Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucha alegría y cariño. Hoy el Señor nos bendice en este mes patrio. Hemos pasado estos días festivos celebrando nuestra patria, hemos orado por nuestro país y que el Señor nos conceda la paz, el bien para todos.
Domingo 25 de tiempo ordinario, seguimos escuchando el evangelio de San Marcos después de la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías” Jesús instruye a sus discípulos, les da una formación. Decíamos que hay un antes y un después a partir de esa confesión de Pedro, Jesús anunció a los discípulos lo que viene: ‘el Hijo del Hombre va a ser entregado’, Jesús anuncia su Pasión y lo dice muy claramente: le darán muerte y tres días después resucitará. Jesús instruye, prepara a sus discípulos, les advierte lo que vendrá para Él para Jesús pero también para el discípulo.
En este sentido, hoy domingo Jesús a nosotros también nos instruye, Él es el maestro, nuestro formador como discípulos y nos advierte lo que vendrá. Viene el compromiso, viene la entrega, Jesús espera de nosotros seguirlo en la Cruz, seguirlo hasta la muerte y resucitar es participar al cien por ciento en el Misterio Pascual de Cristo.
Esto desconcierta a los discípulos, no entienden. ¿Qué nos quiere decir el Señor?, muchas preguntas, pero también, dice el texto, tienen miedo. También a todos nos pasa esto, no entendemos o nos resistimos a entender, a aceptar el plan de Dios, queremos lo fácil, cómodo, bonito, pero aceptar la Cruz, el misterio pascual, morir al pecado, morir al egoísmo a la maldad y optar por la vida a través de una entrega… y andamos como tibios en nuestro compromiso cristiano. Hay que pensarlo y reflexionarlo.
¿De qué discutimos?
Ante esa revelación que Jesús da a sus discípulos, viene una segunda parte del evangelio, los discípulos comienzan a discutir entre sí.
¿Qué discutían?, les pregunta Jesús, que percibe el comportamiento de sus discípulos y el nuestro como Iglesia, como pueblo de Dios, ¿De qué discutían por el camino? ¿De qué discutimos nosotros? Nuestros enojos, desavenencias en familia, como matrimonio, en mi Iglesia, en mi presbiterio o comunidad religiosa…¿De qué discutimos?, nos gana el egoísmo, el poder, nos ganan tantas cosas en detrimento de la unidad. Por eso la pregunta es muy importante, y a lo mejor no en el sentido externo, sino en tu corazón, en tus pensamientos y sentimientos.
Y dice el texto que discutían sobre quién de ellos es el más importante: el deseo de poder nos gana, la tentación del poder, del puesto, del querer tener, querer ocupar un puesto de privilegio, eso es soberbia, individualismo, nada más pensar en mí mismo, esa auto referencialidad y no pensar en los demás.
Discutían quién de ellos es el más importante. Entonces Jesús los instruye nuevamente, les da indicaciones sobre cuál debe ser la actitud positiva y propositiva del que cree en Él y decide seguirlo: ‘Si alguien quiere ser el primero, el más importante, que sea el último de todos y el servidor de todos’.
Dos condiciones
Ahí están las dos condiciones del discípulo para seguir a Jesús. Una total apertura de amor, comprensión, entrega para el otro, ver por el otro, cuidar a mi hermano, como Jesús, que entregó su vida -‘el hijo del hombre va a ser entregado, va a morir y a resucitar- El discípulo debe entregar su vida por los hermanos, ser el último de todos, con humildad, sencillez, generosidad, el servidor de todos.
Jesús predica con el ejemplo: ‘No he venido a que me sirvan sino a servirlos, a dar la vida por ustedes’. Por eso la Palabra de Dios me cuestiona ¿Qué pretendo? ¿Qué discuto? ¿Cuáles son mis pretensiones? ¿Dinero?, ¿Poder?, ¿Nada más salvar mi vida¿, no debe ser eso. Si creo en Jesús y quiero seguirlo, tener humildad, sencillez. Por eso Jesús tomó a un niño: ‘hacerse como niño, pues el que recibe a un niño, me recibe a mí’.
Cada texto de la Palabra de Dios nos invita a reflexionar. Dejémonos formar, instruir por parte de Cristo, escuchar lo que nos pone en nuestra conciencia y si quiero seguirlo, ser el último, servidor de todos, con firmeza en la fe, autenticidad en la verdad, construir la paz, llegar a la justicia a través de la misericordia, tratar bien a mi hermano con humildad y sencillez.
Que nuestra Madre Santísima, que la acabamos de celebrar en la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, sea ejemplo para nosotros, ella unida a Cristo en la Cruz, y que nosotros también estemos unidos a Cristo en la cruz y en la resurrección.
Vive con alegría siempre este domingo y toda la semana y que el Señor te fortalezca abundantemente. Un abrazo, feliz domingo, feliz semana y la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con ustedes.