Una nueva masacre en una escuela de Estados Unidos conmocionó al país y al mundo entero. En la pequeña ciudad de Uvalde, en el vecino estado de Texas, un joven de 18 años irrumpió con un chaleco antibalas en un salón de clases de la Robb Elementary School y disparó indiscriminadamente. Mató a 19 alumnos , la mayoría de cuarto grado, y 2 maestras.
Este suceso removió la discusión sobre la venta y uso indiscriminado de armas en Estados Unidos, así como la situación de la salud mental de los adolescentes hoy en día. Por ello la pregunta de esta semana es:
¿Qué factores se deben considerar/atender de nuestros adolescentes y jóvenes para evitar tragedias como el ataque en Uvalde?
Las emociones como la alegría, enojo, tristeza son inherentes del ser humano en cualquier etapa de su vida, el adecuado manejo de ellas permite una mejor funcionalidad con la sociedad y quienes estamos cercanos con adolescentes nos damos cuenta de la gran cantidad de cambios que presentan, y sus formas de hacerlo en ocasiones no favorecen a su persona o a quienes los rodean.
Es importante estar alertas a cambios de humor repentinos, de hábitos, desde sus actividades básicas como su alimentación y sueño, así mismo el estar al pendiente del manejo que le da a sus redes sociales, el tipo de publicaciones que realiza. La expresión de felicidad o tristeza que quizás se vea inhibida o, en ciertos casos, hay manifestaciones de agresividad pasiva que en un momento pueda desencadenar una situación mayor en prejuicio del mismo adolescente o de quien lo rodea, así como el uso o abuso de sustancias es un factor más del cual se debe de estar alerta.
Pero sobre todo la prevención nunca dejará de ser más efectiva para evitar alguna hecho que perjudique a los jóvenes, el estar cercanos a ellos, el promover en el hogar la expresión de afectividad recíproca, el valorar sus logros, orientarlo en sus errores, que se involucre en actividades que le generen gratificaciones mediante su esfuerzo, fomentar un ambiente familiar sano que cumpla sus necesidades básicas, establecer limites y llegar a acuerdos, son medidas preventivas que les permitirán crecer en un mejor ambiente, saber tomar decisiones adecuadas y sobre todo en su crecimiento personal.
Dianet Nuñez R./Psicoterapeuta adolescentes y adultos
Si bien no se han determinado los factores que predicen los tiroteos masivos, se pueden mencionar algunos factores que pueden estar presentes y que se deben de atender si se identifican. Primero, hay que evitar tener armas de fuego en la casa, y si se tienen hay que tenerlas bajo llave. En Estados Unidos a los 18 años se pueden comprar, por lo que los padres deben de estar atentos si su hijo empieza a comprar armas y a surtirse de bastante munición.
Un segundo factor que hay que vigilar son las ideologías extremistas expresadas por los adolescentes ya que es durante esta etapa en la cual ellos están en busca de su identidad y adquieren ideales que los guían en sus decisiones y vidas. Ideologías relacionadas con la supremacía de ciertos grupos y la búsqueda de la eliminación de otros son muy peligrosas. Cuando escuche este tipo de pláticas a su hijo, es importarte hablar bastante con él y buscar ayuda profesional para manejar esta situación.
Un tercer factor son el estrés y agravios percibidos. Cuando el adolescente siente que han abusado de él, por ejemplo, que haya sido víctima de bullying o que tiene varias cosas en su vida que le han causado estrés por mucho tiempo, esto le puede generar un sentimiento de desesperanza, de enojo. Estos sentimientos le pueden generar el deseo de venganza, que combinado con el acceso a armas, lo llevan a cometer actos como tiroteos masivos, por lo que hay que vigilar que nuestros hijos estén bien, y si los vemos muy estresados o inquietos, hay que hablar con ellos, ver qué les pasa y buscarles ayuda profesional para evitar que escale más allá de lo normal.
Un cuarto factor es el aislamiento del hijo, en donde deja de convivir con sus pares, familia e inclusive redes sociales. Este indicador es muy fácil de detectar, y si así pasa, entonces hay que buscar ayuda profesional para el hijo, ya que las causas pueden ser varias y si no se trata puede traer consecuencias graves. Por último, si el hijo tiene una fijación por tiroteos masivos y admira a los tiradores, hay que hablar con él y a la vez buscar ayuda profesional para orientarlo y ayudarlo a entender el dolor que estos casos han traído a las víctimas de estos ataques.
Dr. Oscar Esparza/ Docente universitario
Cuando suceden estos hechos trágicos como los de Uvalde nos preguntamos ¿qué pasó en la vida de este joven para decidir realizar estos actos? Y esta pregunta tan válida debe llevarnos no a juzgar, sino a analizar nuestros entornos familiares, escolares y sociales.
