Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
En marzo de 2009 el papa Benedicto XVI volaba hacia Camerún en uno de sus viajes apostólicos. Un periodista francés le recordó que uno de los problemas más graves de salud del continente africano es la difusión del sida, y le dijo que la postura de la Iglesia Católica sobre la lucha para erradicarlo no se considera realista ni eficaz. El papa Ratzinger respondió: «Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades… Yo diría que nuestras dos fuerzas son éstas: renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al de los demás, y esa capacidad de sufrir con los que sufren».
Las críticas llovieron al papa provenientes, sobre todo, de la industria anticonceptiva y de la progresía mundial, quien vio afectados sus intereses por la declaración del pontífice. La razón estaba del lado de Benedicto. Las personas convencidas de que se trata de un método efectivo para prevenir las enfermedades de transmisión sexual están engañadas. Los datos del Instituto Mexicano del Seguro Social dicen que el condón tiene una efectividad del 85%. Si las parejas monógamas donde hay un partner infectado de VIH deben utilizar los condones con mucho, mucho cuidado, imaginemos a los adolescentes y jóvenes ebrios que saliendo de una fiesta se van a un motel a tener sexo. Por supuesto que en ellos la efectividad del latex es mucho menor.
Nadie en su sano juicio compraría un boleto de avión a una aerolínea en la que el 15% de sus aviones se caen. Así tampoco nadie en sus cabales debería de tener sexo utilizando un artefacto que es efectivo en un 85%. Contraer el virus del sida es algo muy serio. A un amigo mío con atracción al mismo sexo se le vino el mundo abajo cuando supo que tenía VIH. Sus compañeros de trabajo lo discriminaron hasta que lo hicieron renunciar, y en su casa algunos familiares le dieron la espalda. Él describe las consecuencias de su contagio como una pesadilla. Por ello confiar en un objeto de latex que se coloca entre la persona y el caos es una conducta de alto riesgo, una verdadera tontería.
Contagiarse con el virus del sida no es la única posibilidad para quienes creen en el mito del «sexo seguro». Tampoco los condones son cien por ciento efectivos para prevenirse de otras enfermedades. Los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades en Georgia, EEUU, indican que «el uso del condón no puede brindar una protección absoluta contra ninguna enfermedad de transmisión sexual (ETS). Las formas más confiables de evitar la transmisión de ETS son abstenerse de la actividad sexual o tener una relación mutuamente monógama a largo plazo con una pareja no infectada. Sin embargo, muchas personas infectadas pueden no ser conscientes de su infección porque las ETS a menudo son asintomáticas y no se reconocen».
El condón fracasa para prevenir enfermedades por algunas razones. Primero, el latex es un objeto que no es completamente sólido. Tiene vacíos o agujeros microscópicos que son parte del proceso de fabricación. Aun cuando el ojo no puede detectarlos, están ahí, y cualquier virus puede pasar a través de ellos, como el VIH que mide una quinceava parte de una micra, o el virus de la clamidia, la gonorrea o la tricomoniasis que también son de tamaños similares. Estas enfermedades se transmiten a través de los fluidos genitales. En el caso de enfermedades como la sífilis, el herpes, el virus del papiloma humano y el chancroide, las cuales se contagian por el contacto piel con piel, también el condón falla porque no cubre todas las áreas infectadas.
En las marchas del orgullo y en asociaciones para tratar a personas contagiadas de VIH se distribuyen condones a diestra y siniestra como si fuera la panacea para evitar los contagios. Cuando pasan dichas marchas por las iglesias arrojan los condones a granel, como si creyeran que con ello insultan a los católicos. ¿Qué podemos decirles? Que se pongan todos los condones que quieran, pero que no tengan sexo –ni con condón ni sin condón– porque ello les traerá consecuencias físicas, emocionales y espirituales. El condón podrá ofrecerles cierta protección física, pero nunca debe ser llamado «sexo seguro» por las razones que he expuesto, pero además por las costosas facturas psicológicas y espirituales que se deberán de pagar.
El mensaje de este artículo no es que las parejas tengan sexo sin utilizar condón. El mensaje es que la única manera de estar seguros de no infectarse es abstenerse de relaciones sexuales hasta el matrimonio, casarse con una persona no infectada y que ambos permanezcan fieles uno al otro. Esto es posible con una evangelización de la sexualidad, como dijo Benedicto XVI en la entrevista en el avión a Camerún, para «renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al de los demás».
En un mundo que está pagando cada vez más caro el precio del «sexo seguro», volver a la castidad antes y durante el matrimonio es la única opción para vivir una vida saludable en todos los órdenes. Esta virtud brinda protección al cien por ciento, no sólo física sino también emocional y espiritual.
Apéndice: Es una verdadera pena que algunas asociaciones católicas que acompañan a enfermos de sida les distribuyan condones con la excusa del mal menor. En vez de disuadirlos y educarlos para que no se involucren en conductas de alto riesgo, los ponen en peligro de sufrir las consecuencias físicas, emocionales y espirituales que tiene el uso del latex.