Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Que tengan muy buen domingo. Les saludo con afecto, con amor de padre y pastor, siempre en esta relación de amor fraterno en nuestra querida Diócesis de Ciudad Juárez. Hemos terminado el Tiempo Pascual. Con la Solemnidad de Pentecostés se cierra un tiempo litúrgico fuerte de gozo, donde hemos celebrado la Resurrección del Señor. Retomamos el Tiempo Ordinario, pero este tiempo no significa que sea menos importante. En el Tiempo Ordinario reflexionamos y contemplamos todo el misterio de Cristo.
Este pasado jueves 8 de junio celebramos a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote hoy domingo celebramos la Santísima Trinidad, una solemnidad muy importante el domingo siguiente a Pentecostés: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios Trino y Uno, como confesamos en nuestro Credo. Es el amor, es la unidad en el amor mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El Padre Creador amoroso que nos da la vida, el Hijo que nos salva, que nos redime, da su vida por nosotros, nos llena de su amor, nos enseña a amarnos. Y el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, fuente de luz, fuente de gracia, fuente de santidad que conduce, que guía a la Iglesia.
La Santísima Trinidad presente en todo, en toda nuestra vida cristiana. Siempre la invocamos en cualquier acción, deporte, alimento, viajes, tareas, celebraciones, siempre la invocamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en la Eucaristía, siempre la invocamos en distintos momentos.
Es importante que la Santísima Trinidad esté presente en nuestra fe, en nuestra vida personal y comunitaria, como diócesis. Que deveras, queridos hermanos, la Santísima Trinidad nos aliente, nos fortalezca hoy y siempre a todos y cada uno de nosotros a creer en el amor.
El Evangelio de este domingo nos precisa aquello que da origen a la misión de Jesús, el amor de Dios Padre ¿cómo es este amor? es uno y trino, un amor que se da en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un amor que se expresa, se vive, se comparte en comunión, entre sí los tres, en comunión, pero un amor que se comparte, que se da a la creación entera, sobre todo al hombre, pues fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Un amor que es gratuito, Él me lo da generosamente y es un amor incondicional de parte de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Es un amor total, no poquito, no a medias. El amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es el amor total, es un amor liberador que transforma, que salva, que da la vida. Es un amor de Dios que nos da libertad y que nos enseña a vivir como hijos de Dios
“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”, así lo leemos en el santo Evangelio que acabamos de escuchar el día de hoy en san Juan. “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino tenga vida eterna”.
Hay que celebrar, reconocer, encarnar en nuestra vida a la Santísima Trinidad, no sólo como un acto de fe, pues no sólo es “creo”, sino también significa “vivir”. Estamos llamados a vivir a ejemplo de la Santísima Trinidad, que todo lo que hagamos personalmente, en nuestras familias, en la Iglesia, en la sociedad, sea reflejo de la presencia trinitaria entre nosotros, y eso se debe notar en el amor, en la unidad, en la generosidad.
Lo que recibimos gratuitamente de parte de Dios, todo su amor, tenemos que darlo, compartirlo también gratuitamente. Dar amor, vivir en amor, vivir en entrega, vivir en generosidad y qué mejor el próximo jueves.
Los invito también a vivir la Solemnidad del Corpus Cristi este jueves próximo 15 de junio, Solemnidad del Cuerpo y la sangre de Jesús que va a ser celebrado en esta ocasión cada quien por parroquias.
Queridos hermanos, los invito a que el próximo jueves asistan a sus parroquias a la Eucaristía del Corpus, a la procesión del Corpus, que es Cristo, el Hijo de Dios que sale al encuentro de todos. Él da ejemplo de salida, Él no quiere quedarse encerradito en el templo, en el Sagrario, que ahí esta y nosotros podemos ir a visitarlo y contemplarlo, sin duda alguna, en un lugar privilegiado. Ir a la iglesia, ir al Sagrario, a la capilla y estar con Él.
Él sale…eso significa la procesión del Corpus, Él sale a las calles, a las esquinas, a todas partes a manifestarnos su amor, el amor del Padre, el amor del Espíritu Santo manifestado en el que nosotros amemos a Cristo en su Cuerpo y su Sangre. Que lo admiremos, que lo adoremos, que lo reconozcamos y que al alimentarnos de Él nos llenemos de vida para, repito, en todo lo que hagamos, yo obispo, tú sacerdote, tú religioso, religiosa, tú laico, tú familia, tú parroquia, tú decanato, tú movimiento, tú, cada uno de nosotros, reflejemos la presencia trinitaria entre nosotros.
Amor, vida, libertad, gratuidad, entrega, servicio a los demás. Les saludo con afecto y amor, y los bendigo siempre. La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Amén.