Pbro. Leonel Larios Medina/Rector de la Catedral de Parral
Hace más de una década leí una novela titulada: “El Sueño de un olivar” de la autora judío-estadounidense Deborah Rohan, ampliamente recomendada, que me ayudó a entender en parte el conflicto en tierra santa entre judíos y palestinos. En octubre del 2010 tuve la oportunidad de conocer esas latitudes donde caminó Jesús y pude constatar lo horrendos que son los muros entre países y el trato que daban los judíos a los palestinos.
Después de la segunda guerra mundial, en tiempos más cercanos, se ha convertido en un clásico el lamento del pueblo de Israel por el holocausto promovido por Hitler (recordemos que no solo murieron judíos, sino muchos cristianos, algunos de ellos mártires de la Iglesia católica). Entre el mar muerto y Jerusalén está el museo de la memoria, donde una gran maqueta presenta lo que antes era Jerusalén, y con fotografías la atrocidad del odio al querer acabar con un pueblo.
Nuevamente quisiera aclarar que mi opinión se basa en mis experiencias y en los pocos datos que nos ofrecen los medios ante un conflicto secular entre dos pueblos. Ante el ataque del grupo fundamentalista Islámico Hamás (que tomó como pretexto el maltrato a palestinos), perpetrado el sábado 7 de octubre, tomó por una extraña sorpresa al domo de hierro. Cientos de muertos en territorio israelí, la invasión de la frontera sur y la toma de rehenes empachangados, hizo enardecer la cólera, responder matando otros cientos y anunciando medidas exterminadoras de ese grupo ubicado en la franja de Gaza.
Unas de las medidas más drásticas y que ha tenido la condena de muchos países que han mostrado su apoyo a Israel para defenderse es el asedio, cortando la llegada de electricidad, gasolina y alimentos, a la sociedad civil, que poco creo esté encubriendo a este grupo que también los busca avasallar. Anuncio de venganza y exterminio, parecen palabras de Hitler, ahora puestas en otros labios. Aquellos que se promovían como víctimas, se ha pronunciado como verdugos.
Jamás podrá ser utilizado un medio malo para buscar fines buenos, en la básica moral, es consentir ya el mal en el corazón y dar su asentimiento como única solución. El tema de reconocer a Israel como Estado, la división del territorio tan valioso no por su petróleo sino por el significado religioso que tiene para las principales religiones monoteístas en el mundo, son elementos que no se habían resuelto con la diplomacia, y ahora quieren retomar a plomazos de misiles y de sangre civil.
Es condenable el ataque de este grupo rabioso y que no se identifica con el pueblo palestino, así como muchas reacciones que está tomando Israel, sin tener en cuenta los derechos humanos, que parecen desvanecerse desde 1945 cuando se creó la ONU y que no la dejan llegar a cumplir su centenario. Instituciones internacionales, vasallas del poderosos en turno, no parecen tener peso a la hora de los trancazos.
Surge en mi interior y quizá también en ti la pregunta: ¿qué puedo hacer yo a miles de kilómetros de esa guerra? Orar por los inocentes que sufren a causa de estos conflictos y ser verdaderos promotores de la paz. La venganza, el odio y el rencor, no deben ser parte de nuestra vida, dañan al que lo siente, y al que se lo dedican. Los niños aprenden el odio de los adultos, de actitudes ante la vida que distan mucho del Evangelio y de una sana filantropía. Oremos y trabajemos para que, un ataque como el de Hamás, jamás se vuelva a repetir.