Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con gran alegría y gozo, deseando para todos dicha, felicidad, amor desde Dios Padre que nos ama. Domingo VI del Tiempo Ordinario. El evangelio de hoy, junto con la primera lectura del profeta Jeremías, tocan el tema de la felicidad, de la dicha.
Creemos que estamos llamados por Dios a ser felices, hemos estado escuchando esta semana pasada en el Génesis cómo Dios creó al hombre, hizo la Creación y de alguna manera les dice: sean felices, dominen la tierra, multiplíquense. Y el Evangelio de hoy también toca la felicidad, Dios quiere que todos los seres humanos seamos felices.
Comienzo preguntándome y les pido que se pregunten: ¿Soy feliz?, ¿soy dichoso? ¿vivo una felicidad o dicha plena? Otra pregunta para hacerme sería ¿En qué baso mi dicha?, ¿cuál es el sustento de mi felicidad?
El Evangelio pone siempre dos caminos: el camino del Amor, el camino que es Dios, que es Cristo, ese es el camino que nos lleva a la verdadera felicidad. Inclusive llegamos a decir “la alegría del Evangelio”. Es Cristo quien nos da la verdadera alegría.
¿Qué nos propone como camino Jesús? Dichosos los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios; dichosos los que tienen hambre, porque serán saciados; dichosos los que lloran, porque serán consolados. Aparentemente es camino de sufrimiento.
Les comparto lo que yo entiendo de este camino: es el camino del amor, del sencillo, del humilde, como dice el profeta Jeremías: ‘bendito el hombre que confía en el Señor, y pone en Dios su esperanza -añade el profeta-.
Desde mi fe les comparto lo que para mí es la dicha: es Dios, es Jesús, seguir a Jesús por ese camino de amor, de entrega y ser feliz en lo que soy. Si soy obispo, ser bueno, ser buen sacerdote; quienes viven en el matrimonio, ser felices en su matrimonio, lo que significa amor entrega, donación, la felicidad es amar a sus hijos, y eso implica dar la vida, renunciar a mí mismo y entregarme a mi apostolado porque confío en Dios, porque pongo mi esperanza en Él, dice el profeta.
Ese es el camino, es la propuesta de dicha y felicidad, está en Dios la fuente de la dicha y de la alegría plena, es servir a Dios y ser feliz y esforzarse por ser feliz amando.
El otro camino que el evangelio de san Lucas señala como un falso camino, son el dinero, la fama, el egoísmo. Lo dice de esta manera: ‘Ay de ustedes, los ricos’, si lo que ustedes tienen en su corazón es el dinero, los bienes materiales, hay quienes creen falsamente que eso los hace felices, pero son caminos equivocados. ¡Ay de ustedes!, lo repite varias veces en el Evangelio. Entonces son los caminos: el camino de Dios, de darme al otro, cada uno en su vocación, haciendo las cosas bien, haciendo a un lado las tentaciones. Y el camino del dinero, poder, egoísmo, soberbia, de poner mi corazón en lo material.
Vuelvo a citar al profeta Jeremías, que dice: “bendito el hombre que confía en Dios y pone su esperanza en Él, pero también dice: ‘maldito el hombre que confía en el hombre, que pone en él su fuerza y se aparta del Señor’. Su corazón se aleja de Dios y agrega: ‘vivirá la aridez del desierto. ¡Que expresión tan fuerte del profeta Jeremías!
¿Cómo es mi vida? ¿como un vergel?, ¿como una selva donde hay agua y fruta?, ¿soy feliz sirviendo a los demás, o vivo -como dice el profeta-, en la aridez del desierto?
Hoy la Palabra de Dios nos invita a ser felices, y para nosotros que creemos, el camino de la felicidad es confiar en Dios.
Leamos y meditemos el Salmo que nos dice: ‘Dichoso el hombre que pone su confianza en el Señor, que no se deja guiar por mundanos criterios.
El criterio para nosotros es Dios y el que pone su confianza en el Señor es como un árbol plantado junto al río, que florece. Que nuestra vida esté plantada junto a la fuente de vida, que es Dios, porque así, en la oración, en la Eucaristía, mi vida florecerá.
Queridos hermanos, seamos felices no con los criterios del mundo, sino por la fe. Y nuestra esperanza está puesta en Cristo.
Dice el papa en este Año Jubilar, Jubileo de la Esperanza: ‘pongamos nuestra espranza en Dios, esperanza que no defrauda. Recomiendo un libro del Papa Francisco “La esperanza no defrauda nunca” para este tiempo jubilar, que va de acuerdo a lo que hoy escuchamos en el Evangelio y del profeta Jeremías. Digamos también: ‘Dichoso el hombre que confía en el Señor y pone en dios su esperanza’. Seamos felices y preguntémonos nuestros criterios de felicidad, que para nosotros es Cristo.
La bendición de Dios Todo poderoso permanezca con ustedes. Un abrazo, buena semana.