Blanca Alicia Martínez
“Señor, te encomiendo a mi hijo. Que no se pierda”. Esta fue la oración insistente de Claudia Perea, mamá de Rogelio Romero, el boxeador juarense que participa en los Juegos Olímpicos en Tokio, donde el martes pasado obtuvo una victoria que lo puede llevar a la medalla olímpíca.
Rogelio Romero es miembro de una familia devota católica, radicada en la Colonia Altavista y activa en el trabajo pastoral de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en el poniente de la ciudad.
Ahí aprendió de la fe y del valor del esfuerzo y trabajo a costa también de los regaños de sus padres, que siempre se han afanado por alejarlo, al igual que a sus hermanas, de “las estadísticas de esta ciudad para que no sean uno más”, como dice su mamá.
“Nosotros siempre les hemos inculcado que primero Dios y después todo lo demás. Él lo sabe. Ahorita lo que le digo es ‘no despegues los pies de la tierra, acuérdate que lo único que importa es quedar bien con Dios, lo demás no te va a servir de nada’, compartió Claudia en entrevista con Presencia.
Su carrera y su fe
Aunque el padre de Rogelio, Julián Romero, fue boxeador profesional, Roger se dedicaba al basquetbol, actividad en la que su mamá lo inscribió para mantenerlo ocupado y activo.
Pero Claudia comenzó a entrenar box con la idea de bajar de peso y llevó a su hijo a algunos entrenamientos, donde lo invitaron a practicar la disciplina.
“Un entrenador me pidió que lo dejara competir y yo dije que sí. Pensé: en cuanto le peguen, se va a rajar, él es basquetbolista …pero mire, todavía es hora de que no se raja”, dijo entre risas.
Claudia colabora en diversas actividades pastorales. Inicialmente en la capilla Niño Jesús y después en la comunidad parroquial. Ha sido catequista y ahora sirve en Liturgia.
Rogelio recibió el sacramento de la Confirmación en la parroquia Cristo Rey, porque el horario de formación se le acomodaba a sus responsabilidades, pero ha estado cercano a los párrocos del Carmen, desde padre Francisco García, hasta padre Toño González y padre Galo, con quien lleva una buena relación.
“Al padre Galo le ha tocado estar más cerca de lo que hemos estado viviendo con Rogelio. Antes de que lo cambiaran me dijo: dile a Rogelio que oro mucho por él, que estoy muy orgulloso de lo que ha logrado. Y cuando le dije a Roger, me dijo que cuando venga lo irá a visitar”.
Al actual párroco, padre Armando Benavides no lo ha tratado pues tiene ya varios meses concentrado en el Comité Olímpico, y recientemente estuvo en un campamento de preparación en Los Ángeles, California.
Pero de su familia y comunidad, Rogelio aprendió muy bien la vivencia de una fe honesta. Desde pequeño sabía que “no había Play Station” si no iba a misa.
“Él siempre que va a subir a pelear se encomienda a Dios, se persigna y da gracias. Cuando viene, vamos a misa a la capilla”, relató Claudia.
Dice que se siente muy satisfecha al escuchar, cuando hablan por teléfono, que le dice: ‘voy a misa de tal hora’.
“Uno siente bonito cuando ve que sí resultó el esfuerzo”, compartió.
Que no se pierda
Claudia habla de las dificultades que enfrentó con su hijo en medio de situaciones familiares que les ha tocado vivir, y del ambiente conflictivo en su entorno.
Asistían a partidos de fútbol rápido en la colonia, donde siempre se hacían los pleitos, hasta un día en que también salieron a relucir los balazos. Fue la última vez que acudieron.
“Yo digo que ahora a los jóvenes no les inculcan el temor de Dios…todos creen en un Dios pero no le temen, hacen un dios accesible, incluso algunos hasta se encomiendan a Dios antes de hacer las cosas malas, traen a los santos tatuados o pegados en sus carros y eso es no tener conocimiento de la fe o de nuestro Catecismo”, reflexionó.
Reconoce que algunos muchachos de la colonia, “se perdieron por el dinero fácil” y eso le daba temor respecto a su hijo e hijas.
“Pero Rogelio me dijo una vez que le dijo a un amigo que lo invitaba al dinero fácil: ‘¿cuánto te va a durar? … es mejor lo bueno que dure, que lo malo que se va rápido’. Y yo me quedé: ¡Wow!”, relató.
Dios ha escuchado la oración de los padres de Rogelio, pues a lo largo de su vida el joven se ha esforzado para conseguir sus objetivos: aún atendiendo sus entrenamientos ha sido mesero en la taquería de su papá, lava carros y colaborador siempre en los quehaceres domésticos. En resumen, ha conseguido lo que tiene con base en su esfuerzo.
De pedir permiso
A propósito de los tatuajes, Claudia comparte sorprendida la ocasión en que su hijo Rogelio le pidió permiso para hacerse un tatuaje de los aros olímpicos.
“Mi hijo es de pedir permiso , así grande y todo me llamo para decirme que si lo dejaba tatuarse por las Olimpiadas. Dijo que los muchachos del equipo se tatuaron y que él lo quería también”.
“Yo le dije: si me pides permiso, digo que no, pero tú ya eres mayor. Él dijo que quería tatuarse para que la gente sepa lo que él ha hecho y le dije: ¿A cuántas Olimpiadas ha ido Rommel (Pacheco -clavadista-), me respondió: parece que son las cuartas. Gogléalo -le dije- ¿Qué sale?…y ¿Cuántos tatuajes tiene él?… Y ya se quedó serio”, dijo Claudia. No se habló más del tema.
Y aunque ella no está tan segura de que su hijo no se haga ese tatuaje, sabe que sembró la reflexión en él.
“Siempre trato de buscarle un ejemplo positivo para que se enfoque en lo bueno”, compartió.
La oración de una madre
Claudia sabe con certeza del poder de la oración de una madre. Y del poder de intercesión de la Madre de Jesús. Por eso siempre encomienda a su hijo a la Virgen de Guadalupe.
Recordó la parábola de la viuda y el juez injusto en el Evangelio de san Lucas y reconoció que su oración insistente siempre ha sido: “que no se pierda”.
“Si puede tener lo que quiere y bien ganado, qué bueno, porque las cosas bien ganadas se disfrutan mejor”.
Nerviosos, pero muy emocionados por la experiencia que vive Rogelio en estos Juegos Olímpicos del otro lado del mundo, Claudia y su familia permanecen en la oración para encomendar todo su esfuerzo a Dios y a la Virgen.
El pasado martes participaron en la misa vespertina que celebró el padre Armando en la parroquia y siguen orando por el desempeño de Rogelio.
“Estoy muy orgullosa de ser una mamá mala que no deja ser. Porque creo que funcionó. Ya de lejos no puedo estar, pero siempre le pido a la Virgen que interceda por él, que lo cuide. Y a Dios le pido que lo aparte de lo malo”, puntualizó Claudia para luego compartir, humildemente, este consejo con otras madres de familia:
“Yo les diría a las mamás que eduquen a sus hijos como una encomienda que Dios nos hace, por qué ellos no son nuestros, son prestados y hay que saber cuidar lo que nos prestan, siendo responsables y sobre todo, siendo ejemplo para ellos”, finalizó.