Esta fue la última expresión del Papa Francisco al despedirse de Ciudad Juárez…el obispo lo recuerda en esta remembranza que hace de ese especial día, cuando el Vicario de Cristo pisó suelo juarense.
Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho cariño y afecto, disfrutando estos días ya casi de primavera, porque el calorcito está llegando con ganas.
Hoy quiero platicar con ustedes sobre el primer aniversario de la venida del papa Francisco a nuestra ciudad, a nuestra diócesis de ciudad Juárez. Ya es un año un año de gozo, un año de bendiciones que nos dejó el papa y volver a revivir cada momento, cada palabra no sólo del mero día 17, sino también de los preparativos que tuvimos.
Nos da una gran emoción, una gran alegría, y por eso los invito a darle gracias a Dios por ese primer aniversario, volver nuestra mirada a Dios a través del papa Francisco para además de agradecer, también seguir retomando el mensaje del papa, para que con la luz del Espíritu Santo sigamos implementando lo que el papa nos pide ante los desafíos del mundo de hoy.

40 kilómetros
Recuerdo cada momento, todos los 40 kilómetros 20 ida y 20 de vuelta, la gente acomodada en orden y con entusiasmo gritando con porras durante todo el trayecto. Recuerdo cómo una de los niñas que lo recibió en el aeropuerto lloró emocionada, contentísima, estaba llorando a llanto tendido de emoción. Y cada gesto de misericordia que el papa mostró con nosotros. Yo le decía que ahí en el aeropuerto había un grupo de enfermitos y que si él quería detenerse a saludarlos, y me dijo que sí, y me iba diciendo ¿dónde? ¿dónde?, de tal manera que cuando llegamos a ese lugar detuvimos el papa móvil y se bajó. Esto es como es la cercanía, la alegría y ahí lleno de monaguillos, de escolares en ese espacio, fue algo emocionante, verdaderamente hermoso. Los obispos de la provincia y los obispos vecinos de Las Cruces y de El Paso también ahí con nosotros y cada momento que fuimos recorriendo.
En la cárcel
En la cárcel, todavía retumba en mis oídos el discurso de la señora Evila y sobre todo me impresiona la cercanía del papa con los reclusos, cómo les pone atención, les saluda con afecto, les habla con mucho cariño y nos cuestiona sobre lo que hacemos o dejamos de hacer para prevenir situaciones difíciles, y que ese trabajo de prevención ayude a que muchos no caigan en esos lugares.
El momento cuando se le entrega el báculo que luego él decide que lo va a utilizar en la misa, el momento cuando está con los del coro cantando, que se espera a que termine el canto con aquella emoción. El regalo que el papa hizo del Cristo de Cristal, haciendo mención de la fragilidad del hombre unida a la Cruz de Cristo, nos fortalece. Cómo es importante el mensaje que nos dejó en el mundo del trabajo a autoridades, empresarios, Iglesia y los mismos obreros, poner todos el empeño para salvaguardar valores de la familia, del trabajo, de los sueldos justos, del equilibrio entre el trabajo y la familia y la diversión, para que no haya hogares sin padres, hijos abandonados, sino que el trabajo realmente no sólo sea un beneficio económico, sino un agregado humano de vida, de unidad sobre la familia.
En el Seminario
En el momento ya más privado, en el Seminario que le presenté a los padres formadores, al padre Waldo Vega, cómo lo saludó aunque él en su enfermedad no sabía quién era, sin embargo percibe la presencia de alguien significativo, lo fui presentando con cada uno de ellos. Su oración siempre tan especial ante la Virgen de Guadalupe, la ofrenda floral que deja ahí y la comida…De veras revivo de aquellos momentos la sencillez, el compartir los alimentos el comentar cómo había sentido la llegada, cómo estaba impresionado con tantos enfermos en el camino. Comentábamos sobre la emoción tan llena de vida del reclusorio y con los empresarios, en fin, todo fue en un ambiente familiar con los cardenales, él comiendo muy sencillo y compartiendo el pan y la sal. Después ya el tiempo apremiaba y de ahí la emoción del vértigo de la velocidad en el traslado del Seminario al lugar de la misa, esperábamos que fuera más lento, que se detuviera en San Lorenzo, pero no fue posible, ya íbamos un poco tarde, y el papa con las indicaciones de los coordinadores pidieron acelerar el paso y llegar más temprano, ganar el tiempo que tal vez se había perdido en el descanso para llegar a tiempo a la celebración.
