Lectio Divina correspondiente al domingo 25 de mayo. VI Domingo de Pascua. Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/ IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Juan 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”.
Ahora hagámonos las siguientes preguntas:
¿En qué se caracteriza la persona que ama y no ama a Jesús?
¿Cómo será la relación de Jesús y el Padre con quien cumple la palabra?
¿Qué dice Jesús sobre el Padre?
¿Cuáles son las dos acciones que realizará el Espíritu Santo?
¿Qué característica tiene la paz que deja y da Jesús?
Ante la despedida de Jesús ¿cómo deben reaccionar los discípulos?
¿Para qué les ha dicho Jesús estas palabras a los discípulos?
Interioricemos en el texto
El Evangelio forma parte del discurso de despedida de Jesús donde resalta el deseo de permanecer unido con sus discípulos para siempre. Esto no significa que se va y desaparece, al contrario, da a entender que Él es el camino hacia el Padre. Quien ama a Jesús cumplirá su Palabra que es custodiar, seguir y vivir a partir de sus enseñanzas tanto en lo dicho como en lo hecho. Quien lo hace, es amado también por el Padre y se convierte en su morada. ¡Ya no hay separación ni distancia entre Dios y el hombre! Esta realidad había comenzado con Jesucristo, el Verbo Encarnado, que puso su morada entre nosotros (Juan 1, 14) y que con su presencia se han encontrado el cielo y la tierra (Juan 1, 51). Por ello, Jesús exhorta a los discípulos a alegrarse con Él, a no desfallecer ante lo que se avecina y a creer. Los discípulos de Jesús no estarán solos, los acompañará el Espíritu Santo, el Consolador, que enviará el Padre en su nombre para enseñarles todas las cosas y recordarles todo lo dicho, es decir, comprender el verdadero sentido de las palabras y acciones de Jesús tras la resurrección (cfr. Juan 12, 16). La exigencia para el discípulo es hacer vida las palabras y acciones de Jesús reflejando así la presencia de Dios en la tierra. Es hermoso pensar y vivir desde la paz que ofrece Jesús no como un deseo de que al otro le vaya bien, sino de una realidad que es un don que solo Él puede conceder ya que es fruto de su unión intima con el Padre. Viene del amor y, amar como Jesús, es acoger su Palabra y hacerla vida.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
¿Me dejo conducir por el Espíritu Santo? ¿Busco actuar según las palabras y obras de Jesucristo?
¿En qué se caracteriza el amor y la paz que doy en mi entorno?
¿Qué estamos haciendo de las enseñanzas de Jesucristo? ¿Las guardamos, presentamos y vivimos fielmente o las manipulamos y suavizamos para no “incomodar”?
En mi comunidad ¿qué espíritu reina? ¿En qué podemos decir que está presente el Espíritu Santo?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
que has prometido ser morada en aquel que escucha tu palabra y la guarda,
envíanos el Espíritu Santo para que nos acompañe
y vivamos con valentía tus enseñanzas.
Que seamos portadores de tu paz
llevando tu presencia y alegría a
quienes sufren y no te conocen.
Amén
- Contemplación:
Para la contemplación repitamos varias veces durante la semana un versículo de la Sagrada Escritura para que alimente nuestra fe:
«La paz les dejo, mi paz les doy» (Juan 14, 27).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
¡Vivamos la alegría de la Pascua en el amor y la paz que nos da Jesús!
Propuesta: Seamos signos de la presencia de Dios compartiendo ese don del amor y la paz que hemos recibido visitando a una persona enferma o en soledad. Apóyala según tus posibilidades y háblale de Dios.