Presentamos siete Dolores que padeció su familia y ella misma, en su camino a la santidad
«Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra», decía Santa Teresa del Niño Jesús o también conocida como Santa Teresa de Lisieux, cuya fiesta se celebra hoy primero de octubre. Es patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia.
Santa Teresa vivió solo 24 años: nació un 2 de enero de 1873 y murió el 30 de septiembre de 1897. Un año después de su muerte, a partir de sus escritos, se publicó el libro “Historia de un alma” que conquistó al mundo porque dio a conocer lo mucho que había amado esta religiosa a Jesús.
Fue proclamada Doctora de la Iglesia por San Juan Pablo II, quien el 19 de octubre de 1997 dijo: “Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz es la más joven de los ‘Doctores de la Iglesia’, pero su ardiente itinerario espiritual manifiesta tal madurez, y las intuiciones de fe expresadas en sus escritos son tan vastas y profundas, que le merecen un lugar entre los grandes maestros del espíritu”.
Los siete Dolores de santa Teresita de Jesús y su familia
Santa Teresita del Niño Jesús y sus padres -los esposos Celia y Luis Martin, que serán canonizados el próximo 18 de octubre-, tuvieron una vida familiar profundamente marcada por la cruz y el dolor e hicieron de esas tribulaciones un camino de santidad.
- Extrema exigencia
Tanto Luis como Celia fueron hijos de padres militares, cristianos de fe viva. Sin embargo, los padres de Celia la criaron con extrema rudeza, autoritarismo y exigencia. Tanto así que en una de sus cartas dijo que su infancia y juventud fueron tristes “como un sudario”. Se sabe que la madre de Celia era una mujer de muy mal carácter.
- Rechazados para la vida religiosa
Celia estudió en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua y Luis con los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). Durante su juventud, ella pidió formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y él quiso ingresar al Monasterio del Gran San Bernardo. Sin embargo, ambos fueron rechazados, y cuando se conocieron, quedaron impresionados.
- La pérdida de los hijos
Se conocieron, enamoraron y tres meses después de su primer encuentro se casaron. Al haber cultivado una vida de fe muy profunda, llevaron una matrimonio ejemplar con Misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente y participación en la vida parroquial. De esta unión nacieron nueve hijos, pero sufrieron la muerte prematura de cuatro de ellos. Entre las cinco hijas que sobrevivieron se encontraba la pequeña Santa Teresita del Niño Jesús.
- El cáncer
A los 45 años, Celia fue diagnosticada de un tumor en el pecho y vivió su enfermedad con mucha esperanza cristiana hasta su muerte en 1877. Luis tuvo que sacar adelante a su familia. Luego se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia, y la tía Celina lo ayudó a cuidar de las hijas. Más adelante las cinco serían religiosas, cuatro en el Carmelo y una en la Visitación.
- Holocausto para Dios
Luis desarrolló una enfermedad que le fue restando fuerzas y capacidades. Llegó a perder sus facultades mentales y fue internado en el sanatorio del Buen Salvador en Caen. En ocasiones tenía periodos de alivio y tuvo la plena facultad de ofrecerse como víctima de holocausto a Dios. Partió a la Casa del Padre en julio de 1894.
- Camino de soledad
Santa Teresita sufrió mucho con la muerte de su mamá y escogió a su hermana Paulina como su segunda madre. Con el tiempo Paulina entró en el Carmelo y la pequeña Teresa cayó gravemente enferma con síntomas alarmantes de regresión infantil, alucinaciones y hasta anorexia. El 13 de mayo de 1883, después de varios novenarios de Misas y oración, una imagen de la Virgen María sonrió a Teresa y quedó curada súbitamente. Posteriormente la Santa también sufriría por la enfermedad de su amado padre, quien la llamaba “su reinecita”.
- Firmes ante las adversidades
En una ocasión Santa Teresita escribió: “Tuve la dicha de pertenecer a unos padres incomparables, que nos rodearon de los mismos cuidados y cariños… Quería Jesús sin duda, en su amor, hacerme conocer a la madre incomparable que me había dado, y a la que su divina mano quería a toda prisa coronar en el cielo… Mis primeros recuerdos guardan la huella de las más tiernas sonrisas y caricias… Amaba yo mucho a papá y a mamá, y les demostraba de mil maneras mi ternura”.
“Nuestro padre querido bebería la más amarga, la más humillante de todas las copas… El 29 de julio del año pasado, Dios rompió las ataduras mortales de su incomparable servidor, llamándole a la recompensa eterna” (Tomado de “Historia de un alma”).
Así se expresó de su familia, la gran Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y Patrona de las misiones, quien así como sus padres, mantuvo su fe en el Señor, a pesar de las desgracias y enfermedades que también se vive hoy en muchas familias del mundo.
(publicado en Aciprensa)