Mons J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con todo mi amor. Domingo 19 de Tiempo Ordinario. Las lecturas de este domingo como siempre nos dejan una enseñanza importante para nuestra vida de fe y sobre todo que el mensaje del domingo repercuta en nuestra vida social y familiar, de trabajo, en lo que hacemos cada día.
Hermosísimo el texto del Evangelio de san Mateo. Curiosamente comienza el texto después de la multiplicación de los panes, como una introducción; sabemos ese momento cómo Jesús en el desierto alimenta a una multitud de personas con este milagro. Después de eso viene un momento muy fuerte, una experiencia como la del domingo pasado de la Transfiguración, una experiencia que estoy seguro que vivimos frecuentemente : los discípulos suben a la barca y se dirigen a la otra orilla, Jesús les dice “los alcanzo”, como que Jesús los invita a adentrarse al mar.
Dice el texto que Jesús subió a un monte para orar, ¡Qué enseñanza tan importante de Jesús!, en medio de nuestras actividades y ajetreos de la vida, de cada cosa que tenemos que hacer, busquemos ese momento íntimo, ese momento a solas para hablar, para encontrarnos con Dios. Jesús nos enseña que siempre hay un espacio de silencio para orar, la importancia de la oración, del encuentro con Dios que fortalece para lo que viene, para tareas, para la enfermedad, la oración es importantísima, y Jesús nos lo enseña en este pequeño texto introductorio: buscar momentos para orar.
Jesús ora y se reincorpora con los discípulos de una manera extraordinaria, la barca se iba alejando, iba mar adentro y dice el texto que las olas sacudían la barca donde iban los discípulos. Son textos que retratan nuestra vida. Hay momentos fuertes donde vamos en medio del mar…con mucho viento, las olas nos sacuden y hay circunstancias en la vida que nos sacuden y son esos momentos donde Dios aparece, nos llama, se hace presente. Ahí está el Señor.
Aparentemente los discípulos iban solos en medio del mar, las olas golpeaban la pequeña barca, claro que tenían miedo y temían por sus vidas. Y era de noche, el otro aspecto, la oscuridad, lo que eso significa. A veces le tenemos miedo, preferimos el día, la oscuridad siempre trae ciertos miedos y refleja cosas que traemos interiormente.
Ya de madrugada Jesús caminando sobre las aguas se dirige hacia ellos. Imaginémonos, y veámonos a nosotros metidos ahí en la barca, en el mar, el viento, las olas y la oscuridad, todo aparentemente adverso, pero Jesús llega, se hace presente siempre en nuestra vida, sobre todo en los momentos difíciles, en nuestras oscuridades, cuando estoy metido en medio del mar y que muchas cosas nos sacuden en la mente y corazón, ahí está Jesús, presente en nuestra vida. ¡Gracias Señor!, no nos dejas nunca, siempre estás en las cosas hermosas y bellas, pero también en momentos difíciles.
Los discípulos, con miedo, ven que alguien se acerca, no lo distinguen, piensan que es un fantasma y se llenan de terror, dice el texto. ¡¿Quién no?!
Por eso, metámonos en la escena: soy yo, ¿Qué me sucede, qué pasa en mi vida, cuáles son las olas que me están sacudiendo de una u otra manera? Jesús se me acerca y como les dijo a ellos hoy nos dice: ¡Tranquilícense, no teman, soy yo! ¡Qué hermosas palabras!,
Jesús da serenidad, da paz, alivia, consuela, tranquiliza, pero hay que descubrirlo y sentirlo, no es un fantasma, idea o doctrina como nos hace ver en algunos escritos el Papa Benedicto, Cristo no es una idea, es una persona, y hoy nos dice: soy ¡Soy yo, no teman! Así nos dice en nuestras dificultades.
Los discípulos se tranquilizan, pero todavía hay dudas, y Pedro le dice: mándame a ir hacia a ti, y Pedro comienza a caminar en las aguas, le entra el miedo y comienza a hundirse.
No es fácil el encuentro de Jesús, dudamos, nos hundimos, nuestros procesos no son de la noche a la mañana, cada día tenemos que convertirnos, lo ordinario es que todos tenemos un proceso. Jesús me manda ir a Él, pero a veces me hundo por mi falta de fe, por mi tibieza o apatía y decimos ¡Sálvame! como dijo Pedro, Jesús le tiende la mano y lo reprende: ‘hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?! Qué fuertes palabras de Jesús a Pedro, pero ahí me pongo yo, debo reconocerlo, cada quien véalo, ¡hombre de poca fe!, ¿Qué me está diciendo a mi este texto y palabras? Me quedo con esta llamada de atención de Cristo, analízalo y reflexiónalo. A Pedro no le queda más que postrarse a los pies de Jesús y decir: verdaderamente tu eres Hijo de Dios.
En todo está Jesús y nos dice: ¡No temas, soy yo!
Pedro y los demás por un momento no saben que es Jesús, por eso es importante la oración, necesitamos orar, fortalecer nuestra espiritualidad para descubrir la presencia de Dios. Hay que aprender a orar -hay muchos métodos- y quitarnos esos ruidos, terremotos y fuegos para encontrar la suave brisa, como dice el texto de la primera lectura y descubrir la presencia de Dios que no solo pasa, se queda, está conmigo, como lo hizo con los apóstoles.
Señor, aumenta mi fe para descubrir tu presencia y sentir tu abrazo acogedor, tu mano que me fortalece y me guía.
Hermosos textos de este domingo. Espero que los vivamos plenamente y apliquemos a nuestra vida. La bendición de Dios Todo poderoso esté con ustedes. Un abrazo a todos.