En el quinto capítulo de Amoris Laetitita, el papa señala la mística del sacramento del matrimonio como expresión que tiene un profundo carácter social. Es decir, si el matrimonio está unido, si la familia está unida, esa familia sólida es una escuela de carácter social.
Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Seguimos reflexionando sobre el capítulo quinto de la exhortación apostólica Amoris Laetitita, que lleva el títutlo “Amor que se vuelve fecundo”
El papa aparte también invita a los hijos saber ser hijos, también así, como es la vocación de ser padres, también es la vocación de ser hijos. A nadie hace bien perder la conciencia de ser hijo, ¡que nunca perdamos la conciencia de ser hijo!: soy hijo, tengo mi papá, mi mamá…El papa hace referencia en ese sentido al cuarto mandamiento: “Amarás a tu padre y a tu madre”, así que no pierdas la conciencia de que eres hijo, de que tienes una historia, tienes a tus padres que te engendraron, que Dios, a través de ellos te dio la vida, entonces tú siempre hacer referencia de amor, respeto y reconocimiento: Soy hijo, estoy unido a mis papás. Una sociedad de hijos que no honran a sus padres, es una sociedad sin honor. Efectivamente, en un mundo súper moderno, de avanzada, donde se resalta más la tecnología y la ciencia, el individualismo, se pierde el honor.
Que nosotros como mexicanos, que nosotros en la Diócesis de Ciudad Juárez, tú y yo y todos, conservemos lo maravilloso que es la familia, el valor de la familia, el valor de ser hijo, de ser papá, de ser mamá.
También el papa hace especial hincapié sobre los ancianos, y toca un texto del salmo 71 en el versículo 9 y dice “no me rechaces ahora en la vejez, que me van faltando las fuerzas, no me abandones”. Utiliza este texto el papa para decir lo siguiente: este es el clamor del anciano que teme el olvido y el desprecio en esas sociedades súper modernas. Cómo vemos que los ancianos son como desechados, ya no los ven, ya no los procuran, estorban, los recluímos en un asilo y ya no sabemos más de ellos. decimos, que el Estado los cuide, que el Estado los procure, ¡no!, es en conciencia de todo ser humano que tengamos especial cuidado atención, amor y respeto por los ancianos. Dice, la Iglesia no puede y no quiere conformarse a una mentalidad de intolerancia, mucho menos de indiferencia y desprecio a los ancianos. La Iglesia debe procurar promover y asistir que las familias cuiden y protejan a nuestros mayores como algo valioso, como algo importante en la vida de toda familia.
Por eso el papa San Juan Pablo II nos invita a poner atención al lugar del anciano en la familia.
El papa también insiste mucho en el ser hermanos. La relación entre los hermanos se profundiza con el paso del tiempo, y el vínculo de la fraternidad que se forma en la familia, entre los hijos que seamos, que nos veamos como hermanos, que nos ayudemos como hermanos, que haya un vínculo fraterno, que se fomente ese amor, cariño, respeto, ayuda entre los hermanos, entre los hijos. Si se da esto en un clima de educación abierta, en un clima de educación hacia la fraternidad, hacia el vínculo fraterno, es una riqueza, es una gracia, es una forma de educar a los hijos para que en el futuro sean buenos papás. Entre hermanos se aprende la convivencia humana, no sé qué puedan decir de ese caso, en mi caso éramos quince hijos, quince hermanos. Antes eran 10, 7, 5… ahora 1, 2 ó 3. Lo importante, aunque sean 1, 2 ó 3 hijos en la vida, pero que sea la convivencia entre hermanos una convivencia cálida, y ahí los papas tienen mucha tarea, una misión de educar y formar a sus hijos en la fraternidad, porque esa fraternidad nos lleva a cuidarnos entre hermanos, a ayudarnos: Yo ayudo a mi hermano, y de ser ayudado ¡cuántas veces entre hermanos nos desconocemos, no nos cuidamos, nos olvidamos, nos vemos ahí de vez en cuando, y a veces podemos ayudar a otras personas, lo que es bueno, pero no a la propia familia.
El vínculo fraterno ayuda a que entre hermanos nos cuidemos, que yo ayude a mis hermanos y que mis hermanos me ayuden a mí. Un hermano o hermana que te quiere, es una experiencia fuerte, impagable, no se puede pagar con nada, es insustituible, pero hay que enseñar, dice el papa, hay que enseñar con paciencia a los hijos, a tratarse como hermanos. Ahí se los dejo de tarea a los papás, para que este punto final de este capítulo lo reflexionen.
Por último el papa señala la mística del sacramento del matrimonio como expresión que tiene un profundo carácter social. Es decir, si el matrimonio está unido, si la familia está unida, si hay conciencia de ser hijos, si hay conciencia de ser hermanos, si hay una gracia especial, si se ve la familia de amplitud, si hay una fecundidad abierta a la vida y respeto, esa familia sólida, con principios, con amor, es una escuela de carácter social hacia fuera. Es decir, yo nazco, crezco en una familia unida y eso se va a proyectar en la sociedad siendo un buen hijo, un buen ciudadano, un buen estudiante, un buen profesionista, una buena persona, un buen cristiano. Que Dios nuestro Señor los cuide, los proteja, los anime en todo, y como siempre, estamos en comunicación y que los bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.