Ramón Enrique Rodríguez Alonso/ Caridad y Verdad
Todos en alguna ocasión hemos escuchado una poesía, quizá no seamos expertos en su composición, pero no es necesario saberlo para que nos atrape, capte nuestra atención y desate emociones, a veces tristes, a veces alegres, lo que nadie puede negar es que causa un movimiento interior.
Con esta analogía me gustaría describir la participación política, aunque el Papa Francisco la utiliza para hablar de los movimientos populares, en esta ocasión me gustaría referirla a ella, concretamente a la política partidista.
De alguna u otra manera nos vemos inmersos en el mundo de la política partidista, aunque no seamos expertos en ella; por ejercer el voto, por la afectación que pueden hacer a nuestras finanzas ciertas decisiones políticas, por una opinión o un debate en torno al perfil de algún candidato, etc. Es aquí donde aparecen los momentos tristes y los momentos alegres. Empezaré con los tristes.
Cultura política
Cada proceso electoral viene acompañado de un despilfarro de recursos públicos, de traiciones, de redentores, de personas que velan únicamente por el beneficio propio sin importar que dañan a los demás. Quizá hemos escuchado a gente que promueve el voto a favor de algún candidato y lo defiende con espada desenvainada porque ha negociado beneficios con el grupo, sector, sindicato, etc. al que pertenece sin ver más allá de daño que puede provocar a todo un país, inclusive a las generaciones futuras. También escuchamos propuestas y propuestas irrealizables que juegan con la esperanza de tanta gente y que la usan para crear bandos opuestos que fracturan las relaciones sociales.
Estos fenómenos sociales, cada proceso electoral, son frecuentes y, desgraciadamente, forman parte de la cultura de una gran cantidad de personas, aquel que lo niegue simplemente está alejado de la realidad.
Así como surgen los momentos tristes, también, aparecen lo momentos alegres y prometedores. Nos encontramos con ciudadanos que se involucran activamente en la participación; con ciudadanos que conocen las propuestas de los candidatos y con base en ellas ejercen su elección; surgen políticos con un verdadero “amor social” por el país y por las personas, comprometidos para transformar las realidades sociales más empobrecidas; etc.
Bien común
Estos momentos que causan alegría y esperanza son los que necesitamos en México y en el mundo entero, esta es la clase de política partidista que necesitamos, como se enuncia en Fratelli Tutti (178) retomando a Laudato Si´ “la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo”.
La invitación a todos, ciudadanos y políticos partidistas, a que ante los momentos tristes o alegres que nos presenta la realidad nos dejemos mover por el bien común de la sociedad y seamos verdaderos “poetas sociales, que trabajan, proponen y liberan” (Fratelli Tutti 169).