David Vilchis/ Instituto Mexicano de Doctrina Social (IMDOSOC)
Aggiornamento fue la palabra italiana con la que se describió al Concilio Vaticano II. Esta palabra significa puesta al día, es decir actualización, y señaló perfectamente la intención del Concilio tras años de resistencia y oposición al mundo secular y la modernidad. Si bien, el Concilio no cambió ningún dogma, sino prácticas; en realidad, hizo algo mucho más profundo: transformó las cosmovisiones, imágenes y concepciones de lo que es y significa ser Iglesia.
De esta manera, la asamblea de las y los hijos de Dios se puso en el centro de las reflexiones conciliares. ¿Qué es la Iglesia? O, mejor dicho, ¿quiénes somos la Iglesia? En esta reflexión, los ejes fueron el episcopado y el laicado, dos cuerpos que no habían tenido la importancia debida. En el primer caso, los padres conciliares, recuperando la experiencia de América Latina, impulsaron la colegialidad entre los obispos, es decir su colaboración activa a través de las Conferencias Episcopales nacionales.
En el segundo caso, por primera vez en la historia, se definía al laico en positivo, es decir, por lo que es y no por lo que no es. Pues antes al laico se le definía solo en contraposición al clero, laico es quien no está ordenado. Ahora, laico es ser pueblo de Dios, del cual deriva la jerarquía, que está a su servicio.
En este sentido, con Vaticano II se buscó que “llegara la hora del laicado” a la Iglesia. Cabe mencionar que la participación de los fieles no era nueva, por ejemplo, Acción Católica llevaba años de operación en muchos países, solo que ahora la vida y participación laical era objeto de reflexión teológica y fomento pastoral. América Latina fue testigo de la proliferación de asociaciones, movimientos y agrupaciones laicales que hicieron suyas las conclusiones del Concilio en la materia, dando como resultado no solo la revitalización de la Iglesia, sino también la iluminación de diferentes realidades a la luz del Evangelio. Un ejemplo paradigmático de ello fueron las Comunidades Eclesiales de Base.
Así, se buscó transitar paulatinamente de un modelo de Iglesia jerárquico, donde el fiel es un súbdito, a un modelo de Iglesia sinodal, donde todas y todos caminamos juntos en la construcción del reino de Dios. De igual forma, por medio del ecumenismo y del diálogo interreligioso se buscó pasar de una actitud combativa y hostil hacia las otras religiones, a una actitud más evangélica de amor.
Si bien parece que todo esto lo puso de moda el papa Francisco, en realidad, ya lo encontramos en las discusiones conciliares. Desde entonces, el cambio en los modos de ser Iglesia ha sido un constante reto en el que se han alcanzado varios logros, pero en el que también quedan muchas oportunidades de continuar avanzando en la construcción de una Iglesia más justa a la luz del Evangelio.