Diana Adriano
Con motivo del Día de Muertos, el pasado 01 de noviembre se celebró la tradicional Misa Binacional por los migrantes fallecidos en su intento de cruzar hacia Estados Unidos. Aunque este año no se pudo realizar como en ediciones anteriores, a mitad del río Bravo, la ceremonia se llevó a cabo con la misma fe y esperanza que caracteriza a las comunidades de ambos lados de la frontera.

El padre Francisco Bueno, director de Casa del Migrante en Ciudad Juárez, explicó que esta misa, celebrada cada año en torno al 2 de noviembre, tiene un profundo sentido de oración y memoria por todas las personas que han perdido la vida buscando una existencia digna.
“Es una situación difícil, y no solo por los migrantes que buscan cruzar a Estados Unidos, sino por todos los que han fallecido en el mundo intentando buscar una vida plena”, expresó el sacerdote. 
Debido a las dificultades actuales en la frontera, por primera vez en 30 años la celebración se realizó únicamente del lado estadounidense, en el área de Fort Bliss, junto a la malla fronteriza.
“Hoy estamos en este sitio, que es el más cerca del muro al que podemos llegar, aunque no tiene vista completa o participación del lado de Ciudad Juárez. La frontera es ahora una zona de defensa nacional de lado a lado, una extensión de la base militar de Fort Bliss”, se escuchó al iniciar la celebración.
Aun así, el simbolismo del encuentro permaneció intacto: una comunidad dividida por el muro, pero unida por la fe y la oración.

“Estuvimos pegados a la malla lo más posible, fue un momento muy especial de compartir de manera binacional”, comentó el padre Francisco.
En la celebración participaron el obispo de El Paso, Mark J. Seitz; el obispo auxiliar de El Paso, Anthony C. Celino; y el obispo de Las Cruces, Peter Baldacchino. El obispo de Ciudad Juárez, don José Guadalupe Torres Campos no pudo asistir debido a que se encuentra en recuperación médica, pero fue representado por el padre Francisco Bueno.
Por Ciudad Juárez también estuvo presente el padre Guillermo Morton, párroco de Corpus Christi en Anapra, quien trabaja directamente con personas en situación de movilidad.

Construir puentes
La misa coincidió con la solemnidad de Todos los Santos, un contexto que acentuó el sentido de comunión y esperanza. Los presentes elevaron plegarias por las almas de los migrantes y de todas aquellas personas que, al dejar su tierra, buscan un futuro mejor.
“Fue una misa cargada de mucho valor y sentimiento. Estábamos tocando esa realidad de la gente que busca algo mejor para sus vidas y se encuentra con un muro de gran altura”, compartió el director de Casa del Migrante.
Más allá de una tradición religiosa, esta misa binacional se ha convertido en un símbolo de solidaridad y denuncia ante la crisis migratoria que se vive en la frontera norte de México, reflexionó el presbítero. Cada año, los asistentes recuerdan que detrás de las cifras hay rostros, nombres e historias de esperanza truncadas.
Con fe, oración y compromiso, la comunidad fronteriza reafirmó su deseo de “construir la paz en la frontera”, un mensaje que el padre Francisco subrayó como el verdadero propósito de este encuentro.
“Podemos orar por ellos y no ser ajenos a la realidad que viven. La fe nos llama a mirar al otro con compasión y a seguir construyendo puentes, no muros”, concluyó.



































































