Mons J Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Queridos hermanos, les saludo con mucha alegría y amor de padre y pastor, deseando se encuentren bien. Domingo 11 del tiempo ordinario. En el evangelio de este domingo, san Marcos nos habla del Reino de Dios; es un tema central en los evangelios, es un tema fundamental que Cristo frecuentemente menciona.
Hoy utiliza dos parábolas que nos ayudan a comprender lo que es el Reino. Primero la parábola de la semilla sembrada en la tierra. El Reino de Dios se parece a la semilla sembrada en la tierra y que va creciendo, pero no sabemos cómo. Aparecen los tallos, las espigas, aparecen los granos en las espigas, hasta el fruto, como algo divino, algo misterioso, la gracia de Dios va actuando. Así es el Reino de Dios, Dios siembra la semilla en el hombre, en el corazón y sin que nos demos cuenta, va creciendo, va dando frutos abundantes.
Creo que ahí está el compromiso: tomar conciencia de que somos parte del Reino, por el hecho de estar bautizados formamos, unidos a Cristo, el Reino de Dios, y que cada bautizado está llamado a dar frutos. Pero hablamos de un crecimiento, Dios hace su obra en silencio, como dice la parábola, dejemos actuar la gracia.
Por eso desde la oración colecta así oramos: Señor Dios, fortaleza de los que en ti esperan… Él es nuestra fortaleza, esperamos en ti y esa actitud de espera nos va preparando para que la gracia de Dios obre en nosotros, y seguimos pidiendo: acude con tu amor bondadoso a nuestra vida, y lo importante: danos siempre la ayuda de tu gracia. Es la gracia de Dios que actúa, no se ve, no se percibe, pero actúa en la humanidad en la Iglesia, en la familia, en cada uno de nosotros, esa semilla se siembra y crece.
Al final de esa primera parábola dice: cuando los granos ya están maduros, el hombre echa mano de la hoz, se ha llegado la cosecha, el Señor espera los frutos, Él viene para la cosecha, quiere cosechar amor, fe, esperanza, reconciliación, amor, servicio a los demás, espera cosechar cosas buenas en cada uno de nosotros.
Así es que toma conciencia de que Dios siembra en tu corazón la semilla y la semilla es Cristo, la gracia que va creciendo, pero toma conciencia de esa gracia, presencia divina en nosotros y lleguemos a la madurez de la vida en Cristo para dar frutos abundantes.
La segunda parábola, igualmente sencilla, dice: El Reino de Dios es como una semilla de mostaza, que cuando se siembra es la más pequeña, pero una vez sembrada crece. Otra vez el tema de crecer, la fe debe crecer en nosotros, como la bondad y la espiritualidad deben crecer en nosotros de tal manera que esta semilla de mostaza, pequeñita, se convierta en un arbusto grande, cuyas ramas sirvan para que los pajaritos aniden.
Es una parábola sencilla, pero nos debe hacer tomar conciencia de que ese grano de mostaza es Dios, y mi vida debe crecer como dice la parábola, ser un gran árbol donde mis ramas estén fuertes y pueda yo acoger a todo mundo en la caridad, el amor y fraternidad.
En otro pasaje dice, el Reino de Dios es paz, justicia, verdad, amor, alegría. Debemos crecer en estos aspectos importantes que la humanidad necesita, crecer en el amor, en la verdad, en la justicia, en la paz.
Necesitamos de la gracia de Dios, solos no podemos, el Reino de Dios es vida, amor, presencia entre nosotros, danos tu gracia, aumenta en nosotros la fuerza de tu Espíritu y nosotros tomar conciencia de que soy parte del Reino de Dios y debo crecer en mi fe, en una vida cristiana intesa, para dar frutos abundantes.
¿Qué frutos estoy dando?, ¿muchos?, ¿algunos? ¿o de plano no doy frutos?, ¿cómo va mi vida de fe?, ¿cómo voy creciendo en la espiritualidad?, ¿cómo voy madurando mi compromiso cristiano? Pidamos a Dios: Danos siempre la ayuda de tu gracia, de tu presencia, de tu fuerza y de tu luz, y nosotros tomar conciencia y responderle con alegría, en lo familiar, en lo eclesial, que se traduzca en obras buenas hacia la sociedad en que vivimos, pues el Reino de Dios se debe manifestar en el mundo en la justicia, en la paz, en la fraternidad, en la solidaridad.
Que Dios te fortalezca y te bendiga abundantemente. Deseo que tengan una semana de bendiciones y que demos frutos abundantes como hoy nos dice el santo evangelio. Les abrazo y les mando mi bendición. Cuídense mucho.