Diana Adriano
En el marco de las celebraciones de la Semana Mayor en la diócesis, la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe fue escenario de la tradicional Misa de Enfermos presidida por el señor obispo, don José Guadalupe Torres Campos.
La celebración Eucarística reunió a decenas de enfermos que, previamente registrados, confesados y preparados espiritualmente, participaron con fe y devoción en esta celebración especial.
La misa tuvo lugar la mañana del 16 de abril y contó también con la presencia del padre Eduardo Hayen, párroco de la Catedral; el padre Arturo Martínez, vicario; y el padre Leonardo García.
Jesús sana
Durante la homilía, el obispo dirigió un mensaje para recordar a los presentes el poder sanador y salvador de Cristo.
“Estamos celebrando la salvación”, expresó el obispo con firmeza.
“Jesús sanó a muchos enfermos que se acercaban, les imponía las manos y los sanaba. Jesús sana, Jesús purifica, reconcilia y salva. Él perdona, y viene a nuestro encuentro para sanar no solo el cuerpo, sino también el espíritu”.
El obispo agradeció a Dios por los sacramentos, en especial por la unción de los enfermos, y destacó la preparación espiritual de quienes participaron en la celebración.
“Hoy ustedes se han preparado, se han confesado, y están presentes este Miércoles Santo para ser ungidos. Es Cristo quien viene a este encuentro, quien entra en nuestra vida, en nuestra enfermedad, y nos sana”, expresó.
Don Guadalupe invitó a vivir este momento como un encuentro íntimo con Cristo, no solo para pedir salud física, sino también paz interior y fortaleza para seguir adelante. “Dios no es indiferente a nuestro dolor. Él se hace presente, se acerca, toca nuestras heridas y nos da nueva vida”, dijo.
Fueron ungidos
Luego de la homilía pronunciada por Monseñor Torres, los fieles enfermos recibieron con profunda devoción el sacramento de la Unción.
El aceite bendito fue colocado por los sacerdotes en la frente y en las manos de cada uno de los presentes, como signo del consuelo de Dios, su cercanía en el sufrimiento y la fortaleza espiritual que brinda a quienes lo reciben con fe.