Pbro Eduardo Alfonso Hayen Cuarón/ Director de Presencia
Los niños de México ya están recibiendo la educación sexual que ha preparado la Secretaría de Educación Pública para las escuelas: promoción de identidades sexuales, gráficos de besos de niñas con niñas, maquetas explícitas del aparato reproductor masculino para simular la eyaculación con jeringas, en fin, todo un entrenamiento para que los pequeños lleguen a transformarse en precoces maquinitas sexuales. Así serán muy felices ejerciendo su derecho a gobernar su cuerpo y a darle cuanto placer se les ocurra.
Veamos a dos oscuros personajes que idearon este tipo de educación que hoy beben los niños en la aulas y cuyos padres no pudieron hacer nada porque los niños ya dejaron de pertenecerles. Ahora los pequeños son propiedad del Estado Mexicano, quien es el que tiene muchas cosas íntimas para enseñarles.
El primer personaje es la señora Margaret Sanger, quien rindió cuentas a Dios en 1966 por sus ideas bastante torcidas y extrañas. Mareada por las ideas feministas de la época, la Sanger abrió su gran negocio del aborto que se fue multiplicando en aborterías como si fueran locales de cadena de hamburguesas, y que hoy es una multinacional que mata bebés por todo el mundo.
Sanger ayudó a financiar la píldora anticonceptiva Pincus, porque se aferraba a la idea de que las mujeres pudieran disfrutar del sexo, tanto como los hombres, y sin la tragedia de quedar embarazadas. Por eso Planned Parenthood –así se llaman las tienditas para abortar que la doña fundó– es una gran propulsora de la educación sexual escolar con condones gratuitos, eso sí, que ellos mismos fabrican y le venden a los gobiernos. La Sanger no era tonta. Sabía que enseñarles «sexo seguro» a los niños y adolescentes dispararía los embarazos y el número de niñas tocando las puertas de las aborterías. Negocio redondo.
El otro personaje cuyas ideas inspiraron la educación sexual escolar es Alfred Kinsey, un tipo bastante promiscuo y obsesionado que abandonó sus estudios sobre los insectos para dedicarse a explorar la sexualidad de las gentes, contratado en secreto por la Universidad de Indiana y pagado por la Fundación Rockefeller. A este tipo se le subieron las ideas de Darwin a la cabeza. Como el ser humano estaba en constante evolución, la sexualidad humana también tenía que evolucionar, y cualquiera que se interpusiera era acusado de frenar el proceso evolutivo. Para Kinsey, el aguafiestas de este progresismo de la sexualidad no podía ser otro que la moral cristiana.
A Kinsey lo llamaban «el misionero de la educación sexual». Fue quien elaboró en 1938 el primer proyecto de educación sexual escolar. A los pobres niños se les metía en la cabeza, ya desde entonces, que la anticoncepción y distintos tipos de relaciones sexuales eran lo normal en la conducta, y que la religión era represiva de las actividades sexuales. Por eso en aquellos años en México inició la llamada «educación socialista» con Lázaro Cárdenas, donde a los niños se les llegaba a quitar toda la ropa en el salón de clase, lo que desató la indignación de muchos padres de familia, que prefirieron sacar a sus hijos de las escuelas antes que exponerlos a aquellas rarezas educativas.
Sigmund Freud, con sus ideas de que la sexualidad está presente en todas las etapas de la vida, contaminó la mente de Kinsey, llevándolo a abusar de cientos de niños y hacer que sus mismos padres abusaran de ellos, siempre bajo la guía del profesor, todo cubierto bajo el velo de que se trataba de investigaciones científicas cuyos resultados anotaba rigurosamente. Daba rienda suelta a actos sexuales de todo tipo, y afirmaba que el matrimonio, el celibato, la virginidad, la castidad y el ascetismo eran las verdaderas perversiones de la cultura.
En 1947, míster Kinsey fundó en Indiana el Instituto para Estudios del Sexo, el cual se convirtió en el centro de elaboración de los programas de educación sexual escolar para exportarse a todo el mundo, en contubernio con Planned Parenthood y con el dinero de Rockefeller Foundation. Dicho instituto tiene hoy un estatus dentro de la ONU y es experto consejero sobre programas de educación sexual que se implementan «worldwide».
Así que cuando despidas con un besito y la bendición a tu niño que va «caminito de la escuela», recuerda que aquello que llamaban «templo del saber» ya no lo es tanto. Ahí los asecharán los fantasmas de Margaret Sanger, Alfred Kinsey, Sigmund Freud y muchos otros diseñadores de la revolución sexual. Con sus extravagancias, ellos lanzaron una verdadera bomba atómica que hoy destroza la inocencia a los niños y les cambia el formato original: «hombre y mujer los creó», para hacerlos emigrar hacia las nuevas identidades sexuales.