Mons J. Guadalupe Torres Campos
Con grande alegría les saludo deseando se encuentren muy bien. Domingo 12 del Tiempo ordinario. El evangelio de san Marcos narra un momento muy particular de los discípulos con Jesús, un momento fuerte que nos enseña a afrontar la vida con determinación, con fe y confianza en Dios.
Comienza diciendo el evangelio: ‘Jesús dijo a los discípulos, vamos a la otra orilla del lago’, andan de un lugar para otro, predica aquí y allá y siempre los discípulos lo acompañan. Primera enseñanza: también a nosotros nos dice “Vengan, vamos a la otra orilla”, ¿A dónde me está invitando hoy Jesús?, ¿cómo aplico a mi vida esta invitación?
Jesús te invita a la creatividad, a seguirlo en distintas circunstancias…Jesús me lanza, me invita a estar con Él en las circunstancias de la vida.
Dice el texto que subieron en una barca. Jesús en este pasaje primero se nos presenta muy humano ¿Por qué? esta cansado, fatigado, ni tiempo para comer, y al subirse a la barca se duerme, es un Jesús humano, necesita descansar, recuperar fuerzas
Duerme tranquilo porque está cansado, pero también porque confía en su padre Dios, como hombre también pone su confianza en Dios. Aquí me pregunto ¿cómo son nuestros descansos?, valga la expresión, ¿dormimos en paz, en tranquilidad? Ahí Jesús nos enseña a descansar desde la confianza del Señor. Habrá difíciles momentos, muchas cosas pendientes, pero voy a descansar, quiero estar tranquilo, confío en Dios, me encomiendo.
Es un Jesús muy humano, pero también vienen momentos difíciles, complicados. De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y los discípulos asustados. Ahí está la diferencia: Jesús tranquilo, dormido, y los discípulos, asustados.
Y lo despiertan, desesperados: ‘¿no te importa que nos hundamos, maestro?’ Y Jesús, tranquilo, no les dice nada, se vuelve hacia el mar y manifiesta la parte divina, se dirige hacia el viento y le dice, ¡Cállate, enmudece! Está el hombre, está el Dios; tiene el poder y la autoridad para mandar al viento de esta manera. El viento cesó y sobrevino una gran calma.
Esta parte del evangelio nos remonta al libro de Job: el Señor habló a Job desde la tormenta… el poder de Dios por encima del mar. Jesús dice: ¡Cállate, enmudece!, y el mar calló. Vino la calma.
Queridos hermanos, seguramente nos encontramos en circunstancias así. La vida es como estar en medio del mar, con dificultades; tenemos nuestras propias tormentas y vientos que nos azotan y nos encontramos desesperados, con miedo, asustados, somos muy humanos, débiles, frágiles, tenemos nuestros miedos y esta acción de Jesús nos debe llevar a confiar más en Dios, poner nuestra confianza en Dios.
Hace ocho días, vimos cómo el Señor siembra y la gracia actúa, así hoy, en medio de las dificultades, dejar actuar la gracia de Dios que nos da calma y serenidad, confianza en Dios y también entre nosotros.
Sobrevino la calma y entonces Jesús cuestiona a los discípulos: ¿Por qué tienen tanto miedo?, ¿Aún no tienen fe? Y aquí me pregunto ¿cómo ando, tengo mis miedos? ¡Claro que sí!, muchos miedos, y todos los tenemos. ¿Cómo los afronto?, ¿con calma?, ¿con tranquilidad?, ¿confío en Dios?, ¿cómo anda mi fe?
Hay que confiar en Dios que te da la gracia, te ilumina, entonces debemos buscar en esos momentos de tormenta, la calma, la gracia de Dios.
Los apóstoles quedan asombrados del poder de Cristo, y al final el evangelio concluye con una pregunta muy interesante de los discípulos: ¿Quién es este a quien hasta el viento y el mar obedecen?
Debemos preguntarnos ¿Quién es Jesús? conocerlo, percibirlo. Porque puede ser que nuestro conocimiento de Dios se quede en la idea y no hemos llegado a un conocimiento más profundo. Por una parte ¿Quién es este?, pero también una segunda pregunta -que no está ahí, pero debemos hacer- ¿Quién soy yo?: esa relación de Cristo con nosotros y nosotros con Cristo.
Son textos hermosos los de este domingo ordinario. Vamos a reflexionarlos, a aplicarlos en nuestra vida. Todos tenemos nuestras tormentas, pero Jesús está, no nos abandona nunca, es mi fuerza, es mi defensa y mi salvación, pero hay que conocerlo y confiar en Él. Pidámosle: aumenta, Señor, mi fe, fortaléceme.
Buen domingo y buena semana. Les doy la bendición de Dios Todopoderoso. Cuídense.