Antes de partir de vuelta a Europa, Franco Coppola, nuncio apostólico de México hasta este primero de enero de 2022, da un último vistazo a México en el siguiente diálogo que concedió a la agencia VCNoticias:
Felipe Monroy/Periodista católico
Franco Coppola llegó a México el 28 de septiembre del 2016 como representante del papa Francisco, apenas seis meses después de la visita del pontífice a la nación mexicana y luego de éste evaluara personalmente el perfil diplomático-pastoral que necesitaba para hacerlo presente ante las autoridades civiles y eclesiásticas del país que aún conserva el segundo sitio entre las naciones con más católicos del orbe.
Tras cinco años de servicio en México, Coppola ha sido llamado por el Papa para asumir la representación diplomática de la Santa Sede en Bélgica, el corazón de Europa, y en Luxemburgo.
Coppola pasó momentos luminosos y otros ciertamente difíciles durante su servicio como Nuncio Apostólico en México: Un radical cambio de administración federal, una también notable transición dentro de los liderazgos en el episcopado mexicano y, a pesar de haber sufrido un accidente que le tuvo convaleciente varios meses, recorrió buena parte del territorio poniendo énfasis en algunas de las dolorosas periferias mexicanas marcadas por la pobreza, la violencia, la marginación y la falta de oportunidades. Quedarán para la posteridad sendas visitas a las zonas damnificadas por los sismos del 2017 y su audaz incursión a Aguililla, Michoacán, durante una de las más crudas crisis de violencia e inseguridad en la región de Tierra Caliente.
Antes de partir de vuelta a Europa, Coppola da un último vistazo a México y entre sus actos de despedida (que incluirá una pequeña recepción de despedida y una ceremonia en la Basílica de Guadalupe el 1° de enero del 2022) ofreció el siguiente diálogo a la agencia VCNoticias:
En estos cinco años como Nuncio Apostólico en México tuvo oportunidad de encontrarse con un país inmenso y con una gran cantidad de comunidades, ¿Qué gestos, experiencias o esencias se lleva de este país y esta Iglesia mexicana?
Salgo del país con algunas impresiones. Por un lado, impresionado por la acogida que recibí de su parte. Yo era un perfecto desconocido para ustedes pero me acogieron con generosidad por mi función, como representante del Papa. Siempre gocé de respeto, de atención, de puertas abiertas en todas las diócesis; me invitaron a todos lados. Estoy seguro que no por lo que soy sino por mi función de representar al Papa, es claro que la jerarquía católica en México tiene mucha relación con el Papa y le es fiel… aunque a veces quizá les puede costar serlo según las indicaciones que el Papa da, pero tienen fuerte esta relación.
¿Cuáles fueron las primeras apreciaciones que tuvo del pueblo mexicano y, después de estos años, algo habrá cambiado? ¿Somos el mismo país al que usted llegó aquí?
No. Es claro que no es el mismo país. Cinco años no son un gran lapso de tiempo pero me parece que México es un país vivo y por ser vivo, vive, camina, crece. En algunos aspectos pienso que hay avances y en otros, no. No se ha encontrado el camino para enfrentarlos y, por lo tanto, algunos problemas han ido empeorando. Esto es lógico porque cuando uno tiene una enfermedad debe tratarla para sanar, de lo contrario va empeorando.
«En lo político, tengo que reconocer que siempre he tenido buena acogida de parte de todos, tanto del gobierno de Peña Nieto como del presidente López Obrador y las distintas autoridades con las que he tenido que tratar».
Durante el gobierno de Peña Nieto, por ejemplo, se nos manifestó la posibilidad de una reforma de la Ley de Asociaciones Religiosas y se trabajó mucho, en colaboración con la Secretaría de Gobernación y con las demás iglesias. Llegamos a un proyecto de ley consensuado con las iglesias y con Gobernación que se presentó a finales del 2017 o inicios del 2018 que era ya periodo electoral.
