Aleteia
Está tan trillada esa frase de “Te tengo envidia, pero de la buena”, como tratando de excusar algún pequeño -o gran- malestar o intranquilidad interior por el bien que mi prójimo posee. ¡Cuántas veces la habré dicho -o sentido- yo!
La envidia es la tristeza o pesar del bien ajeno; el deseo de algo que no se posee. Así es, la envidia es esa sensación de malestar por no tener lo que el otro tiene, ya sean cualidades, experiencias vividas, talentos, virtudes, dones, o cualquier otro tipo de bienes o posesiones.
Por lo tanto, aquí desechamos esa frasecita de¨tengo o siento envidia de la buena”. La envidia jamás será algo edificante, por lo tanto, valdría la pena identificar si lo que siento es realmente envidia o un simple y noble deseo de mi corazón por algo que me hubiera gustado poseer y eso lo sabré por la emoción o sensación que se genere en mi interior.
Por ejemplo, puedo observar en ti algo que a mí me hubiera gustado tener como un papá amoroso, una familia unida, una casa grande, muchos hijos, una gran voz para cantar, etc. Sin embargo, el que tú tengas eso que yo no, a mí no me genera ningún malestar ni desasosiego, por lo tanto, ya no es envidia. Al contrario, yo gozo y me alegro el que tú poseas aquello que yo no tengo; de todo corazón siento placer el que tú goces de eso que yo noblemente deseo y no poseo. Es decir, tu felicidad alegra mi alma.
Otra perspectiva
Ahora bien, si lo que siento es una profunda autocompasión por mí, me siento víctima porque yo no tengo nada de eso, me causa un profundo malestar, rabia o tristeza y no me permite gozar y ser agradecido por lo que tengo, entonces ya es envidia, tal cual.
Aquí es muy importante que diferenciemos 2 situaciones: cuando soy yo quien siente la envidia y la otra, cuando soy yo la persona que genera la envidia. Te compartiré algunos puntos de cada situación, mismos que te sugiero tomes en cuenta para que logres lidiar mejor con ella.
Ya escuchamos los consejos del padre Víctor Vega para lucha por la envidia cuando somos nosotros quienes la sentimos. Ahora, consejos para cuanto seas tú a quien envidian:
* Es muy importante que -desde la humildad- reconozcas y aceptes que tienes todo el derecho de no caerles bien a todos y que puedes generar envidia en alguno que otro. Ten bien claro que eso no te define y que si te rechazan no te rechazan a ti sino a aquello que ven en ti y que de manera personal no han podido superar.
* Muestra aceptación y una profunda compasión por los que te envidian porque generalmente esas personitas traen detrás una historia de dolor muy pesada y lo que menos necesitan es tu rechazo sino tu amor y comprensión. Por lo tanto, si eres creyente te invito a que reces por ellos pidiendo a Dios que les dé la capacidad de ver todas las bendiciones que ellos tienen en sus vidas.
* Sigue brillando y da aún más frutos manteniendo tu ego a raya y evitando la soberbia y la vanidad. El que tengas una luz que probablemente opaque los ojos de muchos no significa que seas más que nadie. Recuerda que, aunque todos tengamos distintos talentos, en dignidad somos igualitos. Así que tómate una buena dosis de “egocentrina” para mantener a tu ego centradito y en su lugar.
* Si te das cuenta, todo lo que te presente se trabaja en primera persona. El trabajo es tuyo y el que la envidia no sea una opción en tu vida depende solo de ti.
Oración vs la envidia
En este momento en que me encuentro en oración en Tus brazos, Jesús, te pido la gracia de ser libre de este veneno que es la envidia, traída al mundo por Satanás. Señor, te pido que vengas en auxilio de mis flaquezas y mis debilidades.
Entrego de todo corazón a Ti, Señor, todos los momentos en que experimenté el sentimiento de envidia, ya sea con amistades o con bienes materiales. Te pido, Espíritu Santo, que vengas sobre mi corazón y sobre mi vida, liberándome de las raíces de la envidia.
Ven, Espíritu Santo de Dios, dame un corazón puro y simple, que se alegra con aquello que soy y que tengo. Ven, Espíritu Santo, abre mis ojos a las riquezas que poseo.
Ven, Espíritu Santo de Dios, blíndame con tu poder para que me proteja de los envidiosos que quieren perjudicarme a mí y a mis familiares.
Renuncio a toda envidia en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!