Estos hechos tan dolorosos deben exhortarnos a profundizar como sociedad sobre las relaciones sociales, el bien común, la paz comunitaria y cómo las nuevas generaciones se integran y crecen en sociedad.
Preguntémonos ¿Cómo interactuamos en el entorno familiar? ¿Nuestras familias son un lugar seguro y armonioso donde nuestros adolescentes crecen con equilibrio y salud mental? ¿Nuestros hogares son espacios donde los jóvenes pueden manifestar sus inquietudes, sus dudas, sus tristezas, sus preocupaciones, sus sueños; y donde encuentran una escucha comprensiva y una compañía cercana y amorosa?
¿Nuestros conflictos o problemas familiares se resuelven a través del diálogo y el consenso, o las nuevas generaciones que viven en casa presencian episodios de violencia y discusiones agresivas?
¿En nuestros hogares existen reglas y límites que contribuyen a formar jóvenes responsables y disciplinados?
¿En nuestras familias se fomenta la empatía, la solidaridad, la aceptación, se potencializa la identidad y personalidad de cada uno de sus miembros o por el contrario son espacios donde la burla, la baja autoestima, la incomprensión, el egoísmo son el pan de cada día?
Nosotros, las generaciones adultas, que rodean al niño, al adolescente, al joven debemos comprometernos con la salud mental y emocional de estas jóvenes generaciones; nuestras acciones son ejemplo y escuela, nuestro trato cálido y humano les hace sentirse amados y aceptados. Nuestra coherencia en lo que decimos y lo que hacemos genera en ellos la esperanza y la certeza de que se puede ser honesto, humano y bondadoso.
Que nuestra vida, nuestro testimonio contribuya a que las nuevas generaciones crezcan en el amor, como dice el Papa Francisco: “Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente. Se están preparando para ser cristianos capaces de tomar decisiones y gestos valientes, capaces de construir todos los días, incluso en las pequeñas cosas, un mundo de paz”.
Mtra. Fátima Anaya Ramírez/ Educadora
En general, pensando en que esta conducta es visiblemente de enojo, el enojo viene del dolor, de las heridas y esto es lo contrario a lo que es el amor, es un tema muy importante, porque como decía Santa Teresita del Niño Jesús, ‘No conozco otra manera de llegar a la perfección si no es el amor’. Exactamente, el amor es el que nos nutre, nos sostiene, nos impulsa y fortalece y si estamos en un contexto donde no hay amor, hay violencia, abandono, no valoración, entonces posiblemente estos jóvenes traten de exigir el amor o de hacer sentir a los demás el desamor que esta teniendo en su vida. Básicamente la respuesta es esa: aprender a tener familias amorosas, no empalagosas, sino realmente, voluntariamente y activamente amorosas, es decir, saber escuchar, saber vivir el sacrificio, saber poner límites con amor, con madurez.
Si yo como madre tengo buena autoestima o sé identificar mis heridas y manejarlas y la otra persona dice algo que me engancha, tengo que aprender que no puedo responder de la misma manera, sino buscar estrategias para responder con una actitud de amor. Por ejemplo, podemos pensar en una mamá cuya hija en la adolescencia tiene conducta irrespetuosa y responde con altanería, la mamá tiene que poner el límite, pero la mamá no puede dejarse llevar por el dolor y responder de manera impositiva, agresiva, sarcástica. Debe llevarla a un terreno de quitar intensidad y dar una respuesta más sencilla que luego permita un buen diálogo. Si la mamá se deja llevar por el coraje o impulso de su dolor, va a responder más duro y fuerte y entonces en lugar de hacer una unión entre la adolescente y el padre o la madre, se hace una desunión. ¿Qué es lo que entonces hay que hacer? Aprender a responder con amor.
Hay un testimonio de un sacerdote que era un joven que lo habían llevado a escuelas militarizadas y tenía más resentimientos y corajes y buscaba ser líder de muchas pandillas, hasta que su mamá y papá se hincaron ante él y le dijeron ¿Qué estamos haciendo mal?, en lugar de tener conducta de enojo o reroche, tuvieron conducta de amor …él accedió a ir con un sacerdote muy afectuoso y que sabía manejar a las personas desde la alegría. Y ese joven comenzó a cambiar su actitud y a ver que hay otra manera de vivir y de sentir. Vivir a través del amor, aprender a sanar nuestras heridas como padres, hermanos para poder dar amor, ser luz, crisol, algo que transmita el amor de Dios y no al contrario que transmitamos revancha resentimiento.
Psic. Elizabeth Barajas/ Seminario Conciliar