Sin embargo, fueron suficientes algunos comentarios periodísticos hostiles que veían una amenaza a la laicidad del Estado mexicano para bloquear todo. Pero, hay que decirlo, no se trataba en absoluto de amenazar la laicidad sino de permitir al Estado mexicano tener una laicidad adecuada a nuestros tiempos actuales.
«El Estado mexicano tiene una laicidad parecida a la de la Revolución francesa, de hace dos siglos, como si el tiempo no hubiera pasado».
Me parece raro que una juez -con todo el respeto que hay que tener por los jueces-, diga que no es posible aceptar que un cardenal sugiera a los ciudadanos católicos el pedir a Dios ‘luz’ antes de ir a las elecciones a votar, sin dar ninguna indicación de un partido sí o no, contra o pro; sólo pedir ‘luz’ a Dios. Si esto no se puede aceptar -como dijo la juez en la sentencia-, no veo cómo este Estado se pueda llamar laico. Es un estado ateo, no laico. Porque no acepta que se pueda nombrar siquiera el nombre de Dios.
Es claro que hay mucho por hacer en materia de laicidad y libertad religiosa; pero ¿qué decir sobre otros asuntos de libertades y principios? ¿Sobre los asuntos referentes a la vida y la familia? ¿Hay avances o son parte de las ‘enfermedades’ que aún no tienen cura?
No. Es un tema complicado. Llegué a México cuando el presidente Peña había presentado un proyecto para el matrimonio así dicho igualitario y después de las elecciones en que la ciudadanía había manifestado su inconformidad. Justo hubo varias manifestaciones en todo el país para manifestar la inconformidad con esta posición. Tengo que reconocer, que el gobierno en ese momento se dio cuenta de cuánto estaba equivocada esta iniciativa. El propio presidente se dio cuenta y pidió que no se tratara ni se diera seguimiento, aceptó que se retirara.
Hubo también, en esas ocasiones, muchas denuncias ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) a propósito de la manera de expresarse de los obispos en estos meses. Se hicieron todos los trámites, se explicaron largamente y detalladamente las posiciones por cada uno de los denunciados y finalmente el gobierno reconoció que los clérigos no se habían extralimitado de sus derechos como ciudadanos.
«Por eso, el trabajo [en materia de libertad religiosa] con el anterior gobierno fue importante, daba esperanza de dar un paso hacia adelante, importante para todo el país. Pero no se pudo realizar; probablemente porque en el mismo gobierno, en su interior, no todos pensaban que esto fuera oportuno. Ya se sabe que en tiempo de elecciones, el cálculo electoral puede tener más peso que lo realmente importante. De hecho, no se concluyó; es un proyecto que está allí o no sé si está, pero quedó en el cajón».
¿Qué informe le dejará al próximo nuncio apostólico? ¿Qué tipo de México se encontrará y de qué manera hay que caminarlo, conocerlo y entenderlo para hacer un buen servicio tanto diplomático como apostólico?
México es un país grande, es un país que está abierto a todo lo que pasa en el mundo; no es un país aislado. Tiene un recurso más que el resto del primer mundo o de los países occidentales, Europa y Estados Unidos no tienen. México está abierto a esta realidad, la respira, la recibe como ellos; pero tiene un recurso añadido que lo diferencia: Tiene un pueblo muy vivo religiosamente y tiene a la Virgen de Guadalupe, es algo que los demás no tienen. Viniendo de Europa, sé que es un recurso muy importante y muy diferente.
Los desafíos que el mundo moderno pone a la Iglesia son importantes y no siempre ha encontrado la manera de seguir anunciando la buena nueva de Jesucristo, su Resurrección y su presencia entre nosotros a las generaciones de hoy. Aquí en México, como en el resto del mundo, también la Iglesia tiene dificultad de anunciarlo a las nuevas generaciones. Pero tenemos aún apoyo de las generaciones de adultos y adultos mayores. Pienso que en Europa y EU este apoyo es mucho menor; aquí se tiene un apoyo en la población adulta y también hay muchos muchachos que responden y viven la fe, pero desafortunadamente son una pequeña minoría. (Publicado en VCNoticias)