- Seis hábitos que nos ayudarán a fomentar una mejor alimentación para los hijos.
María Eugenia Brun/ Nutrióloga/ Aleteia
Para todos -o al menos la gran mayoría de los padres- es todo un desafío mejorar la alimentación de sus hijos.
Si los niños no consiguen mantener hábitos alimentarios saludables a corto o largo plazo aparecerán consecuencias en su salud como lo son las enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, enfermedades cardiovasculares, obesidad, hipertensión), las cuales lamentablemente están creciendo en forma alarmante.
Como profesional de la nutrición, sé que durante la infancia se fijan los hábitos alimentarios que predeterminan los problemas de salud en la edad adulta, por eso me parece importante brindar algunas herramientas a las mamás y papás para que puedan mejorar la alimentación de sus hijos.
El Papa Francisco es bien consciente de la importancia de comer en familia y de la alimentación.
Aquí una guía para ir creando hábitos saludables:
Hábito 1 No usar la comida como premio o castigo
No podemos asociar comida con emoción. No es sano. Si queremos transmitir una emoción hagámoslo de la forma correcta.
Porque ¿acaso usamos como premio una fruta? Seguramente ese no sea el premio deseado por el niños. Él prefiere un helado, golosinas, alimentos insanos, mientras que castigamos con lo saludable, frutas, vegetales… Y esto puede predisponerle a tener una mala relación con la comida.
Hábito 2 Establecer un horario para las comidas
A los niños les ayuda mucho tener rutinas y hábitos establecidos, saludables y activos. Les ayuda a sentirse seguros, tranquilos en su ambiente y les ayuda a aprender.
Una de las primeras rutinas que debemos establecer con los niños son la alimentación, el sueño y la higiene. Por lo tanto, lo ideal es tener un horario fijo para sus comidas, por supuesto ante circunstancias especiales se pueden modificar, siempre dejándoles claro que es por ese día.
Hábito 3 Predicar con el ejemplo
Es algo elemental. Los niños aprenden más observando lo que hacemos que escuchando lo que les decimos. Piensa ¿cómo le podemos decirle a nuestro hijo “tienes que comer esa ensalada” si nosotros no la comemos? Los hechos son la forma de concretar lo que se dice, por eso el ejemplo es el mejor método de enseñanza.
Podemos dar el ejemplo no solo de los alimentos que comemos, sino también de las porciones que nos servimos, y de qué actitud tenemos nosotros frente a la comida (esta debe ser positiva).
Hábito 4 Tener y ofrecer alimentos saludables.
Lo que comen nuestros hijos depende de nosotros, porque somos los que compramos y preparamos las comidas. Por lo tanto, es fundamental que en nuestra casa tengamos a mano opciones de alimentos saludables.
Del mismo modo debemos involucrar en el proceso de compra y elaboración de las comidas a los niños, ya que es una forma de enseñarles la importancia que tienen esos alimentos, para qué nos sirven, y además pueden ir jugando, probando y aprendiendo.
Hábito 5 No obligar a comer
Así lo recomienda la Academia Americana de Pediatría. Con la abundancia de alimentos con la que contamos actualmente, podemos estar tranquilos que nuestro hijo no va a pasar hambre y si se queda con hambre te lo hará saber. Cuando pidan algo para comer le ofrecemos solamente opciones saludables.
Si se pone caprichoso para comer, el secreto está en tener en casa y ofrecer opciones saludables en ese momento y que elija la de su preferencia, de esta manera al no tener alimentos insanos, es más fácil controlar lo que come.
Hábito 6 Evitar pantallas a la hora de la comida
Es frecuente utilizar pantallas a la hora de comer, así el niño se distrae mientras come viendo dibujos en el móvil o en la tableta, tanto en casa como en un restaurante, pero esto no es sano porque impide que desarrolle sus habilidades de interacción social y/o con los alimentos.
Si al niño se le obliga a comer o se utiliza el móvil como distracción porque es más fácil ir dándole cucharadas en la boca, se pierde la atención en el mecanismo de apetito y saciedad que les indica a ellos cuándo tienen hambre y cuándo parar. Esto puede suponer un riesgo poco en su relación con la comida. ¿Por qué? Porque cuando están frente a las pantallas no se presta atención a los demás, a lo que se está comiendo (sus sabores, texturas) ni tampoco a la sensación de hambre – saciedad.
¿Cómo hacemos? Sencillo dándoles el ejemplo, cuando llega la hora de sentarse a comer juntos, apagamos los televisores, dejamos los móviles y pantallas lejos de la mesa. ¿Y qué hacemos pues? Conversar, compartir, y, como dice el Papa Francisco, convivir para así disfrutar de la familia como Dios manda.