Xandra Luna/Escritora
¿Qué le dirías hoy a tu papá?…
Hace unos días, mientras meditaba sobre mi relación con mi padre, vino a mi mente una escena muy antigua: yo, siendo una niña, llorando y gritando su nombre. Aquella ausencia tan presente en mi vida ha sido un eco que no termina, un vacío que me acompaña hasta el día de hoy.
Crecí con preguntas sin respuestas: ¿qué pasó contigo, papá? ¿Por qué no conocí tu rostro? Es extraño mirarme al espejo y saber que hay una parte de mí que permanece indescifrada. Mi familia guardó silencio, los psicólogos no dieron certezas, y las versiones que escuché hablaban de dinero o de un miedo inexplicable a ser padre. Ninguna me satisfizo.
Aun así, tu sombra nunca me impidió amarte. En mi corazón hay un espacio enorme en el que vives tú. Y aunque la vida me hizo recorrer terapias, búsquedas y silencios, sigo teniendo la certeza de que me parezco a ti. Ese parecido me llena de orgullo, porque mi valor no se define por tu presencia o tu ausencia: para Dios yo soy alguien amado, completo, sostenido. Él me ha recordado una y otra vez que no estoy huérfana.
No niego que la ausencia dolió y que en ella busqué refugios equivocados. Busqué en una pareja el amor que no recibí de ti y no lo encontré. Cargué injusticias y heridas que hoy reconozco como parte de mi historia. Pero también debo decir que, en medio de todo, Dios me levantó. Me hizo fuerte, paciente, llena de una fe que no se rompe.
Hoy, papá, no te escribo para reclamarte. Te escribo para liberarte. Porque también yo necesito liberarme. La vida, Dios, el universo —llámalo como quieras— algún día nos pondrá frente a frente. Y cuando eso ocurra, no habrá reproches, solo un abrazo que llevo guardado en mi corazón desde niña.
Mientras tanto, me quedo con la certeza de que tengo un Padre que nunca me ha soltado. Dios me dio su amor infinito y, a través de Él, aprendí que las ausencias humanas pueden convertirse en espacios de sanación.
Papá, te libero y me libero. Porque al soltar, abrazo la vida, me reconcilio con mi historia y encuentro paz.
Tu hija que te adora y no te olvida.