Andrés Morones/Comentarista católico
En el marco de la Jornada Mundial de la Juventud que se realiza en esta ocasión en Cracovia donde el Papa Francisco ha tenido un maravilloso encuentro con jóvenes de todo el mundo, nos merece la pena reflexionar sobre cómo está nuestro camino de fe; es momento de hacer un alto en el camino y preguntarnos: ¿Cómo está mi relación con Dios?
Para nadie es un secreto la situación tan complicada que vivimos actualmente como sociedad, momentos en los que en resumidas cuentas, podemos decir que sale a relucir la gran falta de Dios que hay en este tiempo. Sin embargo, no es mi objetivo hablar de aquellas cosas que bien sabemos, y no es por evadir, sino porque personalmente considero que al enfocar nuestra mente en la situación y sólo utilizar la lástima y la indiferencia, colaboramos para que eso que sucede se propague y haya un aumento de sinsentido en el ser humano de hoy.
Prefiero en esta ocasión hablar de dos términos que van ligados fuertemente y que nos ayudan, por supuesto en primer lugar de manera personal, y después por obvias razones, el beneficio se irá dando de manera colectiva o comunitaria para hacer de este mundo un mejor lugar. Ellos son la Esperanza y la Compasión.
Decía antes que el sentir lástima es una manera de colaborar para que la esperanza no llegue al corazón de cada persona y que esto se vuelva un verdadero caos, no sólo por lo que sucede afuera, sino porque interiormente el vacío que genera sentir lástima es muy grande y consume velozmente nuestro ser. Recuerdo las palabras del Papa Francisco en aquella visita al estado de Michoacán, donde se dirigió (como lo hará en Cracovia, por cierto) principalmente a los jóvenes, pero conviene que cada uno, joven de edad o de espíritu, tomemos estas palabras y las hagamos resonar en nuestro interior: “La principal amenaza a la esperanza es el discurso que desvaloriza”. No necesariamente el término desvalorizar se refiere a utilizar palabras altisonantes contra uno mismo, o contra una o más personas, sino que se da en el momento en que decidimos juzgar sin conocer, donde pobreteamos al prójimo sin razón alguna, donde decidimos por moda o como decimos vulgarmente “por hacer bola” estereotipar a la sociedad y dividirla en grupos y creemos que uno u otro grupo es más que otro por ciertas características o ideologías.
Francisco decía también “hemos perdido el encanto del encuentro, de caminar juntos”. Esto nos invita a ir poco a poco revisando nuestras relaciones personales, desde luego iniciando por uno mismo, luego la relación con nuestra familia, amigos, si tenemos pareja, compañeros de escuela o trabajo, vecinos. No podemos seguir mostrando indiferencia, ser de los que se quejan ‘porque las calles se inundan con la lluvia’ mientras tiramos basura a las calles y provocamos que el drenaje se tape. “La esperanza nace de la experiencia de que no todo está perdido” mencionaba también el Papa en aquél discurso. Vale muchísimo la pena tener siempre en mente estas palabras, pero no sólo eso, porque estaríamos cayendo en el sentimiento de lástima; a lo que estamos llamados es a pensar y vivir la compasión, ser compañeros de camino de los hermanos que sufren de una forma u otra y que necesitan de nosotros y sobre todo de nuestras oraciones. La mejor forma de demostrar a alguien que nos importa en realidad, es orando por él.
‘Bienaventurados los misericordiosos, porque recibirán Misericordia’ dice el lema de la Jornada Mundial de la Juventud. Esta vivencia de las bienaventuranzas, poner en acción la misericordia nos llevará a tener una gran conversión, enderezar caminos y levantar la mirada hacia Aquél que nos da la fuerza para no perder la esperanza y que es ejemplo perfecto de compasión y Misericordia.
Termina el Papa con estas bellas palabras que si las volvemos oración vamos a encontrar la paz que necesitamos: “La solución es Cristo, Él nos invita a convertir el corazón. En Jesús encontramos a Aquél que enciende lo mejor de cada uno”. Creo que el momento adecuado para sacar lo mejor de cada uno, compadecernos, volver a encantarnos del encuentro con el prójimo es hoy más que nunca…