indicaba la legislación real.
Detrás de la Misión de Guadalupe se construyó el presidio, hoy la antigua presidencia municipal, y frente a esta otra plaza para actividades militares o públicas. Partiendo de este centro urbano, se comenzaron a construir los edificios públicos, el correo, seguidos por los caserones de los acaudalados y después el caserío general. En estas plazas se llevaron a cabo las primeras corridas de toros durante las celebraciones relevantes religiosas y civiles, costumbre como traída por Don Juan de Oñate y acompañantes. El trazo inicial realizado por los conquistadores y por los franciscanos aún puede ser observado en la actualidad.
Otro elemento de gestión urbano que trajo consigo el español, fue el manejo del agua en el desierto aprendido de los moros, que se constituyó en el principal motor de desarrollo. En la literatura andalusí, cultura original de los franciscanos fundadores, existen numerosas apariciones y menciones del agua relacionada con lluvia, surtidores, ríos, acequias, norias, albercas, etc. Se desarrolló una gran tecnología en campos como la hidráulica, sistemas de captación, canalización y almacenamiento además de ingenios y mecanismos.
El desarrollo tecnológico y científico de los musulmanes hispanoárabes les permitió adoptar y adaptar diversos medios y recursos técnicos para la prospección, captación, elevación, almacenamiento, distribución y uso de aguas, que propiciaron el desarrollo del regadío esencial para la agricultura en zonas áridas hasta el punto de que fue el motor de una importante revolución agrícola en el siglo XI.
Estos conocimientos y efectos positivos llegaron hasta Ciudad Juárez. Los dos sistemas de regadío tradicionales todavía vigentes en la actualidad tuvieron su origen en aquella época.
Además de las acequias, por las que corría el agua de los ríos o de los manantiales, sirviéndose de los desniveles del suelo; se utilizaban las aguas fluviales empleando los azudes o presas, y los alquezares o cortes. Para la distribución del agua de regadío, en Paso del Norte se desarrollaron complejas y extensas redes de acequias que subdividían sucesivamente en conducciones menores hasta llegar a cada uno de los predios que regaban y alcanzar así grandes extensiones de regadío intensivo.
Entre las técnicas agrícolas que expusieron los franciscanos con conocimientos de agronomía andalusí sobresale la destinada a conseguir que corra el agua en una tierra para posibilitar el riego. La clave para aumentar la superficie de regadío era el aprovechamiento óptimo de los recursos existentes.
Así se manifestaban estas ideas en los textos regulatorios de
entonces:
“No elijan sitio para poblar en lugares muy altos, por la molestia de los vientos y dificultad del servicio y acarreo, ni en lugares muy bajos, porque suelen ser enfermos; fúndese en los medianamente levantados, que gocen descubiertos de los vientos del Norte y Mediodía: y si hubieren de tener sierras, o cuestas, sea por la parte de levante y poniente; y si no se pudieren excusar de los lugares altos, funden en parte donde no estén sujetos a nieblas, haciendo observación de lo que más convenga a la salud.
Y en caso de edificar a la ribera de algún río, disponga la población de forma que saliendo el sol dé primero en el pueblo que en el agua. Será de mucha conveniencia que se funden los pueblos cerca de ríos navegables, para que tengan mejor trajín y comercio, como los marítimos. Ordenamos que así se funden, si el sitio lo permitiere, y que los solares para carnicerías, pescaderías, tenerías, y otras oficinas, que causan inmundicias, y mal olor, se procuren poner hacia el río, o mar, para que con más limpieza y sanidad se conserven las poblaciones. De la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada costado; y además de éstas, dos por cada esquina: las cuatro esquinas miren a los cuatro vientos principales, porque saliendo así las calles de la plaza no estarán expuestas a los cuatro vientos que será de mucho inconveniente.


































































