Mons. J. Guadalupoe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con gran cariño. Espero que se encuentren bien. Domingo 20 del tiempo ordinario. La Palabra de Dios siempre nos ilumina y nos dice algo. ¿Qué me dice Dios? De eso se tratan estos comentarios que yo hago, que te puedan ayudar y tú meditarlos, reflexionarlos y hacerlos vida.
El texto de este domingo del evangelio de san Mateo es un diálogo entre Jesús y una mujer cananea. En el camino Jesús se encuentra a todo tipo de personas, niños, enfermos, ricos, pobres, perseguidos, pecadores, judíos y no judíos, pero siempre son encuentros muy bonitos. Y todos terminan en una acción bondadosa de parte de Dios.
El evangelio dice que de Jesús se retira a la comarca, va a otra región… y dice que una mujer cananea sale a su encuentro. Jesús normalmente es el que sale al encuentro de nosotros y lo hace con esta mujer que está en el camino, donde precisamente la mujer aprovecha para ella también salir al encuentro.
Encuentro
La palabra que siempre hemos reflexionado en la Iglesia, el papa, los obispos de México queremos impulsar una Iglesia en salida, una Iglesia de encuentro como Cristo y la mujer, encontrarme con Jesús, que cada día y toda nuestra vida salgamos al encuentro de Jesús.
¿Y cómo andaría esta mujer cananea, el sufrimiento y dolor dentro de su corazón, toda la carga de tristeza, que le grita a Jesús: ¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí!.
Vamos por partes: se dirige primero como Señor. Así le decimos a Cristo, Señor, Hijo de David, en esa expresión está diciendo: Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador; y le pide: ‘Ten compasión de mí’.
¿Cuántas veces nosotros andamos angustiados por una preocupación personal, de la familia o del trabajo y nos presentamos ante Jesús y le imploramos: ¡Señor, ten compasión de mí!, ten misericordia, ayúdame.
Pero luego la mujer le explica el por qué, pero no es tanto por ella. Le dice: ‘mi hija está terriblemente atormentada por un demonio’. La mujer intercede ante Jesús por su hija. ¡Cómo es importante la intercesión!, pedir no por mis problemas y mis tristezas, sino también pedir por mi hija, por mi familia, por los demás. Interceder ante quien lo puede todo, en favor de alguien. Terribles demonios nos atormentan: la violencia, la muerte, el exilio, la desintegración, a nivel personal o comunitario, todos traemos cosas que necesitamos sanar. ¡Ten compasión de mí, ayúdame!
Es ahí donde entra una especie de conflicto, porque Jesús no le contesta, los discípulos interceden y dicen: atiéndela y Jesús como que la ignora, pero la mujer insiste.
A veces también como que queremos que todo sea una respuesta inmediata y cuando Dios no me escucha (entre comillas) arremetemos contra Él. Pero la mujer sigue implorando compasión de Dios e insiste en su petición con sencillez, ‘soy hija de Dios’. Hay que insistir, orar, ser perseverantes en la oración. No poner pretextos, sino orar con insistencia.
“¡Ayúdame!”, le vuelve a pedir la mujer. Y Jesús conoce nuestro interior, si nuestra petición es válida. Y el evangelio termina con esta frase que le dirige a la mujer, que nos da confianza, certeza: ‘Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que me has pedido’.
¿Cómo es mi fe? Hay que vivir nuestra fe, demostrarla, ser perseverantes. Dios bueno, cercano, compasivo y misericordioso hoy nos dice: qué grande es tu fe, que se cumpla lo que me dices. Y esto nos ayuda a encontrarnos, ayudarnos, no ser sordos, sino ser solidarios. Si alguien nos pide ayuda, consejo, orientación es importante aplicar este texto del evangelio a nuestra vida, así como Jesús atiende finalmente a esta mujer, que también nosotros nos ayudemos, nos escuchemos, nos tendamos la mano unos a otros.
Por eso Isaías en la primera lectura nos dice, ‘Velen por los derechos de los demás. Practiquen la justicia, y en consecuencia la paz’. Tenemos que replantearlo: cómo ir al otro, cómo le tiendo la mano, cómo ando en la caridad, en la paciencia, en la escucha, en poner atención al hermano.
Hoy somos como aquella mujer cananea, que nos encontramos a Jesús. Hablémosle, expresémosle nuestras necesidades con fe, confiando en Él y finalmente Él nos tenderá la mano, pero también quiere que todos nos tendamos la mano con amor, actitudes, con paciencia sirviéndonos.
El Señor les ayude y les fortalezca siempre. La bendición de Dios Todopoderoso permanezca siempre con ustedes. Buen domingo y buena semana.