Querido padre: Hace unos días estuve con una fisioterapeuta por un problema de mi pierna, pero quedé confundida cuando empezó imponerme sus manos en diversas partes de mi cuerpo y a hablarme de curación a través del reiki. Me dio temor y le dije que no, que antes lo iba a consultar, y por eso le pregunto: ¿qué dice la Iglesia Católica sobre la curación con estas terapias, concretamente el reiki?
Hija, gracias por tu pregunta que considero importante, ya que hay muchos católicos confundidos con la extensa oferta de productos, terapias, libros y cursos de la Nueva Era. Para aclarar a nuestros lectores, el reiki es una técnica de curación inventada en Japón que tiene su fundamento en escritos budistas. Se trata de colocar las manos sobre el cuerpo de la persona enferma, de tal manera que la llamada “energía cósmica universal” fluya y cure al enfermo.
El practicante de reiki debe aprender a colocar sus manos en ciertas posiciones y permitir el flujo de esa supuesta energía. En grados avanzados, los maestros de reiki envían esa energía a enfermos a distancia, sin contacto físico. Puede parecer inofensivo porque en las sesiones de reiki se invoca frecuentemente a Dios, a la mente divina, a la energía divina y otras deidades, pero no se trata de algo bueno, sino peligroso.
Para empezar el reiki no tiene ninguna credibilidad científica. Ningún médico serio acepta este método de curación, el cual es una expresión de una visión del mundo de tipo mágico y ajena a la cultura occidental cristiana.
En segundo lugar, el reiki pretende ser una técnica espiritual, algo que el hombre aprende a manejar, encauzando la energía divina para obtener un resultado concreto, que es la curación de una persona. Esta terapia es algo como tener poderes divinos que se pueden controlar y que se utilizan para servicio personal.
Los cristianos no creemos que Dios es energía, ni aprendemos métodos para controlar la voluntad divina, sino que hacemos oración pidiendo al Padre Celestial la gracia de la curación de alguien enfermo o de uno mismo. Los cristianos sabemos que Dios puede sanar una enfermedad si su voluntad lo quiere; pero sabemos también que no siempre Dios responde a nuestros deseos, sino que puede conceder la curación cuando Él quiera y donde Él quiera. A veces Cristo Jesús nos invita a unir nuestros dolores a su Pasión redentora para darles un valor salvífico. Ya decía san Pablo: “Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo” (Col 1,24).
Tercero, el reiki resulta una práctica peligrosa: quiebra el primer mandamiento de la Ley de Dios, que es amarlo a Él sobre todas las cosas. El reiki es un pecado de irreligión, es decir, de oposición a la fe, porque pone a prueba a Dios, su bondad y su poder. Es lo que hizo Satanás cuando quiso tentar a Jesús en el desierto, diciéndole que se arrojara de la parte más alta del templo y que Dios enviaría a sus ángeles para no dejarlo caer. Jesús respondió: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Practicar reiki es tentar a Dios; es faltar el respeto y la confianza que hemos de tener a Él que es el Señor y el Creador, providente y amoroso.
Por último el reiki, al no ser científico y ser una falsa técnica espiritual para domar la voluntad de Dios, no puede ser sino un engaño del demonio, quien quiere llevar al hombre a vivir en la desconfianza de su Creador. Practicarlo es muy peligroso ya que abre la posibilidad para que ocurra una acción extraordinaria del Maligno, como son disturbios psíquicos en la vida de la persona, llegando, incluso, a la posesión diabólica.
Una recomendación final: cuando vayas con un fisioterapeuta, un médico o un psicólogo, y alguno de ellos te proponga estos métodos, cambia a esa persona por un profesional de la salud que tenga seriedad y competencia, y que no revuelva la ciencia con la brujería. Bendiciones.
Padre Eduardo Hayen Cuarón