Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Muy buen domingo tengan todos ustedes. Les saludo con mucho afecto y muy contento por los dones de su amor, por esos 6 nuevos sacerdotes que Dios nos ha regalado y ya todos ustedes conocen, es una expresión del amor de Dios que tiene a nuestra diócesis. La gente me ha manifestado su alegría y gozo. Los padres también muy contentos, todos como iglesia diocesana estamos totalmente alegres por estos hermanos neosacerdotes que los he estado acompañando en sus cantamisas y la gente muy contenta con ellos, en sus parroquias de origen. Simplemente les pido a todos y a cada uno de ustedes que oren mucho por estos nuevos sacerdotes para que su entrega sea permanente, crezcan en santidad y en el amor a Dios, en el servicio a la Iglesia y, a ejemplo de Cristo Buen Pastor, ejerzan su ministerio con toda alegría y fidelidad.
Algo fundamental
Este domingo 24 del Tiempo Ordinario estamos celebrando el tema del perdón. El evangelio de San Mateo centra su idea en el perdón, ante la pregunta que le hacen a Jesús: Señor, si mi hermano me ofende ¿cuántas veces tengo que perdonarlo, hasta siete?
Cómo nosotros somos muy legalistas, o dados a limitarnos ¿siete veces señor? ¿Nada más una vez?… como que nos conformamos.
Esa es la lógica humana: te perdono una vez, dos, y ya, pero Jesús contesta: no sólo siete, sino hasta setenta veces siete. El perdón es parte de nuestra fe, el perdón va inherente a nuestro amor a Dios, a Cristo. El perdón va junto con mi ser de hijo de Dios. Soy hijo de Dios, soy de Cristo y soy imagen de Dios y Dios es un Dios compasivo y misericordioso, tengo que perdonar. Él nos perdonó.
Tus pecados te quedan perdonados en la cruz. Jesús muere y nos perdona. El perdón es muy importante, algo fundamental. Debemos de perdonar siempre y es una tarea, una misión, un compromiso cristiano que el Señor nos invita a ir realizando como un proceso.
No es fácil perdonar, tenemos nuestros sentimientos, entonces tenemos que darnos a la tarea de aprender a perdonar y para eso hay que acercarnos a Cristo, hay que amar a Cristo, hay que orar mucho, hay que meditar la Palabra de Dios.
Y nos pone esta parábola donde, por una parte se resalta por encima de todo el amor de Dios, el perdón que Dios nos tiene: Un hombre que debe muchísimo, tiene una deuda enorme con un señor, que decide meterlo a la cárcel, pero aquél le suplica: ‘tengo familia, perdóname, te lo pagaré después’.
Un Dios misericordioso que escucha nuestras suplicas. Somos sus hijos y nos perdona. No sólo lo sacó de la cárcel o no lo metió a la cárcel, sino le perdonó toda la deuda. Un Dios misericordioso.
Dios misericordioso
Partimos de que Dios nos perdona, no una vez, ¡siempre! ahí tenemos el sacramento de la reconciliación: yo me puedo confesar cada mes, cada dos meses y siempre voy a encontrar perdón de Dios. Dios me perdona a través del sacramento de la Reconciliación.
¿Y qué pasó? aquel hombre salió muy contento porque el señor lo perdonó, pero enseguida se encuentra con un conocido que le debía poco en comparación con lo que él le debía al señor, y casi lo estrangula, casi lo mata, así dice el Evangelio, lo toma del cuello, lo sarandea y le dice ¡págame! y lo mete a la cárcel. También le suplicaba: ‘perdóname, dame tiempo, ten paciencia, te lo pagaré’, pero el hombre no fue capaz de perdonar a su prójimo.
Cómo a veces es nuestra realidad humana: no sabemos perdonar, no queremos perdonar, somos de corazón duro y el Señor nos perdona.
El tema de reflexión de este domingo es el perdón, estamos llamados a perdonar de corazón y siempre, eso ¿cómo se logra? ¿dónde compro unas tabletas para perdonar?
Pues es un trabajo de todos los días: la oración de compasión, es un aprendizaje, es dejarte llevar por la gracia de Dios que actúa en mí, y experimentar. Primero yo experimento en mi vida que Dios perdona y me perdona siempre, para yo luego hacer lo mismo: perdonar a mi hermano.
Por eso en el Salmo responsorial cantamos ‘el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia’. Tú y yo siempre hemos experimentado la compasión, la misericordia, el perdón ¿por qué me comporto yo con todo lo contrario, no perdonando?
Aprender de Cristo
Pidamos a Dios que nos dé su gracia para crecer en el perdón. Por eso también en la primera lectura se nos pide: ‘perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. También este libro del Sirácides nos invita a perdonar a nuestro prójimo. Es algo que tenemos qué hacer. Somos muy dados al enojo, a la cólera, lo cual, dice el texto sapiensal, es odioso, y el pecador nos posee si somos vengativos.
Hay que aprender a perdonar, Dios es el maestro del perdón y de la misericordia y en Cristo tenemos el ejemplo de que nos perdonó en la cruz, dando su vida por nosotros, y nos dejó el sacramento de la Reconciliación para experimentar siempre el perdón.
Por eso cantamos en el salmo: ‘mi alma bendice al Señor y todo mi ser a su Santo Nombre’. Dios perdona todas mis culpas, cura todas mis enfermedades, rescata mi vida de la fosa y la colma de gracia y de ternura.
Que deveras seamos misericordiosos, buenos, generosos y ¿cuánto hay que perdonar? ¡siempre!, porque Él siempre nos perdona, porque no vivimos para nosotros mismos, dice san Pablo a los romanos: ‘ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor. Si morimos, morimos para el Señor. Que todo lo que hagamos y experimentemos sea en el Señor Jesús. Es tarea, compromiso y vocación de todo cristiano perdonar con el ejemplo de Dios, que siempre nos perdona.
Que nuestra Madre Santísima, Santa María de Guadalupe, llena de misericordia y consuelo, nos enseñe tener un corazón generoso, compasivo, capaz de perdonar siempre como su hijo nos lo pide. Que Dios los bendiga. La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Amén.