Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con todo afecto, cariño de padre y pastor. A través de este medio me comunico con ustedes para proponerles algunos puntos de reflexión.
Estamos en el quinto domingo de Cuaresma, es el último, ya a unos días de la Semana Santa. Hemos recorrido todo este camino cuaresmal con fe y esperanza, como se nos ha invitado a través de la oración, de la reconciliación, del encuentro con Cristo en la Eucaristía para irnos preparando. Creo que ya estamos preparados para celebrar la Pascua de Cristo, Cristo victorioso.
En este quinto domingo de Cuaresma tenemos como texto principal en el evangelio de san Juan la resurrección de Lázaro. Jesús resucita a Lázaro. En primer lugar una idea sobre la primera lectura del profeta Ezequiel, dice: ‘abriré vuestros sepulcros’; ya desde ahí el Señor nos invita a dejarnos tocar por él, a abrir nuestros sepulcros, es decir, abrir nuestro corazón muchas veces endurecido por el pecado, que eran muerte a nuestra vida, nos ensucia y por eso el Señor está dispuesto a abrir nuestro corazón, nuestros sepulcros, porque Él les decía ‘sabrán que yo soy el Señor’
Es importante que sepamos, conozcamos, experimentemos que Dios es el Señor que viene a infundirnos su espíritu (‘Les infundiré mi espíritu y vivirán’), el pecado es muerte, por eso Él nos da su espíritu, nos infunde su espíritu y viviremos.
Queridos hermanos, ue de veras nos dejemos tocar en lo más profundo de nuestro ser como cristianos, como hijos de Dios, como personas del espíritu del Señor para vivir, vivir con dignidad, vivir en la gracia y conforme al Espíritu Santo que se nos da.
Reconciliación
Hemos experimentado durante este tiempo de Cuaresma la misericordia de Dios. En nuestros decanatos, nuestras parroquias han administrado los sacerdotes el sacramento de la Reconciliación y muchos fieles han y hemos acudido a la recepción del sacramento. Este próximo martes, en nuestro retiro sacerdotal tendremos también una celebración penitencial del presbiterio para que los sacerdotes que deseen reconciliarse, o deseemos reconciliarnos, lo hagamos. También nosotros necesitamos que el Señor abra nuestros sepulcros, nos infunda la fuerza de su Espíritu para tener vida la vida de la gracia.
Esto nos lleva a todos a experimentar la misericordia de Dios, la redención, nos lleva a un cambio, a un estilo de vida, de gracia, de misericordia, de amor. Por eso san Pablo, en la segunda lectura de este domingo nos dice: los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios, en cambio, los que se dejan llenar por la efusión del espíritu de Dios, los que están sujetos al espíritu de Dios agradan a Dios con sus obras. Ahí está el compromiso: todos fieles, sacerdotes, obispos, una vez que experimentamos la misericordia de Dios nos dejamos llevar por la fuerza del espíritu, agradamos a Dios, y agradar a Dios es amar, amarlo a Él con todo el corazón, que Él es el centro de nuestra vida, pero también amar a Dios en cada uno de nuestros prójimos, haciendo el bien.
Por eso ya desde un principio, desde el miércoles de ceniza, además de la oración y el ayuno se nos invitaba a la limosna, es decir, a la caridad, a estar llenos del Espíritu Santo. Tomar conciencia que el Espíritu Santo habita en nosotros y nos lleva a la caridad, a la misericordia, a llevar una vida de santidad.
Verdadera vida
Este domingo estamos reflexionando cómo Jesús dice claramente: ‘yo soy la Resurrección y la Vida’, se nos habla claramente de la vida, de la resurrección que hemos obtenido en la Pascua de Cristo.
Hoy, en este último domingo de Cuaresma, la gran revelación de Jesús cómo la resurrección y la vida a través de este milagro de resucitar a su amigo entrañable Lázaro. Jesús se da cuenta que Lázaro está gravemente enfermo y dice a sus discípulos ‘vamos a Judea a visitar a estos amigos’ ¿Cómo? le preguntan sus discípulos, ‘ya fuimos, te andan persiguiendo, ya ves cómo están las cosas, te van a hacer daño’… y Jesús insiste ‘vamos con prudencia, nos cuidamos, no va a pasar nada, yo voy porque esta enfermedad de Lázaro y lo que va a suceder no acabara con la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios.
Eso anuncia y ellos piensan que está dormido y que está bien, Jesús sabe que Lázaro muere y que esta muerte momentánea real ciertamente servirá como el mismo Jesús lo dice, para la gloria de Dios.
Él llega a la casa con sus amigos Martha, María, Lázaro llorando tristes por la muerte de Lázaro. Jesús ahí se manifiesta con una gran compasión porque lloró, lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, un Jesús que llora, que siente compasión con todos, no solamente con este, su amigo Lázaro, sino con cualquiera con los desconocidos, con los que se encuentra en el camino … Jesús le dice a Martha “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mi, aunque haya muerto vivirá y quien haya creído en mí, no morirá para siempre”.
Lo único que siempre pide Jesús es creer ¿crees? es la pregunta que Jesús nos hace ¿creo en la resurrección? ¿creo que Jesús es la resurrección y la vida?, haciendo la aplicación a nuestra vida de este milagro, porque enseguida se nos narra que pide que quiten la losa de la tumba y habla con autoridad: ¡Lázaro sal! Jesús resucita a Lázaro y se manifiesta la gloria de Dios.
Nuestras muertes
La aplicación de este pasaje de hoy es muy concreta, tal vez estoy vivo físicamente, me muevo para un lado y para otro, pero tal vez estoy muerto en el pecado, en el egoísmo muerto por la envidia, muerto por algún vicio, por algún coraje, porque soy indiferente con los demás, egoísta… en fin, la lujuria.
Por el pecado la muerte habita en mi, y Jesús viene a mi encuentro, a tu encuentro, hoy en este quinto domingo de Cuaresma se presenta ante ti, te habla con fuerza, con poder para darte vida. ¡Levántate, sal!
Que de veras creamos en la resurrección. Creer que Jesús es la resurrección y la vida me lleva a aceptar un proyecto de vida, de salvación y conversión permanente, que el Espíritu del Señor llegue a mí, transforme mi vida y cambiar, ser mejor, ser bueno, ser justo, ser honesto.
Ya participamos precisamente por el Bautismo, de la resurrección de la vida de Cristo. Hemos sido sumergidos en las aguas del Bautismo en aquel día hemos resucitado a la vida con Jesús, pero hay que vivirlo, hay que traducirlo en vida, en hechos, en compromiso, en testimonio, en amor. Por eso Jesús quiere tocarnos, redimirnos con su Palabra, con su presencia, con su amor, con este misterio que ya estamos a una semana de celebrar: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Hemos caminado con una meta bien definida: la Pascua de Cristo. Estamos por cerrar esta Fiesta Solemnísima. Yo los invito, queridos hermanos, a que dejemos que el Espíritu Santo nos transforme. Todavía esta semana tendremos la oportunidad de reconciliarnos, quien tenga la necesidad : ¡anímate! ¡confiésate, acércate a la Reconciliación! a salir de la muerte, del pecado a la vida de la resurrección de Cristo a través del sacramento de la Reconciliación, y así la próxima semana vivir intensamente estos días santos.
Que el Señor los bendiga los proteja y que Santa María de Guadalupe los acompañe y les bendigo de corazón. La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Amén.