Presencia
Con un decreto aprobado el pasado mes de enero, a partir del 4 de febrero en el estado de Nayarit quedó prohibida la la interpretación y reproducción de narcocorridos y otros géneros musicales que hagan apología del delito.
De acuerdo a información publicada en medios de comunicación nacionales, la medida fue impulsada por el gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero y aprobada por el Congreso del Estado con el objetivo evitar la difusión de mensajes que promuevan la violencia y estilos de vida delictivos.
Esta prohibición aplica para géneros musicales como los llamados corridos tumbados, corridos bélicos, corridos progresivos, corridos alterados y cualquier otro subgénero que exalte actividades ilícitas.
Se informó la prohibición aplica para la reproduccion en grabaciones o interpretación en vivo en espacios públicos y eventos masivos. Otros estados con esta limitante son Chihuahua, Baja California y Sinaloa.
Por ello la pregunta de esta semana es:
¿Cómo afectan los narcocorridos a nuestros jóvenes y cómo se podría sustituir el gusto por una música más constructiva?
Parece ser que cada vez más adolescentes y jóvenes abrazan la narcocultura. En algunos muchachos puede ser que todo quede en una moda que abrazan temporalmente, pero en otros más bien parece que adoptan todo un estilo de vida. En este contexto, los narcocorridos son solamente una de las expresiones de la narcocultura, en la cual a los varones se les muestra una vida de excesos en el consumo de sustancias, capacidad para estar con muchas mujeres atractivas, alto poder adquisitivo que se traduce en tener carros, casas, ropa de diseñador, etcétera, así como se muestra una gran facilidad para evadir la ley o estar por encima de ella gracias al dinero; por parte de las mujeres, se les muestra un mundo en el que pueden tener tanto cuanto se les antoje, así como se les muestra una normalización de las cirugías estéticas, por mencionar algunas cosas.
Tomando como referencia la teoría del aprendizaje observacional de Albert Bandura, los jóvenes, tanto hombres como mujeres, estarían adoptando a los artistas de los narcocorridos como modelo aspiracional debido a las aparentes ganancias, placeres o ventajas del modo de vida que dichos artistas reflejan en pantalla. Es normal que el adolescente promedio encuentre como llamativas estas cosas o que, en su afán de pertenecer a algún grupo, aparenten ciertos comportamientos con tal de ser validados o aceptados. También es normal que el adolescente promedio no sepa discernir de estas cuestiones cuando no tiene guías que le enseñen a analizarlas críticamente o, peor aún, cuando sus mismos ejemplos en el hogar le han expuesto o inducido, activa o pasivamente, a este tipo de contenido.
No quiero ser pesimista, pero creo que es sumamente complicado sustituir gustos al adolescente promedio, más cuando es en la adolescencia cuando tendemos a ser más rebeldes ante las figuras de autoridad. Sin embargo, unas de las cuestiones que pueden ayudar es el cambio conductual en los modelos (p. ej. papá y mamá); es decir, mientras los modelos en casa consuman narcocorridos o productos de la narcocultura, sería bastante contradictorio pedirle al adolescente que no lo haga, pero si los modelos muestran otro tipo de conductas, puede que se incentive el cambio en el adolescente. Por otro lado, otra cuestión que puede ayudar es presentarle retos al adolescente, por ejemplo sembrarle dudas acerca de si cree que lo que reflejan los narcocorridos van acorde con la realidad, pero también presentarle espacios de escucha y diálogo más que de imposición y adoctrinamiento.
Mtro. Enrique Olvera/Psicólogo y docente universitario
La música influye directamente en el estado de ánimo y la actitud de las personas. Existen estudios que demuestran que la exposición constante a letras con contenido violento puede hacer que la violencia se perciba como algo normal o aceptable. Un claro ejemplo son los narcocorridos, que romantizan el crimen y el estilo de vida del narcotráfico, afectando especialmente a los jóvenes, quienes muchas veces siguen estas tendencias por moda sin considerar su impacto.
A menudo, los jóvenes ignoran los consejos de sus padres, maestros o familiares mayores y continúan escuchando este tipo de música, incluso por rebeldía.
Como católicos, debemos predicar con el ejemplo, consumiendo y promoviendo música que transmita mensajes constructivos y positivos.
La música secular no está peleada con los valores; existen géneros y artistas que combinan ritmos modernos con letras que inspiran valores positivos. Por ello, es fundamental fomentar una cultura musical edificante que motive el desarrollo personal.
La música es una herramienta poderosa y está en nuestras manos elegir y difundir contenidos que inspiren motivación, armonía y un impacto positivo en la sociedad.
Mtra. María Monserrat Camargo/ Docente de la Escuela de Música Canta y Camina
La adolescencia es una etapa importante en el desarrollo de la personalidad, caracterizada por una gran influencia del entorno debido a la construcción de la identidad. En este contexto, los narcocorridos pueden ejercer un impacto significativo, ya que presentan historias de éxito basadas en poder y dinero, obtenido de manera aparentemente sencilla y sin consecuencias delictivas. Además, estos relatos pueden normalizar la idea de que la violencia es un medio legítimo para alcanzar el éxito, transmitiendo el mensaje de que lograr objetivos a través de actos violentos es aceptable. Esta percepción influye tanto en la toma de decisiones de los jóvenes como en la construcción de su identidad, es decir, en lo que aspiran a ser y en sus ideales de vida.
En algunas zonas con problemas socioeconómicos, los adolescentes pueden llegar a ver el estilo de vida de los narcotraficantes como una opción viable y socialmente aceptada. La constante repetición de frases en estas canciones refuerza esta idea, haciéndola parecer normal. Por lo tanto, los narcocorridos pueden influir en la percepción y las decisiones de muchos adolescentes, especialmente en aquellos que se encuentran en contextos vulnerables.
Psic. Adriana Castañón/Psicóloga