Lectio Divina correspondiente al domingo 05 de enero. La Epifanía del Señor
Samuel Pérez/IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Mateo 2, 1-12.
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Ahora hagámonos las siguientes preguntas:
¿En dónde nació Jesús y quién reinaba en ese tiempo?
¿De dónde procedían los magos y por qué fueron a Jerusalén?
Al enterarse el rey Herodes de esto ¿qué sucedió?
Según el profeta, ¿dónde habría de nacer el Mesías y qué será para el pueblo de Israel?
Interioricemos en el texto
El Evangelio de este domingo de la Epifanía (manifestación) del Señor, se narra el hecho maravilloso de los magos (sabios) que procedían de oriente, es decir, desde un lugar muy lejano para encontrarse con el Mesías y adorarlo. En la tradición cristiana, estos sabios se fueron concibiendo como reyes probablemente por las citas del Salmo 72, 10-11 e Isaías 49,7. Su actitud contrasta con la de Herodes ya que ellos buscan por sí mismos al Mesías para adorarlo mientras él lo hace investigando y con la única intención de matarlo. Herodes era el rey para la mayoría de los judíos y al saber que nacería el Mesías que reinaría en Israel se llenaron de temor porque pensaban que perderían el poder y dominio. En cambio, los sabios extranjeros dejaron todo para encontrarse con el Mesías y lo reconocen como rey e Hijo de Dios. Así lo simbolizan las ofrendas que le entregaron: oro por su realeza, incienso por su divinidad y mirra por su humanidad. La estrella es símbolo del Mesías que nacería y conduce a los paganos, los no judíos, a la luz de la fe. A partir de la Encarnación del Hijo de Dios, nadie es lejano ni extranjero, todos somos hermanos. Este hecho genera una vida de temor y sin sentido para quien rechaza la presencia de Dios en su vida, en cambio, suscita la alegría, esperanza y unidad para quien reconoce al Niño Jesús como el Mesías-Rey, el Salvador del Mundo.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
¿En qué me hacen reflexionar las actitudes de Herodes y la mayoría de los judíos con la de los sabios de oriente?
El Niño Jesús ha nacido para todos y es el Salvador del Mundo ¿Qué principios debemos tener presente en nuestra vida y comunidades desde la conciencia que Dios no es exclusivo ni pertenece particularmente a nuestros grupos ni a quienes solo piensen como nosotros?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Dios Padre,
gracias por la presencia salvadora de tu Hijo que,
al encarnarse y nacer como uno de nosotros,
nos llama a superar todo tipo de barreras e ideologías
y nos enseña que todos somos hermanos.
Que encarnemos con nuestra vida la fe que poseemos
reflejada en el amor, caridad y unidad.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces durante la semana un versículo de la Sagrada Escritura para que alimente nuestra fe:
«Que te adoren, Señor, todos los pueblos»
(Salmo 71).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
En este nuevo año, como los reyes magos, pongámonos en camino para encontrar al Mesías Rey. Ellos lo encontraron gracias a lo escrito por el profeta. ¡La Sagrada Escritura nos lleva a Dios!
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