Presencia
Los acontecimientos del inicio del año, así como los índices criminales en la ciudad, que no se han reducido, al menos no en lo que respecta a muertes violentas, han generado de nueva cuenta entre los habitantes de Ciudad Juárez un sentimiento de desolación, de miedo, angustia y hasta tristeza por sentir que la seguridad es limitada andando en las calles o incluso en la propia casa.
Con tristeza los habitantes de la Ciudad hemos escuchado noticias en el sentido de que Ciudad Juárez sigue en el Top Ten de las ciudades más violentas o inseguras del mundo y ello acrecenta tales sentimientos. Por ello la pregunta de esta semana es:
¿Qué debemos hacer para sentirnos seguros en la ciudad, en medio de lo que ocurre por la violencia?
La ciudad ha sido azotada por la violencia y el pánico en las familias está cobrando fuerza nuevamente, siendo el temor el que se apodera de los corazones de las personas. Escuchamos en las familias voces de dolor, que agobian sus corazones.
Cada una de las personas debemos hacer un alto y voltear a ver al Señor que nos rescata e invita a caminar en esta senda de dolor a través de espacios de diálogo entre las familias, los vecinos y todos los ciudadanos.
Ese temor los hace cerrar sus ojos frente al medio que los rodea: su casa, jardines, calles, donde hay tantas acciones y donde se pueden hacer pequeñas actividades para comenzar a trabajar en la armonía de nuestro medio y que eso pueda impactar en el estado de ánimo de sus habitantes.
Hoy más que nunca necesitamos hacer un corte de nuestras actividades para tener momentos de oración, desde pequeños grupos o de manera individual y a través de nuestras comunidades parroquiales ofrezcamos plegarias a favor de la paz y el cese de la violencia, rogando al Señor por la conversión de quienes la ejercen, sin olvidar pedir por quienes nos representan desde las diferentes esferas de gobierno, para que Cristo con su Luz les dé un verdadero espíritu de servicio y vocación por la sociedad, en beneficio del prójimo y para las tareas a las cuales fueron encomendados en sus funciones.
Sabemos que para que la sociedad mejore se requieren esfuerzos de cada uno de nosotros y salir de este estado de comodidad e indolencia, en que pensamos que como a nosotros no nos ha tocado la violencia, no deberíamos hacer nada en nuestra comunidad.
Hoy el Señor nos invita a caminar organizando esas pequeñas acciones que paso a paso pueden dar grandes frutos; Pero donde la familia necesita esforzarse más es en la oracion, alabanza y acción entre sus integrantes, para que cada día seamos ejemplos de vida y se asuman más familias y personas a construir una sociedad llena de confianza, de la que todos podemos salir beneficiados. Y qué mejor que sea de la mano del Señor, en este caminar en el cual, a través de su Espíritu Santo nos guiará a cada paso y habremos de decir un día:
«Esto ha valido la pena y he podido dejar un grano de arena para mi comunidad y para las generaciones que vienen”
María del Refugio García/ Dimensión Fe y Compromiso Social
Cristo es nuestra paz. En la medida en que nos adhiramos más a Cristo, el amor dejará afuera el temor.
Obviamente hay muchas cosas que la Iglesia propone, por ejemplo, en la Dimensión de Fe y Compromiso Social se están haciendo los ‘Conversatorios por la paz’, estamos trabajando ‘Círculos por la paz’, ‘Cantando a los leones’, ‘Proyecto de vida’, todo esto encaminado a la paz, que podemos irla buscando entre todos. La paz es un tesoro escondido, un diamante que está en bruto pero nosotros tenemos que ir trabajándolo, puliéndolo para que brille.
¿Cómo podemos estar seguros y sentirnos seguros?, pues luchando y peleando por la paz. La paz comienza con la familia, en el diálogo conyugal y familiar, convivir con los vecinos.
Cristo es la paz y está en cada uno de los que nos rodean, entonces tenemos que empezar a ver ver que ahí está el Cristo que sufre, el Cristo migrante, el Cristo que pide y partir de ahí: ver que ahí está el Cristo, que es nuestra paz y apoyarlo. Y creo que de esta manera podremos sentirnos más seguros en nuestra ciudad.
Eduardo Tovar/ Barrios Unidos por Juárez.
Aparentemente nada podemos hacer ante la violencia, incluso muchos por el temor hemos dejado de hacer ciertas actividades para no estar expuestos; y la realidad es que una garantía de seguridad nadie nos la pueda dar ya que nadie sabemos cuándo, dónde ni cómo sucederán. De lo que si podemos estar seguros es que a nuestro alcance esta hacer la diferencia; las heridas de la violencia iniciaron con pequeñas heridas en el núcleo familiar y es allí donde ahora está nuestro sin fin de oportunidades y muchos quizá pensemos «yo no soy parte de esa violencia» pero reflexionemos y nos podremos dar cuenta que en nuestra familia, en nuestro trabajo o en nuestra escuela, a veces nos dejamos vencer por la indiferencia, el cansancio, el enojo, las envidias o los rencores, provocando que nos olvidemos de tratar bien al prójimo. La violencia no la podemos combatir con palabras o deseos, necesitamos acciones pequeñas y diarias de bondad y solidaridad unos con otros, empezando desde nuestros hogares, para así que sea toda una familia quien salga a hacer olas de paz para los demás. No podemos cambiar al otro, pero nos podemos cambiar a nosotros mismos y creo que esto es lo que más falta nos hace, solemos creer que sólo el otro debe hacer, que el otro debe cambiar, que el otro se debe responsabilizar, pero cuando cuestiono mis propias acciones?
Todos somos frágiles, procuremos no dejarnos vencer por el miedo o el dolor y afrontemos con valor desde nuestra fe esta violencia.
Noheli Jiménez/ Centros de Escucha