Pbro. Armando Benavides/ Párroco de Santo Niño de Atocha
Si queremos ser discípulos de Jesús, tenemos que ser como Él. Aún más, Jesús nos está
llamando a que lo sigamos con todo el corazón, y esto significa que estamos dispuestos a dejar transformarnos por su gracia y según sus criterios.
Hoy en su palabra, recibimos el mensaje de la paciencia y misericordia de Dios frente al hombre pecador. Es que Dios, aun siendo omnipotente, juzga con misericordia y nos gobierna con delicadeza (v. 18), dice la 1a lectura. Realmente esta es una gran lección para nosotros los discípulos, pues también experimentamos la impaciencia y el coraje cuando alguien nos ofende. Nuestra reacción ante las ofensas a veces nos puede llevar al deseo de venganza y de hacer justicia a nuestra manera, por lo cual Jesús nos previene y nos ofrece no solo el camino del autocontrol, sino el camino de la paciencia y la esperanza. El último párrafo de esta primera lectura nos dice: “has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta”.
Fuertes y pacientes
El ritmo de la paciencia no se lleva siempre con facilidad, especialmente en nuestro mundo tan acelerado y tecnificado, pero es el camino que nos muestra Dios para superar el mal en el corazón y en el mundo. La 2a lectura, del cap. 8 a los Romanos, nos da otra clave para poder ser fuertes y pacientes: “El Espíritu viene en nuestra ayuda en nuestra debilidad… el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen”. Es decir, que para ser pacientes, hemos de dejarnos guiar por el Espíritu y tener nuestros momentos y espacios de oración. El discípulo de Jesús, no puede dejarse llevar por el trajín del mundo, aunque vivamos en medio de él. Debemos fortalecer nuestro espíritu en Dios, en una oración paciente y confiada, dejando que la semilla de su amor que ha sido sembrada en nuestro corazón crezca en la esperanza. Esto no significa que podamos evadir o ignorar el dolor y las heridas que dejan las ofensas y los problemas de la vida, al contrario, hemos de pedir a Dios el valor y la gracia, para ir sanando esas heridas con el ungüento de la misericordia.
Oración
En este tiempo de pandemia, podemos aprovechar para crecer en la paciencia, para pedir la sanación de las experiencias difíciles de nuestra vida. Pero también puede ser la oportunidad para ser instrumento de esa “dulce esperanza” para aquel hermano a nuestro lado que vive el dolor de una pérdida o atraviesa por un momento de dificultad.
Oración: “Señor Jesús, tú que eres el sembrador del amor en el mundo, concédenos experimentar tu gran amor y lealtad, como dice el salmo 85. Concédenos ser también semilla de esperanza en nuestra familia y en nuestra sociedad. Que tu Iglesia sea la “buena semilla” y que sea fuerte, a pesar de la cizaña que está a su lado”.