José Mario Sánchez Soledad/Autor
La expedición de Francisco Ybarra
De Thoma, en su Historia Popular del Nuevo México también nos relata que Don Luis de Velazco, virrey de la Nueva España, por orden del rey, determinó explorar de nuevo las provincias descubiertas por Francisco Vázquez de Coronado. Se nombró capitán de esa expedición a Francisco Ybarra, nombrado gobernador de la Nueva Vizcaya, quien salió de Zacatecas en 1554. Recorrió y conquistó el Norte de Zacatecas, Durango, Sinaloa y el sur de Chihuahua. Surgieron desavenencias con el gobernador de La Nueva Galicia, causando que quedaran aquellas regiones olvidadas hasta décadas después. Para 1575, aún no habían atravesado los conquistadores el río Conchos y las expediciones de fray Marcos de Niza y Coronado habían pasado a la tradición, por no decir al olvido.
Los pobres resultados de estos primeros intentos causaron cuarenta años de inactividad expedicionaria en el Nuevo México. Lo anterior se agravó por la revuelta de los indios de la Nueva Galicia y el descubrimiento de ricos minerales en Zacatecas y el norte de Durango, que inician los esfuerzos de expedición por las planicies centrales del norte de México.
Muchos esfuerzos expedicionarios se iniciaron desde Querétaro y Guadalajara y tuvieron sus frutos descubriendo las riquezas de Guanajuato, Zacatecas, Indé, Aviño, Anuco, San Andrés y Santa Bárbara.
Junto con el explorador de riquezas de nuevo iba el fraile, y los jesuitas fundaron sus primeras misiones en Parras y Santiago Papasquiaro, siguiendo la orilla oeste de la planicie central y los padres franciscanos de Guadalajara y Zacatecas fundaron las misiones de Nombre de Dios, Durango, Topia, Cuencamé, Saltillo y San Bartolomé, por lo regular ellos siguieron la orilla este de la planicie central del norte mexicano.
Al llegar a la mitad del siglo XVI, se funda la Nueva Galicia y la alcaldía mayor de Zacatecas. En 1561, se establece la Nueva Vizcaya que incluía los territorios de Durango, Chihuahua, Coahuila, Sinaloa, y Sonora. Para la segunda mitad del siglo XVI, ya se había dado un crecimiento considerable en la parte sur de la Nueva Vizcaya, esto motivaron los nuevos intentos de poblar el territorio restante hacia el norte, desde San Bartolomé la población más adentrada entonces y cercana al río Conchos, que conducía hacía el río Bravo.
Fray Agustín Rodríguez viaja solo al Nuevo México
Fray José de Arleguí, autor de la Crónica de la Provincia de San Francisco de Zacatecas, dice sobre los descubrimientos y las nuevas conversiones del hermano Fray Agustín:
“Estando este venerable religioso de morador en el valle de San Bartolomé, ocupado en la enseñanza de la doctrina cristiana a los indios recién convertidos, le noticiaron como muchas leguas adelante había muchas poblaciones copiosas de gentiles, al cual paraje por lo numeroso del gentío le puso este religioso padre el Nuevo México cuando entró la primera vez a convertirlos. Alegróse el P. Fr. Agustín con esta noticia, deseoso de la conversión de nuevas gentes: con licencia del custodio entró la tierra adentro, llevando el rumbo fijo entre el Poniente y el Norte. Los trabajos que padeció en tan solitarios y dilatados caminos fueron muchos, pero todos se le hacían suaves y llevaderos con la Divina gracia que les esforzaba a ellos. Caminó como doscientas leguas, y habiendo llegado a lo que hoy es el paso del río del Norte, vio la multitud de mies que le habían informado, en la turba copiosa de indios que estaban poblados en las orillas del río; tuvo así mismo noticia de otras muchas gentes que habitaban más adentro, y certificado con la vista de la copiosa mies, conociendo por el cariño con que le trataron, solicitando que se quedase en su compañía, lo dispuesto de sus corazones para que en ellos hiciese copioso fruto la semilla de la palabra divina, salió afuera, y con licencia del custodio vino a México a informar al señor Virrey de las tierras y poblaciones que había descubierto, y al prelado provincial le pidió ministros para el cultivo de aquellos bárbaros”.
Continúa:
“Concedióle el prelado dos religiosos sacerdotes para que le acompañasen a la conversión de aquella nueva gente: Llamábase el uno, Fray Francisco López, hijo de padres nobles de Sevilla, que había tomado el hábito en la ciudad de Jerez, y venido en misión a la provincia del Santo Evangelio; el otro era Fray Juan de Santa María, catalán de nación, que había tomado el hábito en el convento de México…”
Fray Agustín pasó a la historia gracias a su sublime celo religioso. No satisfecho con solo enseñar la doctrina a los indios trabajadores de las minas de su pueblo, hacía frecuentes visitas en la sierra de Chihuahua, Sinaloa y Durango a las tribus aún no conquistadas. De esa forma recibió informes de los pueblos que habitaban en casas y villas en el lejano Norte, recordemos que hoy conocemos las rutas comerciales y las poblaciones que existían entre Paquimé y la Sierra de Chihuahua. Desde entonces su anhelo era atraer a aquellos pueblos a la fe, con este fin, en 1580 hizo la solicitud a México para que se expidiera la licencia necesaria.