Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Excelente domingo tengan todos ustedes. Ha terminado la Pascua el domingo pasado con la hermosísima solemnidad de Pentecostés. Retomamos el tiempo ordinario nuevamente con la misma intensidad, con el mismo fuego del Espíritu, contemplando no sólo un aspecto particular del Misterio Pascual de Cristo, sino todo el misterio, en el tiempo ordinario.
Este jueves pasado celebramos ya la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, entre Pentecostés y domingo de la Santísima Trinidad. Luego, luego, al terminar Pentecostés, el domingo siguiente, es decir, hoy, es la Santísima Trinidad y es adecuado, es muy importante comprender por qué se puso al domingo siguiente la solemnidad de la Santísima Trinidad después de Pentecostés, porque todo el misterio que celebramos en Cuaresma, Semana Santa, pascua, hasta pentecostés y misterio de la Santísima Trinidad, tiene relación con la Santísima Trinidad: Dios Padre que nos ha creado, somos sus hijos, en la plenitud de los tiempos nos envió a su Hijo Jesucristo, nacido de una mujer se encarnó. Nos ha enviado al Espíritu Santo que ha sido derramado en todos y en cada uno de nosotros.
Este el misterio de Cristo, misterio de la Santísima Trinidad. Por eso en la oración colecta decimos Dios Padre, que al enviar, ahí esta ya la palabra, de verdad Cristo y el Espíritu Santo santificador revelaste a todos los hombres tu misterio admirable, ahí esta tan importante Dios Padre, que nos revela su misterio admirable, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
No nos vayamos por el aspecto teológico de cómo entender lo que es imposible, el misterio de la Santísima Trinidad, más bien hay que vivirlo, hay que experimentarlo, hay que vivir el misterio de la Santísima Trinidad presente en nosotros.
Clave de experiencia
El padre Raniero Cantalamessa nos da una clave de experiencia: cómo podemos entender y vivir el misterio de la Trinidad, y la clave es: somos hijos adoptivos. Escuchamos en el evangelio, precisamente de San Mateo que ha sido proclamado, escuchamos ese sentido de la adopción: en Jesús, en Cristo Señor se nos ha dado el ser hijos de Dios. Los que se dejan guiar por el Espíritu Santo, esos son hijos de Dios, no han recibido un espíritu de esclavitud, sino un espíritu de hijos en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios, como hijos adoptivos de Dios que somos, nos adentramos perfectamente al amor del Padre; como hijos, al amor del Hijo que nos ha redimido, por el cual no sólo somos hijos del Padre Dios, sino coherederos con Cristo; y el amor del Espíritu Santo que dará en nosotros la vida, la gracia y todos los dones.
Pero es importante sentirnos, reconocernos, sabernos y vivir con esta condición de hijos adoptivos de Dios, la clave es: soy hijo Dios, me ama plenamente, me ha revelado el misterio de salvación a través de la Palabra hecha Carne, a través del Espíritu santificador. Curiosamente enseguida, este jueves próximo vamos a celebrar el conocido como Corpus Christi, la fiesta de el Cuerpo y la Sangre de Cristo, una solemnidad también importante, que aprovecho para invitarlos a que acudan todos el próximo jueves, a la hora que puedan, en la mañana, a mediodía, en la noche, en la tarde. Vayan a la Solemnidad del Corpus, tanto a la misa, lo más importante, como a la procesión del Corpus que se hará en cada una de las parroquias y capillas de nuestra diócesis.
Coherederos de gracia
En el Salmo responsorial de hoy hemos cantado: “Dichoso el pueblo escogido por Dios, somos escogidos por Dios porque somos sus hijos, ha puesto su mirada en nosotros, nos da su vida, nos ha salvado en su Hijo Jesucristo, nos ha santificado con la fuerza del Espíritu Santo. Por eso vivamos nuestra condición de hijos en Cristo Señor.
Somos coherederos de la gracia, de la Vida Eterna en Cristo Señor, por el amor del Padre, la fuerza del Espíritu Santo.
No pretendamos pues entender, a la luz de la razón, este misterio de la Trinidad. ¡Vivámoslo! y lo que hacemos como un signo a cada instante, a cada momento, en cada celebración y al decir en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo sea eso: poner mis manos en nombre de Dios: voy a hacer esto, voy a organizar aquello, tengo este plan…todo en el nombre de Dios.
Importantes Solemnidades
Esto es vivir nuestra vida, realizar nuestras actividades, que todo lo hagamos en el nombre de Dios, en el nombre de la Santísima Trinidad, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Él nos da la vida, nos da su gracia, nos da su amor, nos da su sabiduría. Para nosotros esos planes que tenemos, que hacemos, que lo hagamos siempre en su nombre.
Los invito a vivir estos días del Tiempo ordinario con mucha fe, con mucha intensidad, con mucha entrega. Repito: ya vivimos el jueves pasado a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, hoy domingo la Santísima Trinidad y el próximo jueves Corpus Christi. Son festividades, solemnidades muy importantes que vienen a enriquecer nuestra fe, a fortalecerla, pero también a lanzarnos a un amor más pleno en nuestra vida, a lanzarnos al Dios Padre que nos ha dado la vida, al Dios Hijo que nos ha redimido con su muerte y resurrección, y al Dios Espíritu Santo que nos santifica. Padre, Hijo y Espíritu Santo en todos y en cada uno de nosotros.
El Señor nos bendiga y la Virgen María los proteja siempre. Como siempre les doy mi bendición: la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes.