Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Buen domingo a todos. Siempre con alegría, en comunión fraterna como padre y pastor, les saludo con mucho afecto este domingo.
Concluímos, por así decirlo, un período de tres domingos muy relacionados. Hace dos domingos, la corrección fraterna; el domingo pasado, el perdón, llamados a perdonar siempre con alegría y hoy la invitación muy concreta de parte de Cristo es: a trabajar en el Reino de Dios. él es el señor que sale a contratar jornaleros para su viña, hagamos caso a la invitación: no te escondas, no ignores la invitación de parte de Cristo, no le des la espalda a la invitación el Señor que sale a contratar, es decir, nos invita personalmente a trabajar, en la mañana, al mediodía, al caer la tarde, lo importante es que Él nos busca, sale a nuestro encuentro y nos invita personalmente a trabajar.
¿Qué nos ofrece? un denario por jornada, es decir, nos ofrece la vida, nos ofrece el amor, nos ofrece el Reino, nos ofrece su cuerpo y su sangre, se nos da Él. El denario es Él, es el Espíritu Santo, es la gracia de Dios, es su amor que nunca nos va a faltar y a todos nos da lo mismo, al que empezó a trabajar a las 6 de la mañana, al que comienza a trabajar a las 2 de la tarde o a las 6 de la tarde, a todos, dice el texto, les dio su denario, a todos nos da su amor, a todos nos invita a trabajar con humildad, con alegría, con sencillez en el Reino de Dios, en el trabajo de la construcción del Reino de Dios.
Ir a la Viña
En la Iglesia, en el pueblo de Dios no caben las envidias, no caben las rivalidades, no caben los intereses, no voy a buscar un privilegio, un primer puesto, favores muy personales ¡no!, lo único que debo de esperar es el amor de Dios, es la gracia de Dios, su presencia, su amor, su Palabra, su Cuerpo, su Sangre para seguir trabajando, seguir con alegría y empeño, seguir con dedicación.
Por eso va diciendo “ustedes vayan también a mi viña’, al final, cuando algunos le reclaman pensando que recibirían una paga mayor, el señor les llama la atención: ‘yo soy un Señor bueno que doy el denario, que doy mi amor a todos por igual, sin distinción. Los últimos serán los primeros, los primeros serán los últimos, termina diciendo el evangelio.
Poner atención e invocarlo
Te invito a poner atención todos los días, el Señor sale a tu encuentro y te invita a trabajar. ¿Estoy preparado para responder a Dios y decirle sí quiero trabajar en tu viña? ¿Qué frutos espera Dios en mí como obispo? ¿en tí como sacerdote, como matrimonio, padre o madre de familia, como hermano, como hijo, como estudiante, como niño? ¿qué frutos estamos llamados a dar?: el amor, trabajar en la viña es trabajar con amor, con esperanza, con caridad, con entrega, anunciar el evangelio, dar testimonio de mi fe, celebrar la fe, orar, hacer el bien, ayudar al prójimo, construir el Reino de Dios, trabajar en la Viña del Señor. Por eso en la primera lectura del profeta Isaías, nos hace dos recomendaciones: busquen al Señor , pero Él toma la iniciativa, Él es el que da el primer paso, Él sale a mi encuentro, pero yo también estoy atento, debo estar atento y buscar con el corazón al Señor.
La otra recomendación es ¡invócalo!, invoca al señor mientras esté cerca, invocar al Señor, alabarlo con nuestros labios, con nuestro corazón, con nuestra palabra, siempre volver a Dios invocando al Señor.
Si no busco a Dios, si no lo invoco, si no respondo positivamente correré el riesgo de apartarme de Él, seguiré mis planes y no los de Él. Por eso dice Isaías en palabras de Dios, ‘mis planes no son sus planes, mis caminos no son sus caminos’. No debe pasar eso. Mis caminos son los caminos de Dios, no los míos; mis planes deben ser los planes de Dios.
Por eso hay que buscar al Señor, invocarlo siempre, descubrir cuál es el plan que Dios tiene para ti, a qué te invita a trabajar en la viña, como cristiano, como hijo de Dios principalmente, ya después a mí como obispo, como sacerdote, como religioso o religiosa, como matrimonio, pero todos como hijos de Dios.
Estar con el Señor
Trabajar en la Viña del Señor es la clave de toda esta respuesta, es lo que nos dice san Pablo en la carta a los Filipenses: ‘mi vida es Cristo’. Ahí está la clave para entender, para vivir el Reino de Dios: hay que estar convencidos de que ‘mi vida es Cristo’, esta es la clave de la vida cristiana, es la clave del apóstol, del discípulo: ‘mi vida es Cristo’.
En la medida en que entendamos esto y sigamos el ejemplo de Pablo, entonces esa presencia de Cristo en mí dará sentido a todo lo que hacemos, a todo lo que digamos, a nuestros pensamientos, palabras, sentimientos y acciones.
Lo mejor es estar con el Señor, es estar con Cristo. Por eso, queridos hermanos, que tengamos ese dinamismo de fe, de fuerza, de Espíritu Santo, invocar al Señor, Él está cerca de nosotros, Él nos busca y nosotros debemos corresponder igual, estar cerca de Dios. Yo estoy cerca de Dios, es el dinamismo de su amor: Dios me ama, Dios sale a mi encuentro, Dios me busca, Dios me invita y espera de mí una respuesta generosa: ‘sí Señor, aquí estoy para trabajar contigo, para servirte en cada uno de mis hermanos’.
A todos los saludo con afecto de padre y pastor y los bendigo: la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes.