Lectio Divina correspondiente al 19 de junio, XII Domingo Ordinario … Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lucas 9, 18-24.
Un día que estaba Jesús orando a solas, sus discípulos se le acercaron. Jesús les preguntó: – ¿Quién dice la gente que soy yo? Respondieron: -Según unos, Juan, el Bautista; según otros Elías; según otros, uno de los antiguos profetas, que ha resucitado. Él les dijo: -Y según ustedes ¿quién soy yo? Pedro respondió: -El Mesías de Dios. Pero Jesús les ordenó que no hablarán de esto con nadie. Luego les dijo que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, que sería rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían y que al tercer día resucitaría. Entonces se puso a decir a todo el pueblo: -El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión:
¿Cómo se encontraba Jesucristo y qué pregunta hace a sus discípulos?
¿Cuáles son las respuestas que le dan sus discípulos a Cristo sobre la concepción que tenía de él la gente?
Al escuchar sus respuestas, ¿qué nueva pregunta dirige concretamente a sus discípulos?
¿Quién toma la iniciativa de responderle y cómo lo hace?
¿Qué les anuncia Jesucristo sobre su misión?
¿Qué ha de hacer aquel que quiera seguir a Cristo?
¿Qué significa “perder la vida a causa de Jesucristo”?
Breve Estudio Bíblico.
La liturgia de la Palabra presenta las promesas de Dios por medio de anuncios y, además, lo que implica el seguir a Cristo: el camino de la cruz. En la primera lectura el profeta Zacarías anuncia “aquel día” donde Dios cumplirá su promesa interviniendo definitivamente para conducir al pueblo a la conversión y la purificación por sus pecados. San Pablo nos recuerda que la promesa de Dios a Abrahán se ha cumplido en la liberación de la opresión del pueblo y esto nos alcanza a todos como herencia. Todos somos hijos de Dios por la fe en Jesucristo y el bautismo que nos ha revestido, nos ha incorporado a Dios. Ya no hay espacio para divisiones ya que todos somos uno en Cristo Jesús.
El Evangelio en palabras de san Lucas confirma que las promesas de Dios y su cumplimiento siguen realizándose. Jesucristo después de estar en oración, lanza dos preguntas a sus discípulos. “El Mesías de Dios” es la respuesta de fe que expresa el Apóstol Pedro resaltando la dimensión de la misión de Cristo y que rompe con las ideas del pueblo sobre la venida de un mesías como guerrero, rey, juez o profeta. Nadie parece estar esperando al mesías siervo anunciado por el profeta Isaías (42, 1-9). Un mesías que ha de sufrir mucho, será rechazado y le darán muerte como el mismo Jesucristo se los anuncia. Un Cristo, como Mesías de Dios, que debe ser contemplado desde una nueva perspectiva, la de la cruz. Que extiende la invitación a todos de seguirle y ello implica, el “negarse a sí mismo” y “cargar la cruz de cada día”. Esto se refiere al compromiso de perder la propia vida colaborando en hacer presente el reino de Dios en la tierra con palabras y acciones en todo momento. Jesucristo es el Mesías de Dios que ha resucitado para la salvación de quienes desean seguirle. ¡Anuncio y promesa cumplida!
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio respondamos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
Ahora, Jesucristo te hace la pregunta a ti: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Impliquemos nuestra propia identidad en esta pregunta para responder de una manera más auténtica:
¿Quién soy yo para Cristo?
¿Verdaderamente me hago la pregunta de quién es Jesús para mí? ¿Cuándo, en qué circunstancias, en las dudas, en mis planes de vida, en las adversidades, la oración, el discernimiento vocacional…?
El seguir a Cristo implica “negarse a sí mismo” y “cargar la cruz de cada día”. Esto es renunciar cada día a todo aquello que me aleje de Él evitando situaciones y actos de pecado, renunciar a los apegos personales y bienes mundanos. A optar por los valores del Reino viviendo por Cristo, con Él y en Él. ¿Estoy dispuesto a seguirle?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesucristo,
gracias por tu sacrificio que nos ha traído la salvación.
Atrae a mi corazón el amor por lo que es santo.
Así cada día dejaré de ser yo para que seas Tú en mí.
Mesías de Dios,
ayúdame a no acobardarme en cargar la cruz de cada día.
A renunciar a mí mismo y a optar por los valores de tu Reino.
A seguirte a ti, a amarte a ti.
A ser valiente en vivir y proclamar mi fe hacia ti.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
«El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga»
(Lucas 9,23).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Jesucristo nos invita a seguirle cargando la cruz de cada día y a dar la vida por su causa. Mostremos al mundo quien es Cristo con nuestras vidas y acciones.
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Primera Lectura: Zacarías 12, 10-11: 13, 1
Salmo 62
Segunda Lectura: Gálatas 3, 26-29.
Color: Verde