Entrevista al sacerdote jesuita Ricardo Lapuente, quien impartió un retiro espiritual de silencio en Ciudad Juárez y nos habla de la importancia de la oración y el silencio.
“Hablamos demasiado, oramos muy poco y la oración requiere del silencio… a veces creemos que orar es repetir oraciones de memoria, pero orar es abrir el corazón a la palabra de Él”.
Así lo expresó el sacedote jesuita Ricardo Lapuente, servidor en la Diócesis de Torreón, Coahuila, quien visitó Ciudad Juárez para impartir un retiro espiritual en silencio, en torno al Año de la Misericordia decretado por el Papa Francisco.
“Me pidieron que nos prepararanos para el Año de la misericordia que ha proclamado el papa Francisco, que el Señor nos diga qué es la misericordia, porque él nos lo dice: quiero misericordia y no sacrificios”, dijo sobre el retiro organizado por el Centro Familiar para la Integración y Crecimiento, A. C.
Durante su estancia en esta ciudad el padre Lapuente habló con Periódico Presencia sobre la importancia de la oración y el silencio, como semillas con las que Jesús puede dar fruto.
Aquí la entrevista:
¿Por qué se conoce como a este retiro de silencio como “espiritualidad para el siglo XXI”?
Ese nombre es porque nuestra fe tiene retos en cada año que se vive, no solamente cada siglo sino cada año. Nuestra fe es algo estático como un cuadro de un pintor maravilloso, que lo mismo vale que en el siglo XII, que en el siglo XIII.
Nuestra fe es una semilla viva y bueno, yo diría cada siglo, cada año, cada día tiene una flor nueva que dar para que nuestra fe se actualice y se acomode viva en la necesidad de este tiempo.
¿Porqué es importante vivir el silencio y la oración?
Solamente en el silencio la semilla sembrada por Jesús puede dar fruto. El silencio es como el fondo de un zurco donde cae una semilla, si esa semilla no está en el silencio, no puede recibir el calor, el agua que lo haga germinar. Solamente en el silencio la palabra del Señor puede germinar, soy consciente que a nuestro culto le falta mucho el silencio, abundan las palabras.
Nos faltan ratitos de silencio o ‘ratotes’ de silencio, tendrían que ser más para que esa Palabra pueda germinar, pueda dar fruto. Hablamos demasiado, oramos muy poco, y la oración requiere del silencio. A veces creemos que orar es repetir oraciones de memoria, pero orar es abrir el corazón a la Palabra de Él.
Ordinariamente empezamos nuestra oración:
Abre Señor mis labios y mi boca proclamará tu alabanza; tendríamos que empezarla así: abre Señor los oídos de mi corazón para escuchar tu Palabra…y después podré escucharte, no antes.
Por eso creo que es tan importante el silencio y la oración silenciosa. Ejercitarnos en ese silencio de escucha, porque en ese silencio hace eco la palabra de Jesús que se nos transmite a través del evangelio y de los signos de los tiempos. No podemos interpretar, ni discernir los signos de los tiempos, tenemos que callarnos y ver qué nos está diciendo Dios a nivel personal, a nivel Iglesia, a nivel sociedad, a nivel mundo. Necesitamos silencio, como el oxígeno, para respirar así lo necesitamos.
¿De qué otra forma podemos hacer oración? ¿Qué nos recomienda?
Para encontrar a Dios hay que abrir los ojos. No se trata de filosofar, no de cosas extraordinarias. Son los cuatro evangelios… abre los ojos y lo mirarás en la Creación; ¿qué nos acaba de decir el papa Francisco?, es nuestra casa el mundo, pero no la sabemos ver, no vemos los árboles, no vemos las nubes, no vemos el cielo, no sentimos el frio, el calor, buscamos lo artificial. ¡Abre los ojos, contempla esta casa! como lo dijo Francisco de Asís.
Padre usted es Jesuita como el papa, cómo diría usted que la espiritualidad jesuita está cambiando la Iglesia, ¿cree que es así por la espiritualidad y liderazgo del papa Francisco y qué representa para usted esto como jesuita?
Está cambiando la Iglesia por la fuerza de Jesús, es el único que puede cambiar, y si el papa Francisco está influyendo tanto es porque sabe a Evangelio, es porque lo que dice y lo que hace sabe a Evangelio, pero no es él ni su particular espiritualidad, es Jesús de Nazareth.
La fuerza del Evangelio es la única que puede cambiar al mundo y la única que puede tocar esos niveles hondos del hombre; no es la espiritualidad particular que tenga el papa Francisco, el que sea jesuita, no es eso… es la espiritualidad del Evangelio.
Abordará en este retiro el tema de la misericordia. ¿Cómo podemos ser misericordiosos?
Aprendiendo del que es misericordioso. Lo dijo Él con esas palabras: aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón… y ¿cómo voy a aprender?, ¡míralo, contémplalo!
Muchas veces Jesús es el grande ausente en nuestra Iglesia…al hacerlo presente, caer en la cuenta que está presente, Él nos enseñara a ser mansos y humildes, nos enseñará a ser misericordiosos y aceptar que somos pecadores, para que tenga misericordia con nosotros.
¿Por qué el papa termina sus alocuciones diciendo que pidan por él?… porque él se siente limitado, por eso la misericordia es de ida y vuelta: no podremos ser misericordiosos con los demás si no hemos nosotros tenido experiencia de ser tratados con misericordia.[td_smart_list_end]
RECUADRITO
Tarahumaras, los descartados de Chihuahua
El sacerdote jesuita trabajó durante 18 años en la Sierra Tarahumara, en la atención espiritual a los rarámuris. Consultada su opinión sobre la realidad que vive esta etnia, el padre Lapuente afirmó que los tarahumaras son los “descartados” de Chihuahua.
“Aquí hay colonias de personas que fueron expulsadas… la frase que usa el papa Francisco es “descartada” y muchos indígenas han sido descartados por la pobreza, por la explotación que se hace de esa Sierra de Chihuahua… y (los tarahumaras) tienen que venir a la ciudad.
Aquí pierden su identidad y pierden su fe, es una grande tristeza. Me tocó ver su tristeza, como se iban de aquellos ranchos, de aquellas barrancas porque ya no tenían para comer y aquí, pidiendo limosna en un semáforo, pues llevan algo a sus hijos”.
¡Deseo que la paz viva en esta ciudad!
-Pbro. Ricardo Lapuente, SJ