Capítulo II. Manantial en el Desierto: La historia oculta de Ciudad Juárez
José Mario Sánchez Soledad/Autor
Segunda parte
Los sucesos que he dicho, me han sucedido desde el año de mil seiscientos y veinte, hasta este presente de mil seiscientos treinta y uno, en el Reyno de Quivira, y Jumanas, que fueron los últimos a que fui llevada, que dice V. P, han descubierto con buena inteligencia, y las personas mismas de aquellos Padres Santos, a quién ruego, y de parte del Señor amonesto y anuncio, que trabajen en obra tan dichosa, alabando al Altísimo por su buena suerte y dicha, que es muy grande; y que pues su Magestad los hace Tesoreros y distribuidores se su preciosa Sangre, y les pone en las manos el precio de ella, que son las almas de tantos indios; que por falta de luz, y quienes se las administre, andan en tinieblas y ceguedad, y carecen de los más santo, y deseable de la Ley inmaculada, suave y deleytable, y del bien y gloria eterna.
Mucho deben alentarse esos dichos Padres en esta heredad del Señor, porque la mies es mucha, y pocos los Obreros, a dar la mayor gloria y agrado al altísimo, y a usar de la más perfecta caridad, que puede haber con estas criaturas del Señor, hechas a su imagen, y criadas a su semejanza, con alma racional para conocerle. No permitan,
Padres y Señores míos, que los deseos del Señor, y su voluntad santa se frustre y malogre, a trueque de muchas contumelias y trabajos pues dirá su Alteza tiene sus regalos y delicias con los hijos de los hombres: y pues a estos Indios los hizo Dios idóneos y capaces para servirle y reverenciarle, no es justo carezcan de lo que los demás Fieles Christianos tenemos y gozamos. Alégrense VV. PP. Padres míos, pues el señor les ha dado la oportunidad, ocasión y suerte de los Apóstoles; no la pierdan, por entender y pensar el trabajo: acuérdense de lo que les toca obedecer al Altísimo, y dilatar y sembrar su Ley santa: quantos fueron los trabajos y persecuciones que padecieron; imitando a su Maestro. Lo que aseguro a VV. PP. es que con cierta ciencia y luz, que los Bienaventurados los embidian, si es que en ellos la puede haber; (que es imposible) pero lo declaro así a nuestro modo, por compañarlos en esas conversiones, lo hicieran: y no me admira, que como ven en el Señor, que es la principal causa y el objeto de su gloria y es espejo voluntario donde todos le conocen, y como ven la particular que los Apóstoles tienen, y en lo que señalan más, que tienen los demás Santos, por lo que padecieron por la conversión de las almas, así es cierto, que dexaran de gozar de Dios, por convertir una Alama. Razón será para que VV. Pues tienen esa oportunidad se aprovechen de ella; y confieso que así pudiera comprarla con la sangre, vida y crueles martirios, que lo hiciera, que se la embidio a VV. PP. que aunque el Altísimo me concede que pueda conseguir este fruto en vida, no es por camino que padezca tanto como VV. PP. ni merezca nada, ofrezco de todo mi corazón y alma ayudar con oraciones y exercicios, y los de esta Santa Comunidad, Suplico a mis Padres carísimos
merezca mi buena voluntad y deseo, y me hagan participante de alguna de las menores obras y trabajos, que VV. PP. Hacen en esas conversiones, y los estimaré más, que cuanto por mi hago, que recibirá el Señor mucho agrado de la conversión de las almas. Y esto mismo he visto en el Altísimo, y lo he oído de sus Santo Ángeles, que me han dicho que tenían embidia de los Custodios de Almas, que se ocupaban de convertir, y como son Ministros que presentan al Altísimo nuestras obras, aseguran ser las que su Magestad recibe con más agrado, las que se obran con las conversiones del Nuevo México: y me dio por razón el Santo Ángel, que como la Sangre del Cordero era suficiente a todas las almas, y que padeció por una lo que padeció por todas, que sentía más el Señor, que una alma por falta de luz de nuestra Santa Fe, se perdiera, que padecer tantas pasiones y muertes, como ha criado almas. Esto puede
Alentar a tan santa ocupación , y padecer mucho para conseguirla, por ser verdadero todo lo que queda dicho de mi letra, y de la de mi Padre Custodio del Nuevo México; y por mandarlo la obediencia, lo firme de mi nombre: y suplico a VV. PP. todos los que aquí he nombrado, se sirvan por el Señor mismo a quien servimos, y por quién se lo manifiesto, estos secretos se oculten y guarden en custodia, pues lo pide el caso, sin que lo vea criatura. De esta Casa de la Concepción Purísima de Agreda, quince de mayo de mil seiscientos treinta y uno. Sor María de Jesús.”
La Inquisición, que la interrogó en varias ocasiones, no la condenó ni encontró en ella nada censurable. Sobre el don de bilocación, ella respondió a los inquisidores:
“Si fue ir o no real y verdaderamente con el cuerpo, no puedo yo averiguarlo y no es mucho lo= dude, pues san Pablo estaba a mejor luz y confiesa que sí fue llevado al tercer cielo y que no sabe si fue en el cuerpo o fuera de él; lo que puedo asegurar con toda verdad es que el caso sucedió en hecho de verdad, y que sabiéndolo yo, no tuvo nada del demonio… Para juzgar que iba realmente era que yo veía los reinos distintamente y sabía sus nombres que se me ofrecían al entendimiento distintamente, que son los que van en el Memorial, que veía las ciudades y conocía las diferencias de las de acá y que el temple y la calidad era diferente, más cálido y las comidas más groseras y se alumbraban con una luz a modo de tea; que los amonestaba y declaraba todos los artículos de la fe y los animaba y catequizaba, y lo admitían ellos y hacían como genuflexiones, aclamando por su bien.”
El padre José Jiménez Samaniego (1621-1692), que llegó a ser General de la Orden franciscana y conocía muy bien a la Madre María de Jesús, escribió la relación de su vida y de ella dice:
“Habíanse descubierto años antes en América las dilatadas provincias de Nuevo México, en cuya espiritual conquista trabajaban infatigables los hijos de san Francisco, obreros que, desde los principios, destinó Dios con especialidad para la conversión del Nuevo Mundo… Era custodio de aquella custodia del Nuevo México el padre fray Alonso de Benavides, varón de mucho espíritu y celo por la conversión de las almas.
Él dispuso que fueran con los mismos indios a su reino algunos de aquellos religiosos. Gastando en el camino mucho tiempo y a costa de muchos trabajos por lo dilatado y desacomodado del viaje, llegaron los religiosos a aquellas, hasta entonces incógnitas provincias. Recibiéronlos sus moradores con grandes demostraciones de devoción y alegría. Halla ron los religiosos a los indios tan bien catequizados que, sin otra instrucción, pudieron bautizarlos. Fue el rey de aquellas gentes el primero que recibió el santo bautismo, pues instruido por la Sierva de Dios, quiso comenzase por su persona y familia la profesión de la fe verdadera para dar ejemplo…, y fueron innumerables los que se bautizaron.”