Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucho amor y deseo se encuentren bien todos. Estamos en la quinta semana del Tiempo Ordinario. Hemos empezado un nuevo mes, intenso, porque hemos celebrado apenas el 2 de febrero la Vida Consagrada, la Candelaria, la Presentación del Señor.
Dos actitudes, dos cualidades
El Evangelio de san Mateo que este domingo ha sido proclamado es muy bello y nos lanza dos compromisos, dos actitudes que tenemos que vivir como discípulos de Cristo.
Comienza diciendo san Mateo: ‘les dijo Jesús dijo a sus discípulos -y hoy nos dice a ti y a a mí-: ustedes son la sal de la tierra. Tenemos que ir encontrando nuestra identidad ¿Quién soy? somos hijos de Dios y como esas dos figuras, descubrir y vivir nuestra condición de discípulos.
La sal da sabor a la comida, pero, cuando no había refrigeradores, también ayudaba a conservar las cosas. El discípulo que sigue a Jesús es sal de la tierra por darle sabor a la vida, al trabajo, a la familia, el sabor de Dios, el sabor del amor, de la paz, dependiendo de las circunstancias.
Entonces a nivel personal, familiar, como Iglesia y como sociedad, que seamos de verdad sal, darle sabor a la vida, pero el sabor de Dios, de Cristo, del amor.
Otro aspecto: conservar. Siendo sal tengo que conservar, trabajando, impulsando, evangelizando, perdonando con paciencia y dedicación, conservar la fe propia y de los demás, el amor de la familia, el apostolado, la paz tan necesaria.
La otra cualidad o tarea que nos invita el Evangelio es muy bella también: Ustedes son la luz del mundo. Precisamente el día 2 de febrero, decía el anciano Simeón a Jesús: Tú eres la luz del mundo, Cristo es la luz. Cuando fuiste bautizado se te dio la luz. Cuando renovamos nuestra promesa, el día de Pascua, y tú y yo unidos a Jesús.
Pero mi luz no es propia, la tomo de Cristo, por lo tanto estoy llamado a estar íntimamente unido a Cristo con la oración, la Eucaristía, la Palabra de Dios, para ser luz.
Brillar con buenas obras
Hay tantas realidades oscuras de tinieblas en el mundo, hoy y siempre. Hay guerras, pobreza, injusticia, tentados contra la vida, tantos problemas que tenemos que ser luz para que alumbre con obras, palabras, acciones, pensamientos.
No escondas tu luz, que no se apague, que la llama de tu fe y de tu amor arda e ilumine tu vida y las realidades donde vives: la iglesia, familia, matrimonio, sociedad, escuela, en todas partes ser luz.
Entonces son dos figuras muy bellas: Ustedes son sal de la tierra, ustedes son luz del mundo. ¿Cómo andamos? Y casi concluye el evangelio con algo muy bonito: que brille la luz de ustedes ante los hombres con buenas obras. Ahí está la clave: con buenas obras a ejemplo de Jesús, que pasó haciendo el bien, sanó, perdonó, expulsó a los demonios, consoló,… hacer el bien con sencillez, humildad y generosidad.
Sal y Luz
Hoy la Palabra de Dios es muy clara: Que seamos todos los cristianos católicos sal de la tierra y luz del mundo, y aparecerá la luz no mía, sino la luz de Cristo. Ser luz para que las tinieblas desaparezcan y brille la luz de Cristo en tu vida, en el mundo y en la Iglesia.
Como dice la Palabra de Dios, que brille la luz de ustedes ante los hombres con buenas obras, guiados siempre por el Espíritu Santo porque no podemos solos, entonces pedir la fuerza para ser luz y sal de la tierra, pedir el Espíritu, que es luz, que es fuego.
Queridos hermanos, los textos de este domingo son bellísimos, muy entendibles, prácticos. Los ejemplos que utiliza Jesús son entendibles y es clarísimo lo que es ser la sal, ser la luz y sobre todo lo que nos dice Isaías: hacer el bien y quitar de nosotros toda ofensa y maldad. Por eso el Salmo nos invita diciendo: el justo brilla como una luz en la tiniebla y Dios te ha justificado, Cristo te ha justificado para ser la luz en un mundo difícil, lleno de tinieblas. Les mando un fuerte abrazo con todo mi cariño y les doy la bendición de Dios Padre Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Un abrazo. Cuídense mucho.