La frontera y la misa
Una cosa que al papa le interesaba y me preguntaba con mucha insistencia: ‘muéstrame donde está la frontera, la malla, el río’ y ya cuando íbamos por la Pérez Serna le iba yo avisando ‘Santo Padre en unos momentitos vamos a llegar a ese punto que usted quiere observar, esté atento’. La gente le saludaba le gritaba le aventaba flores, en fin y él siempre bendiciendo a todo mundo. Ya cuando llegamos al puente, a la joroba del puente, en ese momento me levanté y toco la espalda del Santo Padre y le digo: ‘Santo Padre, ahí está la frontera, mire ahí está el río sin agua, ahí está la malla, el alambrado. Ahí están las patrullas fronterizas, la división, allá está la ciudad de El Paso, Estados Unidos… fueron segundos porque la camioneta iba rápido, pero el papa pudo observar ese fenómeno.
Ya llegando al Punto, al lugar de la celebración aquello fue un griterío, algo extraordinario 300 mil gentes, a lo mejor fueron más que estaban dentro, en el espacio, en el estadio, en la calle, también fue un griterío, algo ensordecedor. El papa hizo un recorrido entró al estadio y ya de regreso otra vez y nos dirigimos directamente a la cruz del migrante donde sube deja una ofrenda floral, hace una oración y voltea y se dirige a un grupo de personas, entre ellas algunos obispos y fieles a cierta distancia y les saluda con la mano bendiciéndolos ahí. No habla, pero su gesto, su presencia, su mirada, su mano amiga dice muchas cosas de fraternidad, de diálogo, de apertura, de crear puentes, de estar siempre unidos entre todos los pueblos, porque ahí fue donde el papa dirige un mensaje a las naciones, a las autoridades, a la Iglesia, al mundo para favorecer la atención el cuidado de los hermanos migrantes, que es un fenómeno en todo el mundo y que nosotros como frontera lo vivimos a diario. Regresamos, se reviste en la sacristía ya están ahí todos los obispos cardenales ya revestidos, bien contentos, admirados los obispos de Estados Unidos por las atenciones que les brindaron y por el traslado tan rápido. Ellos me comentaron que estaban admirados de la organización y la logística, de los tiempos tan cortos, porque hicieron la comparación de cuando fue el papa a Filadelfia, los tiempos eran larguísimos y las revisiones también eran muy detenidas, y acá no, acá fue todo muy fácil, muy corto.
Su mensaje grabado
Y en la misa, que fue un momento muy bonito, el papa predica corto, nos habla de la familia, de la vida, de la paz, de la misericordia, de la atención a las víctimas, de los que sufren la violencia, y nos pide que todos seamos misericordiosos, que seamos atentos, que veamos por el otro, que nos amemos unos a otros, que respetemos al necesitado, que demos hospedaje al forastero, al migrante, que facilitemos siempre cualquier acción para ayudar a los demás.
Al final de la misa le dirijo unas palabras y me impresionó que la gente estaba muy atenta por lo que estoy diciéndole al papa, que estamos muy contentos de recibirlo, que nos dio mucha alegría que viniera aquí a Juárez, que su mensaje lo entendemos bien porque somos un pueblo que sufre, que ha sufrido siempre, pero que hemos salido adelante, que sus palabras vienen en el momento mas preciso para darnos consuelo. Y la gente aplaudió y se unió a mi saludo para manifestarle al papa nuestro compromiso como Iglesia local para seguir trabajando con las directrices que él nos está diciendo. Él me regala un cáliz para la diócesis, yo le regalo un solideo que me lo intercambia, el que yo le regalo se lo pone y el que él traía me lo da. En fin, fueron momentos muy bonitos, para mí extraordinarios. La gente, todo en su lugar. Después platicaron que había mucho calor, pero todo con mucho orden. Por ahí algunas dificultades para unas personas que no pudieron entrar. No estaba en nuestras manos que pudieran entrar por la logística y el Estado Mayor así lo determinaron.
