Las celebraciones en honor a Nuestra Señora de Guadalupe recuerdan a los fieles el mensaje de esperanza que Ella trae a toda la humanidad. ¿Es este un mensaje aún actual?.. Dos sacerdotes de nuestra diócesis responden….
Presencia
El padre Francisco Galo Sánchez, formador del Seminario, asegura que María de Guadalupe sigue recordándonos que no caminamos solos:
- ¿Cómo se puede expresar que el mensaje de Guadalupe sigue siendo vigente?
La teología es una ciencia que nos hace reflexionar acerca de la presencia y actuación de Dios en nuestra vida. Si el escrito conocido como: “Nican Mophua”, -que es el que nos describe las apariciones de Nuestra Madre Santa- lo entendemos y vemos como un escrito teológico entonces nos permite tener una perspectiva muy interesante.
Que hable de hechos históricos no quiere decir que lo narrado sólo se quede para ese tiempo, sino que, si nos fijamos bien en su contenido, sobre todo en las palabras que nuestra Madre dice, entonces el mensaje no se puede reducir a un momento de la historia, sino que es para estarlo reflexionando siempre.
El deseo de la Virgen de Guadalupe era que se le construyera un templo para ahí escuchar la voz de sus hijos: qué les afligía, qué les preocupaba, qué era lo que cargaban en su corazón. Entonces nos conduce hacia un horizonte mucho más amplio que las mismas palabras puedan tener.
En el Plan Global de Pastoral, los Obispos de México nos hablan de seguir construyendo “la Casa en Común”, es decir, que la petición de María nuestra Madre, no se reduce a un edificio nada más, sino tener un lugar en dónde puedan sus hijos dirigir su palabra, expresar su dolor, tristeza y desde luego la situación que les roba la paz, pues ahí puedan encontrarse con una verdadera Madre que sale a su encuentro.
Entonces estas palabras nos lo hacen ver: ¿quién esta afligido?, ¿oprimido?, ¿sin voz?, ¿sin oportunidad para vivir humanamente? El mensaje Guadalupano tiene mucho qué ofrecer y ayudar a entender mejor su situación. No es resolver los problemas de forma mágica, más bien tener un espacio en donde se exprese con toda libertad y reciba la esperanza necesaria para seguir luchando y no darse por descartado.
¿Acaso la Casa en Común está siendo habitable?, ¿es la adecuada para que la vida humana se despliegue? No me refiero sólo al templo, sino también a la misma naturaleza, ¿Cómo cuidamos de ella?, ¿cómo nos hacemos responsables de los recursos naturales, de no abusar de ellos?
Tenemos que ampliar nuestro horizonte y sentirnos responsables de cuidar del entorno, de velar también de plantas y animales.
- ¿Qué lección podemos aprender sus hijos a casi 500 años de sus apariciones?
Una muy sencilla: ¿Conocemos este documento?, ¿lo hemos estudiado?, ¿ha despertado en nosotros algo?
Creo que no serviría de mucho hablar uno y no escuchar a nuestra Madre, ¿qué quería ella?, ¿cuál era de fondo su pretensión?, ¿Qué compromiso genera oírla? Si nos cuestiona podemos reaccionar.
Si nos quedamos solamente en cuestiones un tanto de escasa importancia: prenderle veladoras nada más, llevarle flores, ese día acudir a verla, pero los demás ni siquiera la tenemos en cuenta, tener imágenes en nuestra casa, nuestra fe es superficial y cualquier situación la cambia, sacude y derrumba.
Si ahondamos en el mensaje que Ella trae, y lo vemos a la luz de nuestra realidad, las cosas cambian, pues surge el compromiso de cuidar lo que nos rodea y no abusar ni aprovecharlo de forma irresponsable.
Los hidrocarburos orgánicos debemos irlos dejando por el daño que le hacemos a nuestra naturaleza, así como la contaminación no la podemos permitir ni fomentar como creyentes cristianos.
Añado que no podemos solamente recordar a Nuestra Madre en este tiempo nada más, sino que a lo largo de todo el año tenemos la oportunidad de fijarnos en nuestras relaciones ¿fomentan que seamos mejores personas?, ¿nos permiten crecer como creyentes?, ¿colaboramos más conscientemente a que nuestro país crezca?
Considero interesante que la imagen de ella se presente embarazada, ¿estamos a favor de la vida?, ¿permitimos su desarrollo y desenvolvimiento?, ¿nos ponemos al lado y a la escucha de sus hijos los más “pequeños” o débiles?, no porque sean buenos o mejores que nosotros, sino porque ella es también su Madre.
- ¿Qué significa hoy en día, en medio de un país que se observa dividido y con las realidades que se viven –migración, nuevas ideologías, persecución cristiana– vivir según el acontecimiento guadalupano?
Siempre habrá puntos de vista diferentes que nos causarán inquietud o ‘no coincidencia’, de ahí la necesidad de saber escucharnos y sobre todo dialogar, no tanto querer imponer puntos de vista.
Denunciar con toda claridad los intereses políticos y en ocasiones hasta económicos detrás de muchas propuestas aparentemente igualitarias ¿Qué hay detrás de la ideología de género?, ¿Por qué está emigrando tanta gente?, ¿Qué nuevas tendencias están propiciando la separación y no el saber entendernos?
Considero muy interesante nuestro papel como creyentes. No es sólo de los presbíteros, es el tiempo en que los laicos se hagan escuchar. Es el tiempo precisamente que los laicos retomen su vocación de transformar el mundo al que son enviados. No podemos contentarnos nada más con que la jerarquía hable o denuncie. Hace mucha falta el papel y responsabilidad del mayor sector en la Iglesia.
Es tiempo de formar, alentar y promover a los Laicos como discípulos-misioneros de Jesucristo. Por el Bautismo (desde luego reforzado por la Confirmación), no se vale quedarse al margen de la vida, o de la situación social, o ser “mudos espectadores” de en la historia.
Tenemos una parte muy activa en ella, contamos con la fuerza y presencia del Espíritu Santo, así como el de nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe. San Juan Diego fue capaz de desempeñar su labor como creyente, aunque fuera “una escalerilla, gente menuda, el más pequeño de sus hijos”.
Nos anima su persona con tantas limitaciones, para no cruzarnos de brazos ni tampoco permitir que otros decidan por nosotros, sin tener la conciencia y responsabilidad de ser ciudadanos y cristianos.
No se vale quejarse nada más y no querer luchar, no estar dispuestos a arriesgarse y oponerse a la adversidad. No la tenemos fácil, pues nunca lo ha sido, pero no debemos caer en un conformismo o un esperar que “otros” lo resuelvan por uno. Cada uno tiene un compromiso muy serio ante el Señor y ante nuestra Madre la Virgen de Guadalupe.
¿Con qué cara le vengo a pedir a ella algo si no me fijo en mi hermano que está sufriendo o abandonado, que se encuentra de migrante o encarcelado, desnudo y con hambre? La Virgen nos quiere escuchar como hijos no de modo individualista, nada más para mí.
Que bien el poder acudir a ella para crecer en compromiso y seriedad, pero, sobre todo, tener la certeza y fortaleza de que no caminamos solos y sin un sentido orientador, María de Guadalupe es una Madre que sale a nuestro encuentro para decirnos: “¿No estoy aquí que soy tu Madre?… ¿No estás acaso en mi regazo?”.