Pbro. Oscar Enríquez
Con 57 años recién cumplidos en el ministerio sacerdotal, el padre Oscar Enríquez comparte sentimientos al acercarse la hora de su retiro el próximo 4 de septiembre, cuando entrega la parroquia Jesús Obrero…
Ana María Ibarra
Convencido de que Dios define los tiempos, como lo indica el Eclesiastés, y habiendo celebrado su aniversario sacerdotal número 57, el padre Oscar Enríquez se retirará a la Casa Sacerdotal San Juan XXIII, donde podrá descansar, pero sin dejar de prestar un servicio pastoral de acuerdo a su nueva etapa de vida.
Agradecido con Dios por su vocación, pero con un vaivén de sentimientos el sacerdote compartió con Presencia y, a través de este medio, con toda la comunidad, su sentir y su experiencia sacerdotal.
Agradecido y sereno
A un mes de que entregue la parroquia Jesús Obrero, el padre Oscar Enríquez espera ese momento consciente de que termina para él un ciclo e inicia uno nuevo.
“Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para cada cosa. Termina un ciclo de responsabilidad pastoral y sigue el ciclo de la jubilación. Tiempo nuevo sin una concreta responsabilidad institucional. Tiempo de descansar. Viviré, Dios mediante, en la casa sacerdotal y buscaré prestar algún servicio pastoral de acuerdo a un determinado contexto y a mi situación de salud. Y ciertamente seguiré participando en el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte”, compartió el padre Oscar.
El padre Oscar dijo estar convencido de haber tomado a tiempo la decisión de su retiro.
“Dios define los tiempos y nos ofrece otras oportunidades. Sin embargo, los sentimientos van y vienen y son como un nudo difícil de deshacer. Siento nostalgia por todo lo que dejo y se agolpan en mi cabeza tantos rostros, familias, encuentros, peregrinaciones, celebraciones… cuesta y duele alejarme de estas realidades”, expresó el sacerdote.
Por otra parte, añadió que experimenta incertidumbre ante el futuro pues está consciente de que con el tiempo disminuyen sus capacidades en todos los órdenes.
“Me siento agradecido con Dios por mi vocación sacerdotal. Contento de haber ejercido por 57 años el ministerio sacerdotal y arrepentido por las incoherencias vividas. Llevamos un tesoro en vasijas de barro. Estoy agradecido con todas las personas que de alguna manera colaboraron conmigo en las diferentes parroquias”, expresó.
Discernir el retiro
Desde que presentó la carta de renuncia, compartió el padre Oscar, entró en una etapa de discernimiento buscando ver con claridad el momento de su retiro.
“Dialogué con varios sacerdotes, con miembros de mi familia, con amigos y amigas de la parroquia, leí y medité varias reflexiones sobre la tercera edad y así me fui preparando. El futuro, como ya lo dije, es incierto, pero compartiré con los amigos gran parte de mi tiempo. Y además me integraré a los compañeros ya jubilados”.
Agregó que, aunque deja una comunidad, no deja ni las raíces ni el tronco eclesial.
“El futuro de un sacerdote es estrechar más la comunión y el seguimiento a Jesús Histórico, me refiero a la manera concreta, encarnada de cómo vivir su vida humana y asumir todo lo que implica”, señaló.
Alegrías ministeriales
El padre Oscar expresó que en estos 57 años de sacerdocio lo que más disfrutó fue el contexto en el que nació su vida sacerdotal.
“Nací al sacerdocio en tiempos del Concilio Vaticano II que pedía una renovación eclesial y poner la Iglesia al servicio del mundo. Nos pedía discernir los signos de los tiempos, ya que no se puede evangelizar sin ese discernimiento”, dijo.
Añadió que su sacerdocio nació también en el contexto de la Conferencia Episcopal de Medellín que hacía un llamado a trabajar por la paz y la justicia.
“El llamado era a hacer, como Iglesia, una opción por los pobres promoviendo las Comunidades Eclesiales de Base; y nací al sacerdocio en tiempos del señor obispo Manuel Talamás, que nos instaba a tiempo y a destiempo a evangelizar y a promover la renovación eclesial y las Comunidades Eclesiales de Base en toda la diócesis. Trabajar durante 20 años en promoviendo estas comunidades fue quizá el tiempo que más he disfrutado”.
Otra experiencia que dijo el padre Oscar haber disfrutado enormemente, es la misa dialogada todos los días siendo iluminado por los fieles y a la vez ayudando a ver y entender la vida a la luz del Evangelio.
Grandes retos
Durante su sacerdocio, señaló el padre Oscar, tuvo dos momentos que tuvo que confrontar, uno eclesial y otro social.
La primera de ellas fue cuando monseñor Manuel Talamas le pidió que aceptara que un equipo de laicos promoviera la Renovación Carismática en la parroquia de San Pedro y San Pablo, donde el padre Oscar era párroco y se promovía las Comunidades Eclesiales de Base.
“Me opuse argumentando que se trata de dos visiones diferentes de ser cristiano y de dos metodologías muy diversas, por no decir contrarias. Además, le hice ver que sería una fuente de conflictos y divisiones. Celebro su mesura, reflexión y capacidad de escucha. Envío el equipo a otra parroquia”, recordó.
En cuanto al momento social que enfrentó fue la etapa de violencia que vivió la ciudad del 2008 al 2012.
“Mas de 10 mil asesinados, más de 10 mil huérfanos, más de 100 mil desplazados, extorsiones, secuestros, masacres, etcétera. En ese marco sufrimos el allanamiento del centro Paso del Norte. Intentaban callarnos, inhibirnos. La respuesta nuestra fue significativa. Organizamos un taller coordinado por SERAPAZ de Ciudad de México y decidimos resistir y acompañar a las víctimas”, reiteró.
En ese resistir se dio prioridad a los casos de tortura y de desaparición de hombres. “Como ha dicho el Papa Francisco: la violencia y la inseguridad no debe ni paralizarnos, ni atrincherarnos. Hay que caminar y hacer camino en medio de las dificultades”, sentenció.
La fórmula: Seguir a Jesús
Ahora que se retira y que la diócesis cuenta con sacerdotes jóvenes, así como en el marco de los cambios de párrocos, el padre Oscar Enríquez invitó a los pastores a recordar el mensaje de las parábolas de estas semanas.
«Siembren el evangelio con generosidad, sean conscientes de la superficialidad, resistencias y el afán de las riquezas que ahogan el evangelio, y no olviden que los comienzos del Reino son pequeños, insignificantes como la semilla de mostaza. Perseveren a pesar de todo y asuman el reto de ver el mundo desde abajo”, dijo.
Y a la comunidad diocesana le recordó que la misión de Jesús es responsabilidad de toda la Iglesia, no solo de la jerarquía.
“Hay que tomar conciencia de los grandes desafíos que tenemos ante la cultura actual. Caminamos en contrasentido de la historia. En el fondo se trata de llevar una vida fiel al Evangelio y coherente en el seguimiento a Jesús. El que vive según el Espíritu de Cristo es el verdadero cristiano. El proyecto de Dios es salvarnos en comunidad”, finalizó.