Despedida
Pero finalmente todo se desarrolló muy bien. Terminando la misa contentos, el papa y yo subimos al papa móvil y vamos de regreso nuevamente al aeropuerto para el momento oficial de despedida con el señor presidente de la República. En el trayecto igual mucha gente en los 20 kilómetros de regreso gritando, tomando fotografías, y el papa, a pesar del cansancio que ya traía, no sólo por ese día, sino de toda la semana, permaneció de pie, siempre saludando a todas las personas.
Llegando al aeropuerto se ve la gente entusiasmada contenta y las últimas palabras que el papa me dirigió a mí y a los que íbamos ahí y yo creo que a Dios, salieron así, muy del corazón, fueron estas: ¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso!, repitió dos veces.
Siento que en esa frase el papa concluye su visita y confiesa desde el corazón que la experiencia de su visita a todo México, y al final de su visita a Juárez fue algo realmente hermoso. Y así nosotros lo vivimos, en cada momento.
Lo estamos celebrando esta semana. Aprovecho para contagiarles a ustedes del entusiasmo que la presencia del papa no se quede nada más en un mero recuerdo, una fotografía, sino que revivamos cada día estos momentos de gozo y felicidad, pero que transforme nuestras vidas cambie nuestra vida, nuestra sociedad, nos comprometamos más como Iglesia, como sociedad, siempre a favor de los más necesitados en la cárcel, en el mundo de trabajo, los migrantes, los que han sufrido, para llevarles paz y consuelo, la familia, los jóvenes, los indígenas, en fin en todos los ámbitos. Como iglesia estamos llamados a responderle a Dios, a los desafíos que el papa nos ha dejado.
Invita a eventos conmemorativos
Los invito a participar este jueves 16 en la vigilia. Que nadie falte a la vigilia, a todos los espero, a esta acción de gracias que comienza con una oración ante el Santísimo.
El jueves 16 a las 8 de la noche a todos los espero a unirnos en oración de adoración ante el Santísimo Sacramento, nuestro Señor Jesucristo y ya el día 17 viernes tendremos todo el día mucha actividad. Primero en el Seminario dos eventos: la presentación de un libro conmemorativo, de la visita del papa a base de textos y sobre todo de fotografías, un libro extraordinario que se los recomiendo, ojalá que lo adquieran, ya luego se les dirá donde lo podrán adquirir. Luego tendremos un foro con varias personas participando del ámbito educativo, cultural, político, académico y eclesial, conversando sobre los desafíos de las palabras que el papa nos dejó durante su visita a México, a Ciudad Juárez, como una respuesta que nosotros como juarenses queremos dar a Dios, al papa, a la Iglesia, a la sociedad.
Por la tarde tendremos a las 5 de la tarde la Eucaristía, también es un momento muy especial, los invito a todos que acudamos al llamado, que nadie se quede, organícense por parroquias, por comunidades, los quiero a todos presentes ahí. Tendremos nuestra misa igual a las 5 de la tarde ya está todo organizado y vamos a pasar un momento eucarístico muy hermoso y terminada la Eucaristía tendremos la develación de una estatua monumental, bellísima del papa Francisco. Es un momento histórico, va a quedar ahí para la historia de nuestra ciudad, de la visita de un ser humano extraordinario como lo es el papa Francisco: el altar del papa, así lo queremos llamar, y a un costado la figura del papa Francisco en bronce, extraordinaria.
Los esperamos en estos eventos, participemos, es la fiesta de la unidad de la Iglesia, de la ciudad, todos unirnos en fraternidad en la fe y el gozo. Ya sabemos que han declarado este día 17 de febrero como el día de la hospitalidad y fraternidad, así que nos sumamos a esta convocatoria y todos contentos y felices.
Los invito a unirnos a las fiestas, pero repito, que no quede nada más en una fiesta, sino que lo que el papa nos dejó lo aterricemos en testimonio, en vida, en trabajo, en servicio y amor entre nosotros. Como siempre les doy mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.