Lectio Divina correspondiente al 20 de junio, Domingo XII del Tiempo Ordinario … Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Marcos 4, 35-41
Aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: -Pasemos a la otra orilla. Ellos dejaron a la gente y lo llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas lo acompañaban. Se levantó entonces una fuerte tempestad y las olas entraban en la barca, de manera que la barca estaba ya hundiéndose. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: -Maestro ¿no te importa que nos hundamos? Él se levantó, ordenó calmarse al viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. Y a ellos les dijo: -¿Por qué son tan cobardes? ¿Todavía no tienen fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago lo obedecen?
(Texto tomado de la Biblia de América)
Breve Estudio Bíblico
Este domingo la liturgia de la Palabra inicia con un breve texto del libro de Job (38, 1. 8-11) como primera lectura, que es en respuesta a los cuestionamientos y quejas que el profeta realiza a Dios. Job se siente abandonado de la providencia divina y en su desesperación, clama a Dios y recibe respuesta. Dios habla, lo hace desde la tormenta, a través de preguntas le responde y le reivindica su poder, autoridad, providencia y sabiduría divina sobre todo lo creado. Con ello, Dios le pide a Job el vivir desde la fe que disipa toda tormenta, miedo y desesperanza. En la segunda lectura (2 Corintios 5, 14-17) san Pablo exhorta a dejar de vivir según los criterios puramente humanos y a abandonar tajantemente todo aquello que aleja de una vida nueva en Cristo. El Señor murió y resucitó según la voluntad del Padre para derrotar el mal y darnos vida nueva. De modo que, si alguno está en Cristo, nueva creatura es. Todo ha sido reconciliado con Dios, lo viejo ya ha pasado ¡ahora todo es nuevo!
El evangelio (Marcos 4, 35-41) revela la identidad, el poder y la autoridad de Jesucristo ante la tempestad que es calmada pues solamente Dios es quien domina los vientos, mares y vence tempestades. En la tradición judía el mar era símbolo de los poderes del caos y el mal que luchaban en contra de Dios. La gran fuerza del viento que en un momento logra aterrorizar a los discípulos, es signo de la obra de los espíritus del mal que intentan impedir que el reino de Dios se extienda en la tierra. Jesucristo duerme en la popa de la barca, en medio de la fuerza impetuosa de la tormenta, lo cual nos muestra su fe total en Dios. Esa misma que cuestiona y pide tener a los discípulos que ante la intervención de Jesucristo, quedan totalmente sorprendidos y confundidos. Su pregunta ante el hecho lleva implícitamente la confesión en la divinidad de Jesucristo: ¿Quién es éste…?
Meditar la Palabra
Después de haber leído el texto del evangelio y para una mejor comprensión, respondamos a las siguientes preguntas:
¿Quiénes eran las personas que en otras barcas acompañaban a Jesucristo?
¿Qué sucede cuando se encontraban en medio del lago?
¿Qué hacía Jesucristo mientras sucede la tempestad?
¿Cómo interviene Jesucristo ante la tempestad?
¿Cómo reacciona Jesucristo ante sus discípulos?
Finalmente, ante el hecho que acaban de vivir, ¿qué sucede con los discípulos?
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Las lecturas de este domingo presentan todo un itinerario de fe para el creyente. ¿En qué momentos he dudado de Dios y lo he cuestionado? ¿En qué momentos puedo reconocer la presencia de Dios en mi camino de fe?
¿Quién es Jesucristo realmente en mi vida?
¿Cuál es hoy, el mar agitado que no me permite acercarme a Dios?
Ante las tormentas que enfrento en mi vida, ¿permito que Dios actúe confiando totalmente en su voluntad y no en mis propias fuerzas y medios?
¿Has experimentado la paz que proviene de Dios? Si lo has experimentado, ¿qué es lo que recuerdas? Si no lo has hecho, ¿cuál crees que sea la razón?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Ven, Señor, sube a la barca conmigo, calma las tempestades que me azotan, calla al viento que me aturde y me pierde. Dirígeme Tú, Señor, pues si duermes, es porque estás presente; y en el silencio, sé que estás actuando. Clamo a ti como el profeta, disipa de mi toda duda, cobardía y falta de fe. Ahora los mares y las tempestades ya no importan, pues viajar contigo es viajar en paz. Condúceme, Señor, a donde Tú vas. Amén.
- Contemplación:
Para la contemplación, ante una imagen de Jesucristo podemos leer un versículo del evangelio y repetirlo durante la semana para que penetre y haga morada en nuestro corazón y mente:
“¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago lo obedecen?” (Mc 4, 41).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Como cristiano católico debo encarnar el mensaje de la Palabra de Dios en mi vida.
Propuesta: Haré el propósito de volver a leer pausadamente estas lecturas en un ambiente de oración. Buscaré la paz que proviene de Dios visitando al Santísimo Sacramento en quien pondré todas mis tempestades y temores confiando plenamente en su voluntad. Llevaré de esta paz a un adulto mayor o una familia en necesidad compartiendo una despensa. Daré gracias por el don de la fe y me propondré a contemplar a Dios en el prójimo, en mi familia y en la naturaleza.