En este sencillo diálogo, el padre Juan Manuel Orona habla sobre el sacramento de la Reconciliación y cómo debe ser herramienta que nos ayude a madurar, no sólo en este tiempo litúrgico de la Cuaresma.
Diana Adriano
La Cuaresma es tiempo de perdón y de reconciliación; es tiempo de arrepentimiento, y de cambios para ser mejores. Por ello el énfasis que se hace en esta temporada para que los fieles se acerquen al sacramento de la Confesión.
En este sentido, el padre Juan Manuel Orona, administrador de la parroquia el Señor de la Misericordia, compartió con Periódico Presencia algunos aspectos de este sacramento, que, como dice en la entrevista, nos hace madurar “cuando se recibe con regularidad para vivir el perdón de Dios y no como un requisito”.
¿Cómo se prepara un sacerdote para administrar el sacramento de la confesión?
Creo que idealmente a mí, sacerdote, me hace mucho bien recogerme en silencio, orar al Espíritu Santo para que me dé las palabras adecuadas para ayudar a mis hermanos y escucharlos con calma, y mostrar una actitud amable, acogedora y cordial hacia el penitente que se acerque a recibir el sacramento.
¿Qué es lo que encuentra más difícil a la hora de impartir el sacramento?
Positivamente yo diría que la mayoría de los sacerdotes, en la Confesión es donde nos sentimos muy sacerdotes, es decir, es uno de los sacramentos más bellos donde más nos sentimos que ejercemos nuestro ministerio, donde nos realizamos como instrumentos del perdón de Dios.
Ahora bien, personalmente una de las dificultades es cuando algún penitente no viene preparado y redunda, no dice en concreto su pecado o no reflexionó lo suficiente y justifica sus actos. Eso nos puede hacer caer un poco en la impaciencia, en la intolerancia y lo hace difícil, o puede llevarnos a interrumpir con una palabra de más firmeza para que el penitente se oriente en lo que debe confesar.
¿Los sacerdotes se confiesan? ¿Cómo funciona?
Claro, los sacerdotes como cualquier fiel nos confesamos porque seguimos en camino, como cualquier cristiano buscamos los sacramentos, no sólo los presidimos, sino que también participamos de ellos.
En el caso de la Confesión, nos preparamos al igual que cualquier fiel, hacemos revisión de vida, oramos y buscamos un hermano sacerdote para que nos conceda el don del perdón de Dios.
¿Qué es lo que cree que ayuda más a los fieles para preparar una buena confesión?
Creo que la pregunta ya lleva parte de la respuesta, es prepararse a conciencia, si es posible en un ambiente de recogimiento y oración, haciendo un examen de conciencia humilde, profundo, objetivo, realista y esperanzador.
Para esto nos pueden ayudar algunas preguntas guía, por ejemplo, el papa Francisco nos invita hacer el examen de conciencia con tres preguntas; ¿Cómo hoy me amo Dios a mi?, ¿Cómo respondí a ese amor de Dios? y ¿Cómo me faltó responder a ese amor a Dios y a mi prójimo?
Yo quisiera agregar que, ahora que estoy apoyando en El Señor de la Misericordia, para mí ha sido muy edificante la preparación que el padre José Solís (QEPD) ofrecía antes de sentarse a confesar. Él dedicaba unos minutos a preparar a los fieles, invitándolos a pedir la gracia del arrepentimiento, a ser concretos, a cumplir su penitencia. Ojalá todos los sacerdotes ayudáramos, por un momento, a preparar a nuestros fieles.
Dice el apóstol Santiago que el que salva una alma, salva su propia alma ¿Se podría decir que entonces los sacerdotes están salvados de por sí? ¿Es posible saber si ha salvado un alma desde su ministerio?
Yo creo que lo que el apóstol Santiago nos está diciendo, si leemos toda su carta en unión con otros textos del Nuevo Testamento, es que, primero, la salvación es un regalo de Dios, Él nos la da porque a través de la Muerte y Resurrección de su Hijo, Jesús nos ha ganado la Salvación. Ahora, se trata de aprender a vivir como una persona que ya ha sido salvada, es decir, como uno que ya es hijo de Dios.
El sacerdote tiene una bendición muy grande de ayudar a que nuestros hermanos vuelvan y regresen a la comunión con Dios, y vivan como personas que han sido salvadas, correspondiendo con amor, generosidad y gozo. Pero el sacerdote también está en camino, también cae, se levanta, busca ayuda, también va aprendiendo a vivir como un hombre que es continuamente salvado y recuperado como hijo de Dios.
El papa pidió hace justo un año que recemos para que la Iglesia tenga sacerdotes
misericordiosos, no torturadores ¿Qué nos puede decir acerca de esto?
El papa toma unas palabras de nuestro Señor Jesús, que nos pide a todos ser misericordiosos, como su Padre es misericordioso, y luego atinadamente nos exhorta a los sacerdotes a que seamos muy comprensivos, muy pacientes, muy misericordiosos con aquel que se acerca a la Confesión. Esto nos permite tener presente que los sacerdotes también son pecadores, también necesitan ser tratados con misericordia.
Es una de las gracias que hay que pedir como sacerdotes, la gracia de ser compasivo y misericordioso.
¿No ocurre que los que se confiesan son siempre las mismas personas? En todo caso, ¿Cómo hacer que los que tienen miedo a acercarse al sacramento puedan finalmente recibirlo?
Creo yo que tenemos que anunciar la belleza del sacramento de la Reconciliación, como ese encuentro del Dios vivo que te permite tener una vida nueva. Hacer experiencia de ese amor infinito de Dios que renueva nuestra vida, la renueva y la embellece, es decir, hablando, predicando la grandeza de este sacramento, y después, como sacerdotes, promover el sacramento en nuestras comunidades. Sabemos que es agotador, pero es una de las satisfacciones más grandes que uno como sacerdote puede recibir en su ministerio, un instrumento del amor y perdón de Dios.
¿La gente se acerca más en la Cuaresma a la Confesión?
Sí, en el Tiempo de Cuaresma y el Tiempo de Adviento, los así llamados tiempos fuertes que preparar, la gente suele asistir más a recibir el sacramento y ponerse en paz con Dios.
Y ¿Cómo hacer que esto permanezca durante todo el año…o qué diría a nuestros lectores para animarlos a acercarse al sacramento de la confesión aunque no sea Cuaresma?
Resumiendo, insisto, hablar y educar en la belleza de este sacramento que el Señor ha dejado a su Iglesia para que lo administremos y ofrezcamos a los fieles.
Reconocer humildemente nuestros pecados delante del sacerdote que representa a Jesús. Es algo bello porque es aprender a vivir como hijos de Dios.
Los fieles, conocer más del sacramento a través de una lectura recomendada, leer investigar cómo hacer una buena confesión, cómo perseverar en la gracia, eso, y el que se confiesa con regularidad va abriendo un espacio más grande en su corazón para Dios, se encuentra más fuerte ante las tentaciones y luchas de la vida.
Por donde quiera que lo veamos, espiritual o humanamente se madura mucho cuando uno se confiesa con regularidad para vivir el perdón de Dios y no como un requisito.