Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucho amor de padre y pastor deseando se encuentren bien de salud, en familia, y como Iglesia diocesana. Es el Domingo de la Ascensión, cuarenta días después de la Pascua, es una solemnidad muy importante que nos hace pensar qué pasó en el momento de la Resurrección a la Ascensión, muchas cosas, dice la Carta de los Hechos de los Apóstoles. Jesús se les apareció muchas veces y les dio numerosas pruebas de que estaba vivo… la victoria de Cristo: ¡Aleluya, Aleluya, Cristo ha resucitado!
Tres aspectos
Este domingo escuchamos en el evangelio de san Mateo ese momento preciso de la Ascensión. Dice san Mateo que los 11 discípulos -recordemos que Judas se suicidó- se fueron a Galilea, donde todo comenzó. Ahí se reunieron, subieron al monte donde Jesús los había citado.
Tres cosas en este pequeño texto de san Mateo. Tantas cosas que Jesús nos reveló durante su vida pública, y antes de ascender nos hace esta revelación: “Me ha sido dado de parte del Padre todo poder en el cielo y en la tierra”, como confirmando la victoria, y como dice san Pablo, la victoria de Cristo es nuestra esperanza.
Dios Padre le concede a su Hijo todo poder y un mandato: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautícenlos, enséñenles. Es un mandato.
Y tercero, una promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’.
Son tres aspectos muy importantes en este encuentro final de Cristo resucitado antes de ascender. Bien podíamos aplicar a nuestra vida sobre todo el segundo y el tercero: en aquel momento se los dijo a los discípulos, hoy me lo dice a mí y a todos como bautizados: ‘Vayan, prediquen, enseñen el Evangelio. Es la misión.
Ahora que estuve en la Visita Ad Limina, cuando visitamos en dicasterio de la Evangelización, el obispo encargado nos recordó lo importante de ser una Iglesia misionera, evangelizadora y aquí está el mandato, no sugerencia, sino que todo bautizado está llamado a ir, ¡Todos somos enviados!
Y el otro punto que me parece también muy importante es tener la certeza de que Jesús de alguna manera estará con nosotros: Él, cabeza; nosotros, su cuerpo. Ciertamente Él asciende y la esperanza es de que un día también nosotros estaremos Él, pero mientras estamos aquí, predicar el Evangelio, vivir conforme al evangelio, misionar con la certeza de que está con nosotros.
¡A trabajar!
Por eso la antífona de entrada dice ‘hombres de Galilea ¿qué hacen ahí parados, mirando al cielo? es el mismo Jesús que los ha dejado para volver al cielo. Y así nosotros, ¿Qué hacemos parados mirando al cielo? – donde ponemos nuestra mirada así como perdida, triste, desalentada- y no ponemos nuestra mirada en Jesús que está entre nosotros y en el mandato ‘vayan por todo el mundo’…es decir, ¡Ponte a trabajar, a evangelizar, activo, en la misión! Vayamos y anunciemos el evangelio.
El próximo domingo estaremos celebrando Pentecostés, el Espíritu Santo vendrá, dice los Hechos de los Apóstoles, y cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos.
Hermanos, llenémonos de gozo y alegría hoy en la Ascensión; dispongamos nuestro corazón y nuestra mente para recibir esa fuerza, ese poder y Espíritu que nos fortalece para ser testigos de Jesús. Y todo lo que nos dijo, todo lo que nos enseñó, anunciarlo por todas partes, a todas la gentes, empezando por mí mismo, mi familia, mi comunidad, mi parroquia, en la diócesis, en el trabajo. Ser testigos del Señor. Celebrar la victoria de Cristo, celebrar la victoria Dios que le concedió todo poder. Acción de gracias por ello.
Te invito, querido hermano, en esta última semana entre el Domingo de la Ascensión y Pentecostés, a orar. Unirnos en oración para elevar una súplica al Padre: ‘Envíamos tu Espíritu’. Al pedirla significa que estoy preparado y dispuesto a recibir al Espíritu Santo, para, como dice san Pablo, así poder ser siempre testigos de Cristo.
Que el Señor nos bendiga y fortalezca; que nuestra Madre Santísima la Virgen María nos bendiga y nos acompañe. Buen domingo, buena semana, un abrazo.